A las ciencias naturales se aplica lo mismo como ya dijimos acerca de la matemática: Las "leyes de la naturaleza" reflejan el orden con el cual Dios creó el universo. Entonces, desde una perspectiva bíblica, las ciencias naturales se ocupan de descubrir y describir este orden. Su motivo más importante sería entonces glorificar a Dios como Creador. Los Salmos 19, 104 y 148 son unos ejemplos de como toda la naturaleza creada glorifica a Dios. Otro ejemplo son los capítulos 38 a 41 del libro de Job, donde Dios muestra a Job Su grandeza desde las maravillas de la creación.
A la actividad científica en particular corresponde este verso: "Gloria de Dios es encubrir un asunto; pero honra del rey es escudriñarlo." (Proverbios 25:2) Las leyes de la naturaleza son tales "asuntos encubiertos por Dios", para que nosotros los descubramos. Si queremos educar a nuestros hijos como "hijos del rey", tenemos que entrenarlos en esta actividad de "escudriñarlo". Una educación científica no consiste en memorizar datos científicos; consiste en entrenarse a observar, experimentar, y sacar conclusiones. Los niños, por su curiosidad natural, empiezan a "escudriñar" muchas cosas por sí mismos; solamente necesitan ayuda para hacerlo de una manera más sistemática. Si están acostumbrados a esto, les será más fácil relacionarse con los descubrimientos de los científicos del pasado y presente.
Como ya mencionamos en el capítulo sobre matemática,
muchos de los famosos científicos del pasado tenían
convicciones cristianas. Del campo de la física ya
mencionamos a Pascal, Kepler, Newton y Maxwell; podemos
añadir a esta lista a Faraday (química), Pasteur
(biología y medicina), Livingstone (medicina y
exploración geográfica), Cuvier (paleontología),
Mendel (biología), y otros.
Es importante recordar estos orígenes cristianos de la
ciencia moderna, porque actualmente la mayoría de los
científicos razonan desde un trasfondo ateo. Algunos de
ellos incluso dicen que creer en Dios es en contra de la
ciencia. Pero los primeros científicos, al contrario,
razonaron que debe ser posible descubrir las leyes del
universo, exactamente porque el universo fue creado por
un Dios "razonable" y ordenado; y si no hubiera
Dios, entonces el universo sería un caos sin leyes
entendibles.
Efectivamente, los científicos ateos, si son honestos,
no pueden explicar por qué el universo obedece a leyes
ordenadas que incluso pueden expresarse en fórmulas
matemáticas. Así dijo Eugene Wigner (Premio Nobel en
física) en un artículo títulado: "La eficacia
irrazonable de la matemática en las ciencias
naturales" (1960):
"... No es de ninguna manera natural que las 'leyes de la naturaleza' existan; ni mucho menos el hecho de que el hombre sea capaz de descubrirlas."
- Wigner enumera entonces unos ejemplos históricos donde los científicos intentaron explicar algún fenómeno natural, y encontraron que la respuesta consistía en algún concepto que los matemáticos ya habían desarrollado mucho antes. (Más notablemente, las leyes de Newton acerca de la gravedad; y las leyes de la física cuántica, descubiertas en parte por el mismo Wigner, las cuales requieren cálculos con números complejos.) Entonces dice:
"Es difícil evitar la impresión
de que estamos aquí confrontados con un milagro; tan
asombroso como el milagro de que la mente humana puede
formar una cadena de mil argumentos sin contradecirse a
sí mismo, o como los dos milagros de la existencia de
las leyes de la naturaleza, y de la capacidad de la mente
humana de descubrirlas."
- Y en la conclusión dice:
"El milagro de que el lenguaje de la matemática sea
apropiado para formular las leyes de la física, es un
don maravilloso que no comprendemos ni merecemos.
Deberíamos estar agradecidos por ello y esperar que siga
válido en las investigaciones futuras (...)."
Bíblicamente, la existencia de "leyes
naturales" corresponde al pacto de Dios con Noé:
"Mientras la tierra permanezca, no
cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el
verano y el invierno, y el día y la noche."
(Génesis 8:22)
En estas palabras, Dios usó fenómenos conocidos a los
hombres de aquellos tiempos, para expresar que El iba a
velar por la constancia de las leyes naturales,
"mientras la tierra permanezca". (O sea, las
leyes naturales podrían alterarse, una vez que Dios
decida poner fin a esta tierra.) Todos los científicos,
para poder establecer teorías y hacer predicciones,
tienen que contar con que las leyes de la naturaleza son
constantes; o sea, que siguen siendo los mismos por todos
los tiempos y en todo lugar del universo. Pero ¡no se
puede "comprobar" científicamente que esto sea
así! Lo único que se puede decir con seguridad, es que
estas leyes se mostraron constantes dentro del tiempo y
espacio muy limitado (!) en el cual los científicos han
observado y medido el universo. Pero no existe ninguna
razón estrictamente científica por la que
estas leyes necesariamente tengan que ser las mismas
mañana. (Diciéndolo de una manera un poco más exacta:
No existe ninguna relación causal demostrable entre las
leyes naturales del pasado y las leyes naturales del
futuro.) La constancia de las leyes naturales es en sí
una creencia no científica. Los científicos cristianos
tienen una razón religiosa para creerlo: el pacto de
Dios con Noé. Y los científicos ateos tienen razones
prácticas para creerlo: Si las leyes naturales no fueran
constantes, la ciencia ya no sería segura ni aplicable.
O lo creen simplemente por costumbre: Siempre (hasta
donde sabemos) ha sido así, entonces asumimos que
siempre seguirá siendo así.
Como ya mencionamos en el capítulo sobre cosmovisión, en la
ciencia es importante distinguir entre observaciones
e interpretaciones. Muchos hechos (no todos) se
pueden observar y medir con bastante objetividad. Pero
las interpretaciones que se hacen de estos hechos (los
modelos y teorías científicos) son subjetivas,
influenciadas por la cosmovisión del científico. Por
eso, postulados religiosos no se pueden comprobar ni
refutar "científicamente" (por ejemplo si Dios
existe o no). Cada científico interpretará las
observaciones dentro del marco de su propia cosmovisión:
el cristiano sacará conclusiones cristianas, y el ateo
sacará conclusiones ateas.
Por la misma razón, p.ej. en la discusión sobre
evolución o creación, no se puede decir que "la
teoría de la evolución es científica, pero la teoría
de la creación es religiosa." Ambas
teorías son científicas hasta donde pueden explicar las
observaciones hechas. Son distintas interpretaciones
de estas observaciones, hechas desde cosmovisiones
distintas, pero igualmente válidas. - Por el otro lado, ambas
teorías son "religiosas" en cuanto se
fundamentan en presuposiciones que no pueden ser
verificadas mediante experimentos o mediciones y
observaciones de hechos reales. (La idea de que Dios
creó el mundo, no se puede verificar de esta manera.
Pero la idea de que una célula viviente evolucionó por
casualidad hasta formar todas las especies de seres vivos
existentes, tampoco se puede verificar de esta
manera; por eso es una idea igualmente transcendental o
"religiosa".) - Puesto que ni el cristianismo
ni el ateísmo se pueden comprobar
"científicamente", ninguno de los dos puede
llamarse "más científico" que el otro. Lo que
ambos tendrán que demostrar, es que sus interpretaciones
pueden explicar las observaciones de manera
satisfactoria, y que no las contradicen.
Por tanto, tenemos todo derecho de decidirnos a creer en la creación de Dios, y de interpretar las observaciones científicas en este sentido. Es bueno informarse acerca de este tema, y cuando los niños lleguen a la edad para poder entenderlo, mostrarles que los datos científicos son completamente compatibles con la fe en la creación de Dios.
A los niños normalmente les gusta observar y experimentar; pero sus intereses variarán mucho de un niño a otro. La observación científica se puede practicar en muchos campos diversos; entonces podemos dejar que el mismo niño busque campos de su interés. A algunos les gusta observar animales; a otros, cultivar verduras o flores; a otros, mirar las estrellas; a otros, hacer experimentos con agua y mangueras, o con circuitos eléctricos. Sea cual sea su interés, busque información y materiales para que pueda seguir adelante en ello.
Poco a poco el niño puede aprender a documentar sus observaciones. Al inicio, simplemente contará a mamá o a papá lo que ha visto, y mamá o papá pueden anotarlo en un cuaderno especial. Más adelante, el mismo niño podrá escribir una descripción de sus observaciones, e ilustrarla con dibujos. En una etapa más avanzada puede aprender a hacer mediciones exactas y llevar un registro de ellas, como por ejemplo: Medir cada día la altura de un girasol o de una planta de maíz que está creciendo; pesar cada día la cría del gato o del perro; leer y anotar la temperatura ambiental cada mañana y cada mediodía; medir su propio pulso en reposo y después de hacer un esfuerzo; etc.
Si un niño está interesado en observaciones biológicas y ya ha progresado algo en ello, será un gran incentivo proveerlo con una buena lupa o incluso un microscopio para hacer observaciones más detalladas. Igualmente, si está interesado en la astronomía, se pueden conseguir unos binoculares o visitar un observatorio astronómico.
Unos buenos libros con informaciones y sugerencias para experimentos en el campo respectivo, serán una gran ayuda.
Un niño que tiene esta libertad y este incentivo para elegir y proseguir sus propios proyectos científicos, será también más animado a leer sobre los descubrimientos de los científicos "verdaderos". Por ejemplo, el niño que observa animales, querrá saber también acerca de otros animales que no tiene la posibilidad de observar. Un niño que hace experimentos con electricidad, querrá saber también como funcionan artefactos eléctricos que él mismo no puede construir. La motivación propia del niño es siempre el incentivo más fuerte para aprender.
El ambiente ideal para tales proyectos científicos es
el propio hogar, porque allí se puede dar libertad en
cuanto al tiempo y en cuanto a la elección del campo de
interés. Un grupo de varias familias educadoras pueden
compartir entre ellas los libros y utensilios necesarios
para que los gastos no sean excesivos. (Varios inventores
famosos, como p.ej. Tomás Alva Edison o los hermanos
Wright, se iniciaron de niños haciendo experimentos y
construyendo máquinas en sus casas, mientras sus padres
les dieron la libertad y el incentivo de hacerlo.)
Si una escuela desea brindar el mismo ambiente motivador
y el mismo incentivo a sus alumnos, tendrá que funcionar
según un sistema alternativo que permite a los niños
elegir ellos mismos sus materias de estudio científico,
y que les da la libertad de seguir estos proyectos de
manera concentrada sin ser interrumpidos por el timbre,
sin ser expuestos al estrés de exámenes y presiones
parecidas, y sin hacerles exigencias formales excesivas
en cuanto a la documentación y presentación de sus
observaciones. De otro modo, tan solo la sujeción bajo
un horario rígido, la expectativa de tener que dar un
examen, o la exigencia de entregar resultados según un
formato detalladamente predefinido, ya pueden inhibir
mucho la motivación y la curiosidad natural de los
niños.
Por supuesto, las ciencias naturales son muy apropiadas para el aprendizaje mediante "operaciones concretas", lo que es lo mejor para los niños en la edad de primaria. En esta edad no hay que darles muchas descripciones o definiciones abstractas. Es mucho mejor que tengan muchas oportunidades de realizar actividades, observaciones y experimentos concretos. Esto les dará una base para entender mejor los conceptos abstractos más adelante (en la adolescencia). Por ejemplo, un niño que ha tenido la oportunidad de realizar diversos experimentos químicos, cuando llegue a la adolescencia, entenderá la química mucho mejor que un niño que en la escuela primaria tuvo que memorizar números atómicos y fórmulas químicas.
- Puesto que las ciencias naturales son muy amplias, no es posible aquí dar sugerencias para cada rama en particular. Se recomienda que cada familia busque información pertinente acerca de los intereses específicos de sus hijos.
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