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"El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió el
Señor;
me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a
vendar a los quebrantados de corazón,
a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura
de la cárcel;
a proclamar el año de la buena voluntad del Señor, y el
día de venganza del Dios nuestro;
a consolar a todos los enlutados;
a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en
lugar de ceniza,
óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar
del espíritu angustiado;
y serán llamados árboles de justicia, plantío del Señor,
para gloria suya." (Isaías 61:1-3)
Terminamos nuestro recorrido por las profundidades del alma peruana; hemos concluido nuestro diagnóstico. Ahora es tiempo de entrar a la sala de operaciones de nuestro gran Médico celestial, y de seguir Sus recetas para ser sanados. No habrá una solución mágica que quite los problemas en un instante, ni mucho menos cambie la realidad nacional en tan poco tiempo. Pero las personas cambiadas serán capaces de asumir un comportamiento cambiado, y de producir sistemas sociales cambiados. De esta manera, a lo largo sí puede cambiar la realidad nacional.
Admite las heridas, permite que salgan a la luz.
Todo este libro, hasta aquí, fue escrito para ayudar a este
paso inicial. Mientras no admitimos que somos heridos, no podemos
ser sanados.
Algunos recuerdos y heridas pueden estar tan escondidos en
nuestra alma que ya no los recordamos conscientemente. Pero eso
no significa que estén sanadas. Se están infectando a
escondidas y producen el pus de la depresión y de relaciones
destruidas. Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo que puede
revelar lo escondido: "El les guiará a toda la
verdad" (Juan 16:13). Podemos pedirle que El
muestre dónde están las heridas.
Hay que dar este paso bajo la protección de Dios, y puede ser
bueno hacerlo con la ayuda de un consejero de confianza. Sin
embargo, hay que ser prudente. Yo nunca recomendaría usar
técnicas de sugestión, dinámica grupal, hipnosis o parecidas,
para recuperar recuerdos del pasado. Estas técnicas muy a menudo
usan también métodos que invaden la personalidad, y de esta
manera repiten de una manera sutil la experiencia del abuso. El
Espíritu Santo convence de una manera muy tierna y respetuosa, y
El sabe cuánto nos puede revelar a la vez. Entonces hay que
trabajar con lo que El revela, y no escarbar en el alma para que
más cosas salgan a la luz antes de su tiempo.
Nunca se debe presionar a una persona abusada de dejarse
aconsejar por una persona en la cual no tiene plena confianza. La
consejería es un proceso muy vulnerable, y un buen número de
personas han sufrido abuso - mayormente espiritual - justo al
recibir "consejería". Es mi deseo que cada lector de
este libro pueda encontrar a una consejera o un consejero
sincero, digno de su confianza, y fundamentado en el Señor
Jesucristo.
De no encontrar una tal persona de confianza, es preferible presentarse a solas ante Dios, y confiar en que El es perfectamente capaz de consolar y sanar sin ninguna ayuda o mediación humana.
Para que el Espíritu Santo tenga la plena libertad de mostrarnos lo que necesitamos, es necesario dejar atrás y renunciar a las estrategias de defensa:
el negar el dolor y conformarse
los pensamientos de venganza
la ambición
la vanidad
la apariencia falsa de estar "sano" y
"fuerte"
etc.
Admitir las heridas nos hace vulnerables. Otras personas podrán vernos tales como realmente somos. Eso puede parecer algo muy humillante. ¿Pero no quita esto un peso enorme de encima de tus hombros? Ya no necesitas fingir, ya no necesitas esconder tu verdadero yo. Y Dios honra y protege a los que se humillan a sí mismos. (Uno de mis profesores definió la palabra "Humildad" de esta manera: "Humildad es la disposición de ser conocido tal como eres en realidad.")
Sepárate de la voluntad ajena y opresora
La voluntad propia tiene que ser recuperada. En el nombre de
Jesús atamos y echamos fuera la voluntad ajena que oprimía la
voluntad de la víctima (Ezequiel 13:20-21). Reivindicamos y
liberamos la voluntad propia de las manos del enemigo que la
robó. De la misma manera liberamos la conciencia de las
"vendas mágicas" que el enemigo echó sobre ella.
Podemos considerar este paso como una "declaración de
independencia personal" en presencia de Dios.
Puede ser necesario, para dar este paso, el apoyo en oración de
un cristiano maduro y entendido en estas cosas. Este es un acto
muy parecido a la liberación de una opresión demoniaca. No
estamos echando fuera a "la persona" que cometió el
abuso, pero la influencia de su voluntad que se ha apoderado de
la voluntad de la víctima. Esta es una influencia satánica,
como vimos en el capítulo 3.
¡Esta liberación no es una "psicotécnica"! La
psicología secular sólo puede apoyarse en las fuerzas que están
dentro de tu propia alma. Pero esta alma fue debilitada y herida
por el abuso, entonces no se le puede imponer la carga de sanarse
a sí misma. Se necesita una fuerza que viene de afuera, que es
más fuerte que tu propio alma. Esta fuerza viene de Dios, el
Creador del universo y Creador tuyo.
Si te decides dar este paso con la ayuda de un consejero, otra vez una palabra de prudencia: Si estás muy acostumbrado a depender de otras personas, es muy probable que empieces a hacerte dependiente del consejero. ¡Esto no ayudará para tu sanidad! La sanidad es un asunto entre tú y Dios. Es Dios quien te sana y quien cambia tu manera de vivir. Es lo que tú mismo decides, crees y pides, lo que te lleva a la sanidad; no la oración del consejero. El consejero solamente te ayuda a presentarte ante Dios de la manera apropiada.
Las "leyes secretas" tienen que ser desenmascaradas
y quebrantadas, para que se callen las voces interiores. La
persona abusada tiene mucho dolor dentro de ella. Tiene que
aprender a expresar su dolor ante Dios (Salmos 62:8:
"Derramar su corazón").
Para tratar con estas emociones heridas hay que romper las leyes
"No hables" y "Disimula tus emociones". Para
poder confiar en Dios, hay que romper la ley "No
confíes". Para recuperar la autoestima, hay que quebrantar
la ley "Nunca puedes ganar".
Entrega tu voluntad liberada a Dios.
Este proceso de liberación no es para aquellos que no quieren
someterse a nada y nadie. La verdadera libertad no es la libertad
de "hacer lo que me da la gana".
Es sumamente importante, a estas alturas, reconocer que Dios es
la suma autoridad, y que El es una autoridad buena.
Entonces tu voluntad liberada, que es ahora libre para decidir,
debe hacer la libre decisión de obedecer a Dios, tal como El se
comunicó en la Biblia, de obedecerle en todo, y de
obedecer a El antes que a los hombres.
Este paso es un paso de confianza. Tienes que confiar,
quizás por primera vez en tu vida, que existe una autoridad buena,
justa, que nunca se aprovechará de ti, sino que actúa para tu
bien. Esta autoridad buena es Dios. El es completamente diferente
de las malas autoridades que te han dado mal ejemplo hasta ahora.
No estoy hablando de una decisión "religiosa". Es una decisión, si la tomas en serio, que afectará toda tu vida. Significa someter todas las áreas de tu vida bajo la buena voluntad de Dios. Esta decisión afectará tu carácter personal, tu vida en familia, tu trabajo, tu contribución a la sociedad, y tu cosmovisión (tu manera de "ver el mundo" y de interpretarlo).
Si eres un cristiano evangélico, es probable que dirás: "Pero yo ya me he entregado a Cristo." Déjame responder dos cosas:
1. Las iglesias evangélicas, en su gran mayoría, tienen un
concepto muy difuso de lo que es "entregarse a Cristo".
La mayoría piensa que esto equivale a decir una "oración
de entrega", y asistir a una iglesia evangélica. Eso es
solamente "cambiar de religión", pero de ninguna
manera es una "entrega a Cristo". Esa clase de
decisión "religiosa" lleva en muy pocos casos a un
verdadero cambio de la vida.
Considera los ejemplos bíblicos de Zaqueo (Lucas 19:8) y de
Saulo/Pablo (Hechos 9:5-6). Allí no hubo ningún ritual
religioso, ninguna "oración de entrega". Pero hubo un
encuentro con el Señor, hubo obediencia inmediata, y un cambio
radical de sus vidas.
2. Aun si has hecho una verdadera entrega de tu vida bajo el señorío de Jesucristo: Si tu voluntad estaba cautiva hasta este momento, entonces no has podido hacer aquella decisión con toda tu voluntad, porque no tenías toda tu voluntad bajo tu control. Eso significa que ha habido áreas de tu vida que se escapaban de tu control, y por tanto no las pudiste entregar al Señor. Es necesario que ahora, con tu voluntad liberada, hagas una nueva decisión que ahora incluya el todo de tu voluntad y el todo de tu vida.
El siguiente dibujo es la continuación del tema que tratamos en el capítulo 3. Representa a una persona que todavía no está completamente sanada, pero está en el camino hacia la sanidad y está usando los recursos que Dios le ofrece.
LA PERSONALIDAD EN RESTAURACION
En este dibujo vemos como la voluntad ajena, abusiva, ha sido
echada fuera. La voluntad propia de la víctima ha sido
recuperada, y sometida bajo la autoridad de Dios. Ahora, el
Espíritu Santo tiene la plena libertad para guiar a esta persona
que goza de una amistad personal con Dios. Pero las devastaciones
que el enemigo ha dejado en la ciudad, todavía no han sido
remediadas. Por eso estoy hablando no de una persona
"restaurada", sino de una persona "en
restauración".
Trazaremos enseguida el camino de la restauración. Los pasos que
hemos considerado hasta ahora pueden suceder casi
instantáneamente, como una operación; pero el proceso que sigue
ahora puede durar muchos meses y años, como el tiempo de
rehabilitación del paciente.
Recibe la sanidad por medio de Jesús
Isaías nos describe en un cuadro profético lo que Jesucristo iba a hacer por nosotros:
Ciertamente llevó él
nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros
le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él
herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su
llaga fuimos nosotros curados."
(Isaías 53:3-5)
Son dos cosas que Jesús llevó sobre él en la cruz: Nuestros pecados, y nuestros dolores. Por medio de sus heridas y su muerte, dice la Palabra, somos justificados de nuestros pecados, y curados de nuestras heridas. Entonces podemos dejar nuestras heridas en su cruz, donde él las lleva en su muerte, y nos sana con el poder de su resurrección. Podemos pedir esta sanidad emocional, de la misma manera sencilla como pidieron sanidad física las personas de las cuales nos cuentan los Evangelios. El Señor está cerca, al alcance de la oración de cada uno que le pida.
Puede ser de ayuda en este momento, repasar las situaciones dolorosas del pasado, pero en presencia del Señor. La Palabra de Dios dice, referente a Cristo: "Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí." (Romanos 15:3). Cuando fuiste insultado, Cristo se puso entre tú y el ofensor para recibir él mismo los insultos. En aquel día que te golpearon, Jesús estaba allí para recibir los golpes en Su propio cuerpo. Tú te sentías indefenso y abandonado cuando fuiste humillado, pero Jesús estaba allí y se humilló en tu lugar. Trae estas situaciones a la presencia de Jesús en oración, una por una, y espera que Su consuelo alivie tu dolor.
Jesús entiende todas las profundidades de tu sufrimiento, porque Él mismo sufrió hasta la muerte. "Por eso debía en todo ser hecho semejante a los hermanos, para ser un jefe sacerdote misericordioso y fiel ... Porque él ha sufrido siendo probado/tentado [continuamente], y por eso puede socorrer a los que están siendo tentados/probados [continuamente]." (Hebreos 2:17-18). No existe ningún sufrimiento humano con el cual Jesús no podría identificarse. El mismo fue insultado, traicionado, azotado, acusado falsamente, ridiculizado y humillado en público, torturado, y finalmente le mataron de la manera más cruel que uno podía imaginarse. Todo eso lo aguantó para identificarse con nuestro sufrimiento.
Arrepiéntete de las reacciones pecaminosas, y de los patrones abusivos en tu propio comportamiento
Si sufriste abuso, puede que tú mismo hayas empezado a tratar a otras personas de manera abusiva. Si este es el caso, entonces tienes que arrepentirte inmediatamente y pedir la ayuda de Dios para ya no caer en este comportamiento. Si estás tratando con tus heridas causadas por el abuso, no te será difícil imaginar el daño que puedes causar en las vidas de otras personas, si sigues con este comportamiento sin cambiar.
Este libro está escrito para las víctimas, no para los
abusadores. Pero si Dios lo ha usado para abrir tus ojos en
cuanto a un comportamiento abusivo en tu vida, te digo que necesitas
más ayuda que las víctimas. Necesitas que Dios te revele
la verdadera extensión del daño que has causado en las vidas de
tus víctimas. Después necesitas un verdadero arrepentimiento y
una operación radical del corazón para poder cambiar. Y
necesitas a personas que se comprometan a supervisar tu vida
desde cerca, para advertirte cada vez que los patrones abusivos
quieren regresar. Deben ser personas que no se dejen
manipular por ti.
El abuso es como una adicción. Como el adicto depende de la
droga para sentirse bien, el abusador depende de las
oportunidades de sacar satisfacción, poder y otras ventajas de
la vida de sus víctimas. Al inicio, el adicto ni siquiera va a
admitir que es adicto. Cubrirá los hechos con mentiras y
manipulación. Y aun cuando llega a admitirlo, no podrá
renunciar a la droga por sus propias fuerzas. Necesita la ayuda
sobrenatural de Dios, y necesita a personas fieles y firmes que
le acompañen durante meses y años hasta que realmente esté
libre. De la misma manera, un abusador no podrá dejar atrás el
comportamiento abusivo por sus propias fuerzas. Tendrá síntomas
de "desintoxicación emocional": se sentirá vacío y
hasta enfermo cuando se le priva de la posibilidad de abusar a
otros. Tiene que aprender a cambiar la fuente de satisfacción
equivocada, que era el abuso, por la verdadera fuente que es
Dios. Dios le ama (sí, incluso a los abusadores; lea 1 Timoteo
1:13-16), y Dios le ofrece la oportunidad de restaurar su vida si
se arrepiente sinceramente. Pero tiene que estar dispuesto a hacer unos cambios radicales en su vida; y probablemente tendrá que renunciar a ciertas posiciones de poder e influencia que le permitieron abusar a otros.
También puedes haber reaccionado a las heridas en una manera pecaminosa. Puede que hayas tomado la venganza en tus propias manos, o que hayas cometido alguna injusticia en el intento de defenderte, o que te hayas llenado de prejuicios contra personas que no tienen nada que ver con las ofensas que sufriste. Edificar muros de autodefensa es pecado, porque significa que confías más en tus propias defensas que en el cuidado de Dios.
A la vez hay que tener cuidado contra las falsas acusaciones que el enemigo siempre pone en nuestro camino. Si has sufrido algún tipo de abuso, es muy probable que te estás acusando a tí mismo de muchas cosas que nunca cometiste, o que en realidad no son pecado: tus sentimientos de ira, tus intentos de confrontar al abusador, las cosas "prohibidas" que hiciste para encontrar ayuda. Probablemente intentarás en vano alcanzar la paz de que el Señor te haya perdonado estas cosas - simplemente porque no hubo ningún pecado allí, y por tanto no hay nada que perdonar. Deja que Dios te libre de las "vendas mágicas" que son las acusaciones falsas (Ez.13:18-23).
El proceso del perdón
Por un lado, perdonar es muy importante para nuestra sanidad y para nuestra relación con Dios (Mateo 6:14-15). Por el otro lado, muchos cristianos se sienten acusados y culpables porque "no pueden perdonar", o porque tienen conceptos y expectativas equivocadas acerca del perdón que no se cumplen. Por eso es importante entender lo que es el perdón, y lo que no es.
El perdón no es un asunto de emociones.
Algunas personas piensan que no han perdonado, porque siguen
incapaces de sentir algún sentimiento amable o agradable hacia el
ofensor. Pero el perdón es una decisión de la voluntad, no un
asunto de emociones. No debemos esperar que todas las emociones
heridas se sanen instantáneamente después de perdonar. Mucho
menos podemos esperar que antes de perdonar sintamos alguna
simpatía por el ofensor, para poder perdonarle.
Perdonar no es excusar.
Perdonar a una persona no significa aprobar lo que hizo esa
persona. No necesitamos estar de acuerdo con el ofensor, ni
tenemos que buscar excusas por su comportamiento.
Perdonar no significa confiar nuevamente en el ofensor.
Eso es particularmente importante cuando el ofensor no se
arrepiente (y esto es muy frecuentemente el caso). El perdón, en
este caso, no significa que la relación personal sea
restaurada. La relación es restaurada solamente cuando el
ofensor se arrepiente sinceramente, pide perdón y hace
restitución. Mientras no sucede esto, no hay razón para confiar
en él, ni mucho menos tener una relación amistosa con él. Se
puede comparar con un ladrón que entró a mi casa, robó mi
dinero y lo gastó. Yo puedo perdonar al ladrón, condonándole
la deuda que tiene conmigo. Pero ¿significa esto que lo dejaré
entrar nuevamente a mi casa, para que vuelva a robarme?
El Señor nos dice que debemos confrontar tres veces a un hermano
que peca contra nosotros: a solas, con testigos, y ante la
iglesia (= asamblea; o sea en público). "Y si no oye a la asamblea, tenle por
gentil y publicano." (Mateo 18:17). Esto
significa: "Aléjate de él." Los gentiles y los
publicanos eran las personas en quienes no se podía confiar;
había que alejarse de ellos. Si el ofensor no quiere escuchar,
no hay razón para seguir teniendo comunión con él.
Jesús, al morir en la cruz, perdonó los pecados de toda la
humanidad (2 Corintios 5:19, 1 Juan 2:2). ¿Estaba por eso restaurada su relación personal
con todos los seres humanos? - Obviamente no. El perdón de
Jesús no significa que cada persona llegue automáticamente al
cielo. Para estar en paz con Jesucristo, siempre hay que
arrepentirse y pedirle perdón primero. Lo mismo se aplica a
nuestras relaciones humanas. Para estar en paz conmigo, el
ofensor tiene que arrepentirse.
Perdonar no es olvidar
Algunos cristianos piensan que no han perdonado realmente porque
siguen sintiéndose heridos y no pueden olvidar la ofensa. En
Jer.31:34, Dios dice: "No recordaré más sus pecados."
- ¿Pero puede Dios, el Omnisciente, realmente
"olvidar" en este sentido? Los pecados de Abraham, de
Moisés, de David, de Pablo, y de tantos otros siervos de Dios,
están recordados en la Biblia para toda la eternidad - entonces
no podemos decir que sean "olvidados", aunque son
perdonados. El "olvidar" de Dios significa que El ya no
recordará estos pecados "en contra de nosotros"
(Salmo 79:8), o sea, ya nos utilizará para acusarnos.
Perdonar es una decisión
Perdonar es en primer lugar un asunto "legal". Perdonar
significa "soltar" o "condonar una deuda".
Jeff Van Vonderen lo explica de la siguiente manera:
"Para el proceso del perdón es indispensable tratar con la idea de que otros nos 'deben' algo. Cuando alguien nos debe una 'deuda de dolor', el perdón significa condonar esta deuda.
... El perdón sucede cuando dejamos obrar en nosotros lo que Dios ha hecho. Haz el siguiente ejercicio: Toma dos hojas de papel. Escribe en una de las hojas el nombre de la persona que te ha herido, que te 'debe' algo. Debajo escribe lo que hizo esa persona, y qué mensajes transmite este incidente o este comportamiento acerca de ti ('tu no vales', 'tus emociones no importan', etc.). En la otra hoja escribe 'Dios'. Anota allí lo que te pertenece y quien eres, desde la perspectiva de Dios.
Reflexiona algún tiempo sobre estas dos hojas. ¿Qué preferirías - a Dios y su confirmación, o el pago de tu 'deuda de dolor'? No puedes tener ambos. Pero si escoges a Dios, entonces, yo creo que el perdón vendrá, aunque dure algún tiempo hasta que estés claramente consciente de lo que significa la obra redentora de Dios para ti."
Jeff Van Vonderen, "Tired of trying to measure up" ("Cansado de los intentos de cumplir las exigencias")
Perdonar es un proceso
Nunca es bueno presionar a alguien: "Perdona no más" -
eso lleva solamente a un perdón muy superficial.
Creo que son dos aspectos de la obra de Dios en particular, que
tienen que manifestar su efecto en nosotros para poder perdonar
de corazón: Su perdón hacia nosotros, y Su sanidad para nuestras
emociones.
En algunos casos tendremos que perdonar muchas veces; cada vez
que la herida surge nuevamente en nuestros recuerdos. Jesús nos
enseñó a perdonar "setenta veces siete" (Mateo
18:22).
¿Perdonar significa renunciar a la justicia?
Estamos aquí entre dos declaraciones bíblicas que no son
fáciles de reconciliar. Jesús dijo: "A
cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también
la otra..." (Mateo 5:39). Por otro lado, el
apóstol Pablo enseña: "Porque no en vano (la
autoridad) lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador
para castigar al que hace lo malo." (Romanos
13:4) - ¿Debemos entonces defender nuestro derecho ante las
autoridades superiores, o debemos "volver la otra
mejilla"?
Creo que debemos hacer ambas cosas.
Puede haber casos donde Dios nos dirige claramente a demostrar
nuestro perdón, renunciando a toda acción ante una autoridad
superior, como una señal del amor sobrenatural de Dios. Pero se
necesita una obra sobrenatural de Dios para actuar así, y una
dirección clara. Entonces Dios mismo también se encargará de
reivindicar nuestro derecho, sin involucrar a ninguna autoridad
humana.
Pero esta es la excepción. Todo el capítulo de Mateo 5 está en
el contexto de la perfección sobrenatural que el Señor nos pone
como ejemplo, para demostrar que sin una obra sobrenatural
de Dios es imposible cumplirla.
En el caso normal, Dios espera que la autoridad terrenal
cumpla con su deber de hacer justicia. Puesto que la autoridad
terrenal es delegada por una autoridad superior, yo tengo siempre el
derecho de recurrir a la autoridad superior cuando alguien me
maltrata.
Pero no debemos hacer esto con la expectativa de que nuestra
justicia venga de esta autoridad. A veces Dios usa alguna
autoridad terrenal para hacer justicia; pero hay casos donde no
encontraremos a ninguna autoridad humana que nos defienda. En
última instancia, nuestra justicia y nuestra protección siempre
vienen de Dios.
Aún así, debemos exponer nuestro caso ante una autoridad. Si la
autoridad no nos protege, entonces estamos en la situación de
"dar la otra mejilla". Pero aun así, la autoridad
necesita escuchar nuestro caso, para ser recordada de su
deber. Proverbios 24:11-12 dice - en primer lugar al rey, a
las autoridades - :
"Libra a los que son llevados a la muerte; salva
a los que están en peligro de muerte.
Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿acaso no
entenderá el que pesa los corazones?
El que mira por tu alma, él lo conocerá, y dará al hombre
según sus obras."
Por eso Pablo reclamó ante las autoridades por el maltrato que
había sufrido en Filipos (Hechos 16:35-39).
Si las autoridades no te protegen, entonces llegó el momento para llevar el asunto ante la Corte Celestial. Allí es el lugar donde con toda seguridad serás escuchado y recibirás tu justicia perfecta, aunque demore más de lo que piensas. Cuando Dios permite que llegues hasta esta situación, ¡sepa que eres una señal profética! "Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros." (1 Pedro 4:14)
Afirma los "muros" de tu intimidad y privacidad
Tus "muros", tus fronteras personales, han sido
invadidos. En el dibujo vemos que el muro
todavía no está reconstruido. Pero por mientras, puedes pedir
al Señor que El proteja tus zonas vulnerables con Sus
guardianes. - "El ángel del Señor acampa
alrededor de los que le temen, y los defiende."
(Salmo 34:7) (vea también Isaías 62:6-7)
Al mismo tiempo, ¡reedifica tus muros! Necesitas descubrir
nuevamente cuáles son tus fronteras: ¿Dónde empieza tu
privacidad? ¿Qué vas a permitir que otras personas hagan
contigo, y qué no vas a permitir? ¿Qué vas a compartir de tí
mismo, y qué no vas a compartir? Recuerda que tú mismo estás a
cargo de las "puertas" de tu "ciudad". Tú
decides sobre lo que entra y sale.
En la práctica, esto puede significar descubrir nuevamente
quiénes son las personas dignas de confianza, y quiénes no.
Descubrir nuevamente cuáles son tus propias opiniones, tus
preferencias, tus metas - decidiéndolo tú mismo, no dejándote
influenciar por el temor a las personas que solían determinar
tus decisiones. En algunas situaciones, significa sencillamente
aprender a decir "No".
Entrénate en un nuevo comportamiento
A medida que edificas tus fronteras personales, te darás
cuenta que ya no necesitas aquellos muros equivocados de
autodefensa que levantaste en respuesta al abuso. Ya no tienes
necesidad de un comportamiento áspero, retraído,
autosuficiente, arrogante, o exageradamente complaciente, para
defenderte contra ataques verdaderos e imaginarios. Dios es tu
defensor, y tú mismo estás aprendiendo a defenderte de una
manera correcta y transparente. Entonces ¡quebranta estos muros
equivocados!
Esto se hace primero con una decisión de tu voluntad.
Simplemente decídete, y decláralo ante Dios, a quebrantar estos
muros equivocados que identificaste en tu propia vida. Decídete
a abrir nuevamente los portales de la comunicación. "Tus
puertas estarán de continuo abiertas; no se cerrarán de día ni
de noche, para que a ti sean traídas las riquezas de las
naciones, y conducidos a ti sus reyes."
(Isaías 60:11)
Después se trata de entrenar diariamente el nuevo
comportamiento, con la ayuda de Dios. En vez de disimular tus
emociones, di abiertamente lo que sientes. En vez de rechazar lo
positivo que otras personas dicen de ti, acéptalo. En vez de
desconfiar de todos, busca conscientemente a personas en quienes
sí puedes confiar. Busca con quienes edificar relaciones sanas y
libres de manipulación.
También necesitas entrenarte para actuar de acuerdo con tu nueva
identidad. Ya no eres víctima; eres libre. Ya no eres esclavo,
eres hijo (o hija) de Dios. Entonces aprende a hacer tus propias
decisiones, como corresponde a una persona libre.
Recibe amor y aceptación del Padre Celestial
Vemos en el dibujo que también el
tesoro de la autoestima vuelve a llenarse. Las puertas están
abiertas nuevamente, para que vengan a ti las "riquezas de
las naciones", como dice Isaías (Is.60:5-11). ¿Cómo
podemos entender estas "riquezas" en nuestro contexto?
En tu vida han entrado muchos mensajes de vergüenza y
menosprecio: "Eres inútil." - "No vales para
nada." - "Todo estás haciendo mal." - "Tú
tienes la culpa de todo."
Ahora Dios quiere devolverte el tesoro robado: tu valor como
persona. ¡Tu valor no depende de lo que haces! Tenemos valor por
lo que somos, porque Dios nos ha creado.
El valor de cualquier cosa se mide según el precio que alguien
está dispuesto a pagar para comprarlo. ¿Cuánto pagaría Dios
por tu persona? - Sabemos con exactitud cuál es el precio que
Dios efectivamente pagó. A cambio de tu vida, Dios dio la vida
de su Hijo unigénito, de Jesús. ¡Este es el precio que tú
vales!
Veremos algunas otras formas como Dios afirma nuestro valor.
"En lugar de vuestra doble confusión y de vuestra deshonra, os alabarán en sus heredades; por lo cual en sus tierras poseerán doble honra, y tendrán perpetuo gozo." (Isaías 61:7) ¿No podemos ver en este versículo a la persona abusada? Fue deshonrada y confundida. Pero ahora será alabada y honrada, porque Dios lo dice así.
¿Te han llamado con nombres despectivos? "Tonto",
"Loco", "Malcriado" ... - ¡Dios te da ahora
un nuevo nombre!
"Y serás corona de gloria en
la mano del Señor, y diadema de reino en la mano del Dios tuyo.
Nunca más te llamarán Desamparada, ni tu tierra se dirá más
Desolada; sino que serás llamada Hefzi-bá (esto es, Mi deleite
está en ella), y tu tierra, Beula (esto es, Desposada); porque
el amor del Señor estará en ti, y tu tierra será
desposada." (Isaías 62:3-4).
Un nombre es más que sólo una palabra. En la Biblia, el nombre
significa la identidad de una persona. Como víctima de
un abuso o una disfunción familiar, tenías una "identidad
de vergüenza". Pero Dios te da una "identidad de
gracia"
Será una gran ayuda para este paso, hacer un estudio bíblico
respecto a quién eres en Cristo. Aquí hay algunas referencias para
empezar: Juan 15:15, Rom.5:1, Rom.8:17, 2 Cor.5:17, Ef.1:4,
Fil.3:20, 1 Juan 3:1. Cada uno de estos versículos dice algo que
ya eres en Cristo; no algo que tendrías que esforzarte
para serlo.
La persona abusada se siente robada. Tal vez le robaron su
niñez, su sencillez, su dignidad, su reputación, su estabilidad
emocional .... Pero Dios promete restaurar lo que fue robado: "Y
os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el
revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra
vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre del
Señor vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y
nunca jamás será mi pueblo avergonzado."
(Joel 2:25-26).
Hay en este contexto una verdad muy profunda acerca de nuestra
identidad como cristianos, cuando Dios nos llama "sus
hijos" (Juan 1:12-13) y habla de un "nuevo
nacimiento" (Juan 3:3-8). ¿Qué otra cosa significa esto,
que la gran oportunidad de poder empezar completamente de nuevo?
Un bebé recién nacido no tiene ningún pasado problemático del
cual tendría que recuperarse. ¿Y quién es el padre de este
bebé "nacido de nuevo"? ¡Dios mismo! Entonces este
bebé tampoco tiene un entorno familiar problemático que podría
dañarle. ¿Entendemos lo que esto significa para nuestra
recuperación emocional? Dios no nos da solamente una nueva vida.
El nos da también una nueva familia y un nuevo
pasado.
Nuestro nuevo Padre nos consuela y sana:
"El sana a los quebrantados de corazón, y venda
sus heridas." (Salmo 147:3).
"Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con
todo, el Señor me recogerá." (Salmo 27:10)
"Padre de huérfanos y defensor de viudas es
Dios en su santa morada. Dios hace habitar en familia a los
desamparados" (Salmo 68:5-6).
Acércate a la presencia de Jesús. Lee unos pasajes bíblicos donde Dios expresa su amor y aprecio por ti. Pídele: "Padre, pon esta verdad en lo profundo de mi corazón. Revélame el amor que tienes por mí." También "derrama tu corazón" ante él. Cuéntale todos los problemas, las desilusiones, las afrentas que has sufrido. Sumérgete en el río sanador que sale de la presencia de Dios.
Una salida sana para los sentimientos de ira que regresan
La injusticia siempre produce ira, y esto es normal. Jesús
también estaba enojado cuando se enfrentó con los cambistas en
del templo (Juan 2:13-17), cuando los discípulos impedían a los
niños acercarse a él (Marcos 10:14), y cuando los fariseos le
acusaban por sanar en el día de reposo (Marcos 3:5). El enojo y
la ira en sí no son pecado. Solamente ciertas expresiones
particulares de la ira son pecado. "Airaos, pero
no pequéis" (Efesios 4:26).
La persona en restauración todavía tiene una gran
"carga" de ira que no ha podido salir a la luz.
Mientras que las emociones son liberadas, sale también esta ira a la
luz, y se puede dirigir contra personas que en realidad no tienen
nada que ver con la verdadera ofensa. Aquí está el peligro de
pecar.
En estos momentos hay que reconocer que en realidad estamos
todavía enojados con la persona que nos ha hecho daño. Entonces
no hay razón para dirigir esta ira contra otras personas. En
lugar de ello, tenemos que aprender a expresarla de una manera
apropiada.
Alguna actividad física puede ser de ayuda para bajar la tensión: ir a correr, a hacer ejercicios, etc. Pero esto todavía no trata con la raíz del enojo. La forma más directa sería ir ante Dios y hablarle abiertamente sobre lo que sentimos: "Padre, me siento ahora enojado y ni siquiera sé por qué. Pero sé que me han lastimado mucho en el pasado y que todavía estoy sufriendo de ello. Por favor, hazme sentir tu consuelo y pon nuevamente tu paz en mí." - Otros preferirán anotar lo que sienten en un diario personal. Uno puede también escribir una carta a la persona contra la cual uno está enojado, para decirle todo lo que uno piensa de ella. (No es necesario enviar la carta.)
Llora sobre lo que perdiste - y después déjalo atrás.
La experiencia del abuso es siempre relacionada con pérdidas.
Uno puede haber perdido su integridad personal, su reputación,
su salud, sus amigos, sus bienes materiales. Muy probablemente no
vamos a poder recuperar lo perdido. Pero tampoco podemos pasar
las pérdidas por alto como si nada hubiera sucedido.
Entonces tenemos que pasar por un tiempo de "luto".
Recordamos nuestras pérdidas y lloramos sobre ellas. Pero
después también tenemos que "enterrar a nuestros
muertos" y seguir viviendo. Vendrá un tiempo cuando puedes
aceptar que el pasado no regresa, y puedes nuevamente mirar hacia
adelante.
Asume la responsabilidad por tu vida
Salir en libertad es no solo emocionante; es también
arriesgado. Ser libre significa ser responsable por tus actos. A
veces nos puede parecer más cómodo permanecer
"herido", "cautivo" y
"conquistado", porque eso nos da una excusa por los
errores que cometemos. Hasta la delincuencia, la ineficiencia en
el trabajo y la corrupción se pueden "excusar" con que
"somos un país conquistado, pobre y dependiente". Esta
es la misma excusa como la que presentó Eva ante Dios: "La
serpiente me engañó." En otras palabras: "Yo no
estaba libre; no tenía otra opción."
Además, la vida en dependencia ofrece ciertas seguridades. Si no
tengo libertad, tampoco necesito hacer decisiones. No necesito
exponerme en la luz y decir: "Sí, yo he hecho esto, yo he
decidido aquello, yo he actuado de esta manera..." - En vez
de esto, puedo decir: "Tuve que hacerlo, no hubo otra
opción, es que la vida es así ..."
La libertad significa salir a un espacio amplio, de muchas
posibilidades, pero desconocido. Este temor a lo desconocido
puede impedir para muchos que realmente salgan a la libertad que
se les ofrece.
Pero Dios te ha creado para ser un(a) hijo(a) libre y responsable, no
un esclavo cautivo.
Se cuenta que el ex presidente de Estados Unidos, Harry
Truman, se hizo famoso con un letrero que colgó sobre el
escritorio en su oficina: "La pelota se queda aquí." -
El conocía la tendencia de las personas que trabajan en
instituciones - y también en el gobierno - de "pasar la
pelota", de echar la responsabilidad sobre otros y así
evadir los problemas. En contra de esta tendencia, él dijo con
este letrero a todo el mundo: Yo asumo la responsabilidad.
Esta es la marca de una persona libre. Decídete ya no usar
excusas. La libertad y la responsabilidad van juntos. Asume la
responsabilidad de hacer decisiones. Asume la responsabilidad de
hacer cambios en tu vida; de escoger tu propio estilo de vida.
Asume la responsabilidad de ayudar a otros. Y atrévete a asumir
la responsabilidad de tus errores, a ya no echar la culpa sobre
otros, sino enmendar tú mismo lo que puedes enmendar. Eso no
disminuye tu valor como persona; al contrario: aumenta tu
dignidad.
Hijos del Altísimo - http://www.altisimo.net -