Una buena comunicación en la familia
es una de las formas más importantes de mostrar el amor
mutuo. Gran parte de la educación de los niños depende
de la capacidad de comunicar de manera eficaz.
Además, el lenguaje del niño se desarrolla de acuerdo
al nivel de comunicación en su entorno familiar. De
esto, a su vez, depende el desarrollo de sus relaciones
con otras personas y con Dios; y de sus capacidades de
comprender y razonar. Por eso, la comunicación en
familia es también importante desde el punto de vista
del desarrollo de la
inteligencia.
El matrimonio es la base de la familia. Todo lo que se quiere lograr en la familia, tiene que empezar en la relación matrimonial. (Vea también "Una visión bíblica acerca de la familia".) Así también la buena comunicación debe practicarse en el matrimonio primero.
Una buena comunicación trata siempre de llegar a un punto de comprensión mutua, y toma en cuenta el trasfondo diferente de la otra persona (en cuanto a su forma de expresarse, sus hábitos, costumbres, preferencias, trasfondo familiar y cultural, etc.) Lo que para mí es "normal" y no necesita explicación, puede no ser tan claro para otra persona. Esto es especialmente importante cuando dos personas vienen de culturas distintas. (Por ejemplo, en España se saca agua de un "grifo". Pero en el Perú, un "grifo" es un lugar donde se vende gasolina. Entonces, si un español y un peruano quieren hablar sobre un "grifo", necesitan aclarar primero qué quieren decir con esta palabra.)
Estas son algunas pautas que pueden ayudar para una
buena comunicación:
- Hablar abiertamente sobre mis sentimientos,
preferencias, opiniones, etc; no asumir que "el (o
ella) ya sabe".
- Hacer preguntas cuando no estoy seguro si interpreto
correctamente lo que el otro dice o hace; no asumir que
"ya he comprendido".
- Asegurarme de que el otro haya entendido lo que quiero
expresar.
- Escuchar antes de responder.
La comunicación es fácil cuando podemos hablar acerca de asuntos que nos interesan a los dos, y cuando tenemos la misma opinión. Es más difícil cuando tenemos que hablar sobre algo que no nos gusta en la otra persona, o cuando tenemos que expresar un desacuerdo. Aquí a veces la tentación es grande de no decir nada y callarse; o sea, abandonar la comunicación. Pero también en estos casos es mucho mejor hablar sobre lo que causa el desacuerdo, de manera amable y respetuosa.
Cuando hay diferencias de opinión, tomemos en cuenta
lo siguiente:
- El propósito de la comunicación es llegar a un
entendimiento mutuo; no herir al otro, ni demostrar que
tengo la razón. Es mejor "perder" una
discusión que perder una relación armoniosa con la
persona que amo.
- Quiero hacer un esfuerzo de comprender como la otra
persona llegó a su opinión, y comprender sus razones.
- Siempre tengo que contar con la posibilidad de que yo
podría estar equivocado.
- Algunas diferencias pueden zanjarse claramente desde
las Sagradas Escrituras. Pero otras son asuntos de la
opinión personal; entonces no es necesario que todos
pensemos igual.
La comunicación con el niño empieza aun antes que nazca. El bebé en el vientre de su madre puede distinguir sonidos y otras impresiones. Puede darse cuenta de si es amado o rechazado. Por eso, la madre embarazada ya puede hablar con su bebé, cantar, orar por él...
La importancia de la comunicación con los niños
En los bebés desde el nacimiento hasta los dos a tres años, se encontró que hay un solo factor que influencia en el desarrollo de su capacidad de razonar: la comunicación personal y significativa con sus padres. Otras formas de "estimulación intelectual" (como por ejemplo los intentos de enseñar a leer a los niños pequeños) pueden parecer exitosos a corto plazo, pero a largo plazo hacen daño al niño e impiden su desarrollo normal. (Vea en "Desarrollo de la inteligencia"; además "Mejor tarde que temprano", y "El primer experimento en estimulación temprana".) Lo más importante para el niño pequeño es la presencia de sus padres, y el intercambio personal con ellos.
En el siglo XVIII, el emperador Federico el Grande de Prusia hizo un experimento: El quiso descubrir si los bebés tienen un lenguaje innato que se desarrolla por sí mismo, o si necesitan aprender el hablar de otras personas. Entonces él juntó a unos bebés abandonados y proveyó unas niñeras que los cuidaban. Les instruyó a las niñeras que dieran a los bebés todo lo que necesitaban, alimento, ropa, cuidados, cariño; pero que no les hablasen ninguna palabra. El quiso ver si estos bebés iban a comenzar a hablar por sí solos, y qué lenguaje hablarían. Pero este experimento resultó más cruel de lo que el emperador se había imaginado: Los bebés no solamente se quedaron mudos; también se enfermaron gravemente, y varios de ellos murieron. Resultó que la comunicación con sus padres (o padres sustitutos) era tan esencial para los bebés que no podían sobrevivir sin ella.
Un bebé puede entender palabras mucho antes de que empieza a hablar. Entonces puede entender muchas cosas ya en el primer año de su vida. Necesita saber que sus padres lo aman, y que Dios lo creó y que Dios también lo ama.
¡A los bebés hay que hablarles con palabras normales, no en un "lenguaje de bebé"! Por ejemplo si queremos mostrarle un perro en la calle, en vez de decir: "Mira, ¡guau-guau!", es mucho mejor decir: "Mira, ¡un perro!" El bebé aprenderá a hablar tal como lo escucha de nosotros. Entonces es mejor usar desde el principio las palabras correctas. (Claro que deben ser palabras sencillas. Tampoco tendrá sentido para el bebé si le decimos: "El perro es un mamífero carnívoro".) Obviamente, debemos también hablar de una manera gramáticamente correcta. La manera como hablamos en familia, forma los patrones de lenguaje del niño.
La comunicación no es una "calle de sentido
único"; comunicar no es solamente hablar. Comunicar
significa también escuchar y comprender. Si no
comprendemos lo que el niño quiere decir, entonces hay
que hacerle preguntas y ayudarle a expresarse mejor, para
que podamos comprenderlo. El niño debe saber que siempre
puede hablarnos acerca de todo, y que sus papás lo aman
y lo comprenden. Así llegará a ser un buen comunicador.
Para los niños es importante, cuando ellos quieren
decirnos algo, que puedan contar con nuestra atención
concentrada. En estos momentos debemos
mostrarle al niño que él o ella es en este momento la
persona más importante en el mundo para mí. Aunque sea
solo medio minuto, pero durante este tiempo no debo
distraerme con ninguna otra cosa: ni conversar con otras
personas, ni mirar mi trabajo que estuve haciendo, etc.
Debo dar mi atención completa al niño que quiere
conversar conmigo. Cuanto más pequeño es un niño, más
atención individual necesita.
Cuando damos este buen ejemplo con nuestra propia vida,
será también más fácil que los niños aprendan a
escucharnos a nosotros.
Ideas sobre qué hablar
A medida que los niños crecen, desarrollan más habilidades, y les encantará ayudar a barrer, a limpiar la mesa, a llevar la basura afuera. Entonces es importante animarles en esto. No es bueno darles solamente órdenes: "¡Trae esta caja!" - "¡Bota la basura!" - esto no es una verdadera comunicación. Es mucho mejor hacer las cosas juntos, y mientras trabajamos juntos con los niños, explicarles cómo se hacen los trabajos y cómo se llaman las cosas: "Mira, así se agarra la escoba; y así se barre, sin levantar mucho polvo." - "Tomamos el trapo, lo enjuagamos y lo exprimimos, mira, así..."
También podemos hablar sobre las cosas que vemos y
observamos al ir de paseo, o al mercado, o en cualquier
oportunidad de la vida diaria: "Mira esta abeja,
está sacando miel de las flores." - "Aquí
venden manzanas, y aquí naranjas - ¿cuáles
prefieres?"
En todo esto podemos siempre contar con la presencia de
Dios y recordarnos de El: "Mira este árbol tan alto
- Dios lo hizo crecer así." - "¿Sabes qué
dice Dios de las hormigas? Dice que son un ejemplo para
nosotros, porque en el verano trabajan y guardan comida
para el invierno." - Así, todos los sucesos de la
vida diaria pueden servir para enseñar alguna lección
objetiva acerca de Dios.
También es bueno hacer a los niños preguntas que les hacen reflexionar. Por ejemplo: "¿Qué piensas, de dónde viene la lluvia?" - "¿Adónde están yendo estas hormigas?" - "¿Por qué al mediodía hace más calor que temprano en la mañana?" - "¿Qué quisieras hacer para adornar tu cuarto?" - "¿Cómo se habrá sentido Moisés cuando el pueblo hizo el becerro de oro?" - (Contando la mitad de la historia de la alimentación de los cinco mil): "¿Qué hubieras hecho tú si Jesús te hubiera dicho que des alimento a toda esa gente?" - Etc.
Es bueno que padres e hijos puedan hablar juntos
acerca de sus experiencias personales. Los padres pueden
hablar de su trabajo o negocio; de un tema interesante
sobre el cual están leyendo; de un viaje que hicieron;
de su niñez; y por supuesto de sus experiencias con
Dios. - Los niños pueden hablar de como les fue al hacer
compras, o al jugar con sus amigos, o en la escuela (si
es que van a la escuela); pueden contar acerca de un
libro que están leyendo (si ya están leyendo); acerca
de algo interesante que han descubierto; o acerca de sus
inquietudes.
Es importante en estas conversaciones que relaten no
solamente "hechos": que tanto padres como hijos
expresen también sus pensamientos, opiniones y
sentimientos, para relacionarse también al nivel
emocional.
Las emociones de los niños hay que tomarlas en serio,
por más que a nosotros como adultos nos parezcan
ridículas o inapropiadas. Por ejemplo, si un niño dice
que tiene miedo de dormir o de ir al piso de arriba
porque está oscuro, esto nos puede parecer exagerado.
Pero no ayudará decirle: "No seas tan
miedoso". El hecho es, que el niño en este momento
siente miedo, y este miedo no va a desaparecer con
criticarlo o negarlo. Tenemos que permitirle tener este
miedo y expresarlo; y entonces podemos conversar: ¿Qué
podemos hacer con este miedo?
(Por ejemplo, en este caso concreto, papá o mamá pueden
acompañar al niño al piso oscuro. O le pueden prestar
una linterna. También pueden juntos pedir a Dios que él
cuide al niño y le haga sentirse más seguro. Con el
tiempo se puede enseñar al niño que él puede decidirse
a hacer aun la cosa que le da miedo, pero confiando en la
protección de Dios.)
También es necesario expresar las expectativas que los unos tienen de los otros. De parte de los padres, estas pueden ser por ejemplo las expectativas en cuanto a la disciplina y el cumplimiento de las "leyes de la casa". (Vea "Disciplina".) De parte de los niños, puede ser su necesidad de que los padres les ayuden en algo, o que les dediquen más tiempo, o que cambien algún aspecto de su trato con ellos. Si estas expectativas no se comunican, entonces surge un patrón disfuncional donde todos están molestos unos con otros porque no cumplen sus expectativas, pero nadie dice claramente en qué consisten estas expectativas.
Comunicación bilingüe
En muchas partes de América Latina viven familias
bilingües que hablan el español (o el portugués) y
también un idioma indígeno como p.ej. el quechua. Otros
ejemplos de familias bilingües incluyen los matrimonios
transculturales (donde esposo y esposa tienen idiomas
maternos diferentes), y las familias migrantes o
misioneras que se trasladaron a un país con un idioma
diferente del suyo. A veces los niños de tales familias
tienen una confusión entre los dos idiomas y no llegan a
dominar bien ninguno de los dos. Pero este problema se
puede evitar, y entonces será incluso una ventaja para
los niños ser bilingüe, porque tendrán fluidez en dos
idiomas.
Para que esto tenga éxito, lo más importante es que los
mismos padres no mezclen los idiomas. Lo mejor es cuando
el padre habla a los niños consecuentemente en uno de
los dos idiomas (y exige que le respondan en este
idioma), y la madre les habla consecuentemente en el otro
idioma. Así el niño puede ordenar mentalmente las
palabras y crece con un "idioma paterno" y otro
"idioma materno". Esto es lo más natural en
los matrimonios transculturales, donde cada uno de los
padres puede hablar a los hijos en su propio idioma. Pero
es igualmente factible en otros contextos. Por ejemplo,
en las zonas quechuahablantes del Perú, normalmente los
varones dominan el español mejor que las mujeres. En
estos casos, en las familias bilingües, el padre puede
hablar a los niños en español y la madre en quechua.
Además, es importante hablar cada idioma de manera pura,
o sea, no mezclarlo con palabras del otro idioma. Cuando
los padres hablan en "spanglish" (una mezcla de
español con inglés) o en "mote castellano"
(una mezcla de español con quechua), los niños tendrán
una confusión lingüística. Pero cuando escuchan cada
idioma de manera pura, entonces podrán acomodar cada uno
en un "rincón separado" de su mente.
Un principio bíblico importante acerca de la comunicación es la honestidad y veracidad.
"No hablarás falso testimonio contra tu prójimo." (Exodo 20:16)
"Mentira habla cada uno con su prójimo; Con labios lisonjeros, con corazón doble hablan.
Destruirá el Señor todos los labios lisonjeros, La lengua que habla grandezas,
Que dijeron: Por nuestra lengua prevaleceremos; Nuestros labios están con nosotros: ¿quién nos es señor?" (Salmo 12:2-4)
"Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros." (Efesios 4:25)
"Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad." (1 Juan 3:18)
El primer criterio para nuestra comunicación es
entonces este: ¿Es verdad lo que estoy
comunicando? ¿Y lo estoy comunicando por motivos y
propósitos honestos?
Esto incluye también la comunicación no verbal. Si mis
palabras dicen una cosa y mis acciones dicen lo
contrario, entonces no estoy siendo honesto, y surgirá
la desconfianza y los conflictos.
Lea los siguientes pasajes bíblicos: Números 30:2, Proverbios 10:19, 15:1, 18:13, Mateo 5:37, 12:34-37, 1 Corintios 2:1, 2:13, 14:19, Efesios 4:29-31, 5:3-6, 5:19-20, Filipenses 4:8, Colosenses 4:6, 2 Timoteo 2:14, Santiago 3:5-10.
Según estos pasajes, ¿qué son contenidos apropiados de nuestra comunicación, agradables a Dios?
¿Qué contenidos no deberían aparecer en nuestra comunicación?
¿Qué otros principios de comunicación puede usted ver en estos pasajes?
Otro principio bíblico de comunicación es este: Si quiero comunicar algo a una persona, tengo que tratar con esta misma persona y no con otras. Esto es particularmente importante si tengo un problema con alguien: Primero tengo que tratar de arreglar el asunto con la persona afectada. Solamente si esto no es posible, puedo involucrar a otras personas.
"... No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor. No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado." (Levítico 19:16-17)
"Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra ..." (Mateo 18:15-16)
Puede haber excepciones p.ej. en el caso de que sería peligroso acercarse directamente a la persona que causó el problema. (Por ejemplo si alguien cometió un crimen contra mi persona, o me está amenazando, y no hay indicios de que se haya arrepentido de ello.) O si la otra persona ya hizo público el asunto y me calumnió, entonces obviamente tengo el derecho de rectificar la calumnia también públicamente. Pero en el caso normal, es la voluntad de Dios que los asuntos se arreglen directamente entre las personas afectadas.
Esto implica también que en el caso normal debemos
evitar la "comunicación en triángulo" - o
sea, el usar a terceras personas para que comuniquen lo
que nosotros mismos deseamos comunicar. Esto sucede p.ej.
en la familia, cuando un hermano dice a otro: "Anda,
pregunta a papi si puedo salir esta noche con mis
amigos." - si él quiere salir, él mismo debería
pedir permiso a su papá, en vez de mandar a su hermano.
O cuando la esposa dice al esposo: "Diles a esos
niños que dejen de hacer bulla." - quizás piensa
que ella no tiene suficiente autoridad para exigir algo
de los niños, y que obedecerán más a su padre. Pero si
este "juego" se hace una costumbre, los niños
nunca aprenderán a respetar y obedecer a su mamá, y la
mamá nunca aprenderá a hablar claramente con sus hijos.
(Vea también en "Familias
disfuncionales" acerca de este tema.)
Para muchos niños sometidos al sistema escolar, el aprender a leer es una tortura. No importa qué método emplean los profesores, la mayoría de los niños parecen no entender, ni con explicaciones ni con amenazas. Aun después de dos o tres años en la escuela todavía no leen de manera fluida, confunden letras y palabras, y no comprenden lo que leen. Y lo peor de todo: Cuando por fin parece que lo han aprendido, han perdido todo deseo de leer algo. Leer es para ellos un deber molesto que tratan de evitar a todo costo.
Todos estos problemas son completamente innecesarios.
Según mis experiencias con mis propios hijos, y con alumnos con problemas escolares, cada niño puede aprender a leer sin ningún estrés dentro de un período de aproximadamente dos meses, si es que se cumplen dos condiciones:
1) Los niños crecen en un ambiente de confianza, donde el leer y escribir es una parte natural de la vida diaria; y
2) No son obligados a leer hasta que ellos mismos alcancen la madurez necesaria en su desarrollo físico y mental.
En cuanto al punto 1), esto depende de la actitud y
del estilo de vida de los padres. Es más difícil para
padres que han perdido el gozo de leer en su propia
niñez por causa de las presiones escolares. Pero el
Señor puede restaurar el gozo de leer, con Su mano
sanadora, y al descubrir los tesoros escondidos en las
Sagradas Escrituras (lo que nos animará a leer más y
descubrir más tesoros).
- Si los padres leen a sus hijos historias bíblicas (por
ejemplo de una Biblia ilustrada para niños), y otras
historias interesantes, en algún momento el niño
deseará por sí mismo aprender a leer.
- Cuando los niños hacen preguntas y los padres no
pueden dar una respuesta completa, se puede buscar en un
diccionario o en una enciclopedia. Así los niños se dan
cuenta que leyendo se pueden descubrir muchas cosas que
de otro modo uno no podría saber.
- Algunas familias tienen la costumbre de llevar un
diario acerca de los sucesos más importantes o
interesantes de la familia; o de coleccionar en un álbum
las fotos de la familia y escribir leyendas explicativas
acerca de las fotos. Así los niños entienden que el
saber escribir ayuda a preservar los recuerdos de los
momentos que uno no desea olvidar.
- Una familia que lee, tendrá una buena biblioteca
familiar. Vale la pena buscar unos libros con historias
para niños que tengan una enseñanza cristiana: Ejemplos
de la vida de cristianos famosos; cuentos infantiles que
ilustran principios bíblicos; historias bíblicas
ilustradas. No deben faltar los diccionarios,
enciclopedias, y obras de referencia acerca de los más
variados campos del saber. También es bueno tener
biografías históricas, mapas, libros con ideas para
experimentos científicos y trabajos manuales, etc, y un
diccionario bíblico para encontrar informaciones acerca
del trasfondo de las historias bíblicas. Si los padres
usan estos libros y muestran interés en ellos, los
niños pronto desarrollarán también un interés por la
lectura.
En un ambiente como este, los niños aprenderán a
leer en su tiempo, casi automáticamente. Lo he visto en
mis propios hijos: ellos no necesitaban casi ninguna
instrucción para aprender a leer. Aunque en aquel tiempo
yo estaba elaborando unas hojas de trabajo para enseñar
a leer a los principiantes; pero ¡mis hijos aprendieron
a leer más rápidamente de lo que yo pude escribir las
hojas de trabajo!
En este proceso, el "método" que usamos para
enseñarles a leer, no tiene casi ninguna importancia. Si
se cumplen las dos condiciones mencionadas, los niños
aprenden a leer con casi cualquier método, o aun en la
ausencia de un método - con la misma naturalidad con la
que aprendieron a caminar y a hablar.
En cuanto al punto 2), el momento apropiado de aprender a leer es decisivo. Es allí donde la mayoría de los padres y profesores se equivocan; y es allí donde surgen casi todos los problemas de aprendizaje en el campo de la lectura y escritura. La gran mayoría de los niños alcanzan la madurez necesaria varios años después de que el sistema escolar les exige que lean. El Dr. Raymond Moore describe en "Mejor tarde que temprano" como tanto el cerebro, como también la vista y el oído, tienen que alcanzar sus respectivos niveles de madurez, hasta que el aprendizaje de la lectura es posible sin causarle un estrés excesivo al niño. ¡Y muchos niños alcanzan este "nivel de madurez integrada" no antes de los ocho años de edad!
En este aspecto de la maduración,
existen grandes diferencias entre un niño y
otro. Unos cuantos niños alcanzan esta madurez ya a los
cuatro años o aun antes; otros demoran hasta los diez
años o aun más. Pero esto no significa que los que
demoran más, estuvieran "retrasados" o
"discapacitados". Una vez que llegan a su nivel
de madurez, pronto leerán igual o mejor que los otros
niños de su edad. Estos niños de "desarrollo
lento" pueden incluso tener una inteligencia
superior, como demuestran los siguientes dos ejemplos:
Woodrow Wilson tenía más de diez años cuando aprendió
a leer. A los 23 años se graduó de la universidad de
Princeton y llegó a ser presidente de la universidad.
Más tarde fue elegido presidente de los Estados Unidos.
Albert Einstein no habló ni una palabra antes de cumplir
cuatro años, y tenía problemas del habla hasta la edad
de nueve años. De adulto fue uno de los científicos
más destacados del siglo XX. Una vez dijo que
probablemente era exactamente esta lentitud, la cual lo
capacitó para reflexionar más profundamente sobre los
problemas que las demás personas.
A veces son también los problemas personales de los niños, que les impiden a aprender. Estos problemas se originan a menudo en una familia disfuncional, o en la misma escuela. En este último caso, la escuela resulta contraproducente: El niño es rechazado o maltratado por sus compañeros o profesores, y con esto se retrasa su aprendizaje. Así no cumple las exigencias de la escuela; como resultado es aun más rechazado y maltratado; esto a su vez dificulta aun más su aprendizaje, etc.
Una niña de nueve años vivía con
nuestra familia durante medio año, por causa de unos
problemas en su familia. Ella había asistido a la
escuela durante tres años, pero no había aprendido a
leer. Ella asistía a una escuela nocturna, de manera que
la presión no era tan grande, y ella podía pasar casi
todo el día con nosotros. Entonces lo primero era ganar
la confianza de ella, y con la ayuda del Señor pudimos
tratar con diversos problemas psicológicos que ella
sufría. Una vez que logramos esto, ella aprendió con
nosotros a leer dentro de menos de dos meses.
Otra niña llegó a nuestro refuerzo escolar con nueve
años de edad; ella estaba por tercera vez en segundo
grado porque no sabía leer. En su caso notábamos que
todavía no estaba lista, así que decidimos tener
paciencia con ella. (Puesto que ella tenía que cumplir
con las exigencias de la escuela, ella nos dictaba sus
respuestas a sus tareas, nosotros las escribíamos en una
hoja, y de allí ella las copiaba en su cuaderno. Pero no
le exigíamos que leyera o entendiera lo escrito.) - Un
año más tarde notamos que ella llegó al nivel de
madurez necesario, y también estaba motivada para
aprender a leer. Pero su carga de tareas escolares
impidió que pudiésemos hacer este trabajo con ella;
así que fue necesario hacer un acuerdo con su profesora:
Los días viernes la niña fue exonerada de ir a la
escuela, y en este tiempo nosotros trabajamos con ella.
De esta manera, ella también aprendió a leer dentro de
dos meses y medio. (Hubiera sido mucho más fácil para
ella si todavía no hubiera entrado a la escuela. Cuando
vino a nosotros, ya estaba cargada con toda una historia
de maltrato y marginación en la escuela.)
Entonces, cumplir con este punto 2) puede significar para muchos niños, postergar su entrada a la escuela o educarlos completamente en casa. Esto no es ninguna pérdida para ellos, al contrario: Así mantendrán su motivación para leer intacta, y lo aprenderán de una manera mucho más fácil y sin estrés. Además, comprenderán lo que leen.
Determinar exactamente el nivel de madurez mental de
un niño, requeriría diversas evaluaciones y
diagnósticos. Pero podemos saber por lo menos aproximadamente
si un niño está listo para aprender a leer, mediante
esta prueba sencilla: Un niño está listo para
aprender a leer, cuando desarrolla la capacidad de juntar
letras y sílabas de manera sensata.
La mayoría de los niños saben el significado de varias
letras, mucho antes de que aprenden a leer. Muchos niños
pueden aprender las letras tan temprano como a los cuatro
o incluso los tres años; pero ¡esto todavía no
significa que puedan leer! Quizás saben leer una
"L" y una "O"; pero todavía no
pueden sin ayuda juntar la "L" con la
"O" y entender que significan "LO", y
que en orden inverso significan "OL". O si
están aprendiendo a reconocer sílabas, pueden quizás
reconocer la sílaba "pa" y la sílaba
"la"; pero todavía no pueden entender sin
ayuda que las dos sílabas juntas forman la palabra
"pala". Cuando empiecen a crear estas uniones
de letras o sílabas, sin que alguien se lo
"sople", entonces ha llegado el momento en
que podrán aprender a leer de manera natural.
Para los niños que se desarrollan rápidamente, este
momento puede llegar cuando reciben sus primeras clases
de lectura, o aun antes. Pero los niños de desarrollo
promedio y lento se verán forzados por el sistema
escolar a "aprender a leer" mucho antes de
llegar a este punto. Entonces sus profesores, compañeros
o padres tienen que "soplarles" el significado
de las sílabas y de las palabras. Así el niño no
aprende a leer; solamente aprende a "adivinar"
lo que podría significar. Más tarde es muy difícil
cambiar este mal hábito y aprender a leer de verdad, en
vez de "adivinar". Por eso, para estos niños,
la escuela es más un estorbo que una ayuda para aprender
a leer.
Esto es confirmado por la siguiente estadística. El
nivel educativo de los Estados Unidos, en cuanto a la
lectura, bajó después de introducir la
escolarización obligatoria:
"Antes de la introducción de la
escolarización obligatoria (alrededor de 1850), 98% de
los habitantes del estado de Massachusetts sabían leer y
escribir. Después, la tasa de alfabetización bajó a
menos de 91% y permaneció en este nivel hasta hoy
(1990)."
(Citado por John Taylor Gatto en su famoso discurso "Por
qué las escuelas no educan".)
Antes de 1850, la mayoría de los norteamericanos aprendían a leer de manera natural en sus propias familias, como lo describimos más arriba. Esto explica por qué antes de esa fecha prácticamente no existían analfabetas en aquel país.
Casi todo se aprende haciéndolo. Comunicar
se aprende comunicando. Los niños aprenden a expresarse,
y desarrollan su "sentido lingüístico", al
conversar naturalmente con sus padres y otros adultos,
como lo describimos más arriba. Y además lo aprenden al
leer libros que realmente les interesan - leyéndolos
como un medio de conseguir la información que desean
saber, no como un ejercicio escolar porque "ahora
tenemos que leer".
Ninguna cantidad de "lecciones de
comunicación" puede sustituir esta forma sencilla
de comunicarse mediante la conversación personal, y
mediante la lectura de libros interesantes.
Tuve un alumno que era muy tímido, casi nunca
hablaba, y demoraba mucho en entender explicaciones
verbales o escritas. Un día tuve con él una
conversación bastante reveladora, que fue más o menos
así: "¿Tus papás tienen mucho tiempo para
ti?" - "No mucho. Mi papá trabaja lejos y casi
no viene a la casa." - "¿Y tu mamá?" -
"Ella llega a la casa en la noche." - "¿Y
ella toma tiempo para hablar contigo?" - "No
mucho." - "¿Sobre qué cosas hablan?" -
"..." (Silencio) - "Por ejemplo, ¿tu
mamá habla contigo de como te va en la escuela? ¿O
puedes hablar con ella acerca de tus amigos?" -
"No, casi no hablamos." - "¿Qué hace
entonces tu mamá cuando tiene un tiempo contigo?" -
"Me enseña comunicación. Ella es profesora de
comunicación."
Tanto la madre como el hijo eran víctimas de la actual
formación torcida de profesores. Seguramente la madre
tenía buenas intenciones y pensaba brindar un gran
servicio a su hijo, enseñándole las definiciones de
sujeto y predicado, o haciéndole memorizar sinónimos y
antónimos, o haciéndole "preguntas de
comprensión" acerca de alguna lectura. Pero con
todo esto ¡se olvidó de tener una verdadera comunicación
con su hijo, de persona a persona!
Una escuela tradicional no promueve de ninguna forma la comunicación personal que un niño necesita tanto. Durante una mañana escolar típica, un profesor tiene solamente unos pocos segundos de comunicación personal con cada uno de sus alumnos - el resto es comunicación masiva, impersonal, del profesor con la clase entera como colectivo. Y la comunicación libre de los alumnos entre sí es prohibida por razones disciplinarias. Por eso, las así llamadas "clases de comunicación" tienen muy poco éxito en enseñar a los alumnos a comunicar de verdad. Y el alumno que mencioné antes, tuvo aun mayores problemas de comunicación, porque en su casa tampoco experimentaba una verdadera comunicación: Su mamá era para el como una profesora más, pero no como una mamá que se comunicaba con él de manera genuina. Si los niños no tienen oportunidades para verdadera comunicación en la escuela, ¡tenemos que darles estas oportunidades por lo menos en casa!
Cuando la comunicación en la familia es deficiente,
los niños no desarrollan bien su lenguaje. Su
vocabulario es muy limitado, no captan la estructura
gramática del lenguaje, y pronuncian mal las palabras.
(Así por ejemplo un niño de nueve años no sabía los
nombres de las plantas y de los animales, a pesar de que
sus padres lo llevaban con frecuencia a trabajar en el
campo. Al trigo lo llamaba "maíz", a todos los
insectos llamaba "moscas", y a una lombriz
llamó "serpiente". Todo porque sus padres no
hablaban con él ni siquiera acerca de sus quehaceres
diarios.) La enseñanza escolar tiene muy pocas
posibilidades de enmendar estos defectos, porque como
hemos visto, la enseñanza escolar no facilita una
verdadera comunicación.
Estos defectos limitan al niño en su capacidad de
comprender lo que lee y escucha, y afectan también sus
relaciones con otras personas.
Con una comunicación deficiente, las relaciones personales no se desarrollan bien. Hay malentendidos, conflictos sin solucionar, y los niños no aprenden a expresarse. En particular, no aprenden a expresar con palabras sus emociones, sus deseos y sus necesidades. Entonces dependen de otras formas de llamar la atención: llorando, gritando, pataleando, jalando a mamá de su falda o de sus mangas, pegando a los demás. A veces estos niños llegan a la desesperación porque no logran hacerse entender. Están más propensos a sufrir de tensiones interiores, depresiones, y arranques de violencia.
Hemos mencionado más arriba que la ausencia completa de comunicación verbal con los bebés puede causar hasta la muerte.
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