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Primera exposición: El calvinismo como cosmovisión

Un viajero del viejo continente europeo, al desembarcar en las orillas de este Nuevo Mundo, se siente como dice el salmista, que "Sus pensamientos se amontonan sobre él como una multitud." En comparación con los remolinos de las aguas de vuestro nuevo río de vida, el río viejo en el cual se estaba moviendo parece casi congelado y opaco; y aquí, en suelo americano, se da cuenta por primera vez de tantas potencias divinas, que estaban escondidas en el seno de la humanidad desde nuestra misma creación, pero que nuestro viejo mundo estaba incapaz de desarrollar, y que ahora empiezan a revelar su esplendor interior, prometiendo un tesoro todavía más rico de sorpresas para el futuro.

Sin embargo, Uds. no me pedirán olvidar la superioridad que el Viejo Mundo todavía puede reclamar, en muchos aspectos, ante vuestros ojos, como también ante los míos. La vieja Europa lleva aun ahora un pasado histórico más largo, y por tanto está delante de nosotros como un árbol arraigado más profundamente, escondiendo entre sus hojas algunos frutos más maduros de la vida. Ustedes están todavía en su primavera; nosotros pasamos nuestro otoño; ¿y no tiene la cosecha del otoño un encanto particular?

Pero aunque, por otro lado, yo admito completamente la ventaja que tienen Uds. por el hecho de que el tren de la vida viaja con Uds. tanto más rápidamente que con nosotros, dejándonos millas y millas atrás, - siempre sentimos ambos que la vida en la vieja Europa no es algo separado de la vida de aquí; es la misma corriente de la existencia humana que fluye por ambos continentes.

Por nuestro origen común, ustedes podrían llamarnos hueso de vuestros huesos, - nosotros sentimos que ustedes son carne de nuestra carne, y aunque Uds. nos sobrepasan de la manera más desalentadora, Uds. nunca olvidarán que la cuna histórica de vuestra juventud maravillosa se encontraba en nuestra vieja Europa, y que fue mecida muy tiernamente en mi entonces poderosa patria.

Además, aparte de esta herencia común, hay otro factor que, frente a una diferencia aún más grande, continuaría uniendo vuestros intereses y los nuestros. Mucho más precioso para nosotros que el desarrollo de la vida humana, es la corona que la ennoblece, y esta noble corona de la vida para Uds. y para nosotros se encuentra en el nombre de Cristiano. Esta corona es nuestra herencia común. No fue de Grecia o Roma de donde originó la regeneración de la vida humana, - esta metamorfosis poderosa data de Belén y del Calvario; y si la Reforma, en un sentido más específico, reclama el amor de nuestros corazones, es porque ella despejó las nubes del sacerdotalismo, y reveló nuevamente a plena vista las glorias de la cruz. Pero, en oposición mortal contra este elemento cristiano, contra el mismo nombre de Cristiano, y contra su influencia saludable en cada esfera de la vida, la tormenta del modernismo se ha levantado ahora con una intensidad violenta.

En 1789 llegó el momento crítico.

El grito loco de Voltario, "¡Aplasten al infame!", apuntaba a Cristo mismo, pero este grito era solamente la expresión del pensamiento más escondido del cual se originó la Revolución Francesa. El grito fanático de otro filósofo, "Ya no necesitamos a ningún dios", y el shibbolet odioso: "Ningún dios, ningún maestro" de la Convención; - estas eran las consignas sacrílegas que en aquel tiempo heraldeaban la liberación del hombre como una emancipación de toda autoridad divina. Y si en Su sabiduría impenetrable, Dios empleó la revolución como un medio para volcar la tiranía de los burbones, y para traer un juicio sobre los príncipes que abusaron de Sus naciones como el estrado de los pies de ellos, sin embargo, el principio de aquella revolución permanece enteramente anti-cristiano, y se ha extendido desde entonces como un cáncer, disolviendo y minando todo lo que estaba firme y consistente ante nuestra fe cristiana.

No hay duda entonces de que la cristiandad está en peligros grandes y serios. Dos cosmovisiones están luchando uno con el otro, en combate mortal. El modernismo tiene que edificar un mundo propio desde los datos del hombre, y tiene que construir al mismo hombre desde los datos de la naturaleza; mientras, por el otro lado, todos aquellos que reverentemente doblan las rodillas ante Cristo y le adoran como el Hijo del Dios viviente, y ante Dios mismo, se afanan por salvar la "herencia cristiana". Esta es la lucha en Europa, esta es la lucha en América, y esta es también la lucha por los principios en los cuales mi propio país está involucrado, y por los cuales yo mismo he estado gastando toda mi energía por casi cuarenta años.

En esta lucha, la apologética no nos ha hecho avanzar ni un solo paso. Los apologistas empezaron invariablemente con abandonar el parapeto asaltado, para atrincherarse cobardemente detrás de él.

Desde el principio, por tanto, me dije a mí mismo: Si la batalla debe ser peleada con honor y con una esperanza de victoria, entonces un principio tiene que ser levantado contra un principio; entonces debemos sentir que en el modernismo nos asalta la gran energía de una cosmovisión que abarca todo; entonces tenemos que entender también que tenemos que fundamentarnos en una cosmovisión de igual poder y alcance amplio. Y esta poderosa cosmovisión no la necesitamos inventar ni formular nosotros mismos, sino tenemos que tomar y aplicarla tal como se presenta a sí misma en la historia. Tomado así, yo encontré y confesé, y sigo manteniendo, que esta manifestación del principio cristiano nos es dada en el calvinismo. En el calvinismo, mi corazón encontró descanso. Del calvinismo saqué la inspiración para asumir mi posición, firme y resueltamente, en medio de este gran conflicto de principios. Y por tanto, cuando fui invitado muy honorablemente por vuestra facultad para dar las "exposiciones Stone" de este año, no pude vacilar ni un momento en cuanto a mi elección del tema "Calvinismo", como la única defensa decisiva, legal y consistente para las naciones protestantes en contra del modernismo penetrante y abrumador.

Permítanme, por tanto, en seis exposiciones, hablarles acerca del calvinismo.

1. Sobre el calvinismo como una cosmovisión;

2. sobre el calvinismo y la religión;

3. sobre el calvinismo y la política;

4. sobre el calvinismo y la ciencia;

5. sobre el calvinismo y las artes;

6. sobre el calvinismo y el futuro.


¿Qué entendemos con "calvinismo"?

La claridad en la presentación demanda que en esta primera exposición, yo empiece con fijar la concepción del calvinismo históricamente. Para prevenir malentendidos, tenemos que saber primeramente qué no debemos, y qué sí debemos entender con ello. Empezando entonces con el uso corriente del término, encuentro que de ninguna manera es el mismo en diferentes países y en diferentes esferas de la vida. El nombre de calvinista se usa en nuestros tiempos como un nombre sectario. Este no es el caso en países protestantes, pero sí en países católico romanos, especialmente en Hungría y en Francia. En Hungría, las iglesias reformadas tienen una membresía de unos dos millones y medio, y en la prensa tanto católica como judía de aquel país, sus miembros son constantemente estigmatizados por el nombre no oficial de "calvinistas", el cual se aplica incluso a aquellos que se han despojado de toda simpatía hacia la fe de sus padres. El mismo fenómeno se presenta en Francia, especialmente en el sur, donde "calvinista" es más enfáticamente todavía un estigma sectario, el cual no se refiere a la fe o a la confesión de la persona estigmatizada, sino que se pone simplemente sobre todo miembro de las iglesias reformadas, aunque sea un ateo. Jorge Thiebaud, conocido por su propaganda antisemita, hizo revivir al mismo tiempo el espíritu anti-calvinista en Francia, y aun en el caso Dreyfus, "judíos y calvinistas" fueron acusados por él como las dos fuerzas antinacionales.

Directamente opuesto a esto es el segundo uso de la palabra calvinismo, y a este le llamo el uso confesional. En este sentido, un calvinista es representado exclusivamente como el que suscribe a voz alta la doctrina de la predestinación. Aquellos que desaprueban esta fuerte adhesión a la doctrina de la predestinación, cooperan con los polémicos romanistas, en que al llamarte "calvinista", te representan como una víctima de estrechez dogmática; y lo que es aun peor, como un peligro para la seriedad de la vida moral. Este es un estigma tan ofensivo que teólogos como Hodge, que de plena convicción eran defensores de la predestinación, y consideraron una honra el ser calvinistas, preferían hablar de agustinismo en vez de calvinismo.

El título denominacional de algunos bautistas y metodistas indica un tercer uso del nombre de calvinista. Nadie menos que Spurgeon pertenecía a una clase de bautistas en Inglaterra que se llaman "Bautistas calvinistas", y los metodistas de Whitefield en Gales llevan hasta hoy el nombre de "Metodistas calvinistas". Entonces aquí también la palabra indica una diferencia confesional, pero se aplica como un nombre para unas denominaciones especiales de la iglesia. Sin duda, Calvino mismo hubiera criticado muy severamente esta práctica. Durante su vida, ninguna iglesia reformada jamás soñó con nombrar la iglesia de Cristo según algún hombre. Los luteranos hicieron esto, pero las iglesias reformadas nunca.

Pero más allá de este uso sectario, confesional, y denominacional, del nombre de "calvinista", sirve además, en cuarto lugar, como un nombre científico, sea en un sentido histórico, filosófico, o político. Históricamente, el nombre de calvinismo indica el canal en el cual se movía la reforma, en cuanto no era ni luterana, ni anabaptista, ni sociniana. En el sentido filosófico, entendemos con calvinismo aquel sistema de conceptos que se levantó a dominar las diferentes esferas de la vida, bajo la influencia de la mente maestra de Calvino. Y como nombre político, el calvinismo indica aquel movimiento político que garantizó la libertad de las naciones en política constitucional; primero en Holanda, después en Inglaterra, y desde el fin del último siglo en Estados Unidos. En este sentido científico, el nombre de calvinismo es especialmente corriente entre los eruditos alemanes. Y esta no es solamente la opinión de aquellos que tienen simpatías calvinistas, sino también los eruditos que han abandonado todo estándar confesional del cristianismo, sin embargo atribuyen este significado profundo al calvinismo. Esto aparece en el testimonio de tres de nuestros mejores científicos. El primero de ellos, el Dr.Robert Fruin, declara que: "El calvinismo llegó a los Países Bajos consistiendo en un sistema lógico acerca de la divinidad, un orden eclesiástico democrático particular, empujado por un sentido severamente moral, y tan entusiasta por la moral como por la reforma religiosa de la humanidad." - Otro historiador, que manifestaba aun más abiertamente sus simpatías racionalistas, escribe: "El calvinismo es la forma más elevada de desarrollo que alcanzó el principio religioso y político en el siglo XVI." Y una tercera autoridad admite que el calvinismo ha liberado a Suiza, los Países Bajos, e Inglaterra; y que en los Padres Peregrinos proveyó el impulso para la prosperidad de los Estados Unidos. De manera parecida, Bancroft, entre Uds, admitió que el calvinismo "tiene una teoría de ontología, de ética, de felicidad social, y de libertad humana, todo derivado de Dios."

Solo en este último sentido, estrictamente científico, deseo hablarles sobre el calvinismo como una tendencia general independiente, que desde un principio madre particular desarrolló una forma independiente tanto para nuestra vida como para nuestro pensamiento entre las naciones de Europa Occidental y Norteamérica.

El dominio del calvinismo es de hecho mucho más amplio de lo que nos haría suponer la interpretación confesional estrecha. La aversión contra llamar la iglesia según un hombre, dio lugar a que en Francia los protestantes fueron llamados "hugonotes", en los Países Bajos "mendigos", en Gran Bretaña "puritanos" y "presbiterianos", y en Norteamérica "padres peregrinos"; pero todos estos productos de la Reforma en vuestro continente y el nuestro, eran de origen calvinista.

Pero la extensión del dominio calvinista no debe limitarse a estas manifestaciones más puras. Nadie aplica una regla tan exclusiva al cristianismo. Dentro de sus fronteras no incluimos solamente a Europa Occidental, sino también a Rusia, los países de los Balcanes, Armenia, e incluso el imperio de Menelic en Abisinia. Por tanto es justo que incluyamos en el ámbito calvinista también a aquellas iglesias que han divergido más o menos de sus formas más puras. En sus 39 artículos, la Iglesia de Inglaterra es estrictamente calvinista, aunque en su jerarquía y liturgia ha abandonado los caminos rectos, y se encontró con los resultados serios de este desvío en el puseyismo y el ritualismo. La confesión de los Independientes era igualmente calvinista, aunque en su concepción de la Iglesia la estructura orgánica fue quebrantada por el individualismo. Y si bajo el liderazgo de Wesley la mayoría de los metodistas se opusieron a la interpretación teológica del calvinismo, sin embargo es el mismo espíritu calvinista que creó esta reacción espiritual contra la vida eclesiástica petrificante de aquellos tiempos. En cierto sentido, por tanto, podemos decir que el campo entero que fue cubierto por la Reforma, en cuanto no era luterana ni sociniana, fue dominado en principio por Calvino. Incluso los bautistas pidieron abrigo bajo las tiendas de los calvinistas. Es el carácter libre del calvinismo que permitió estos diferentes matices, y las reacciones contra sus excesos. Por su jerarquía, el romanismo es y permanece uniforme. El luteranismo debe su unidad y uniformidad similar al ascenso del príncipe, cuya relación con la iglesia es la de "summus episcopus" y su "ecclesia docens". El calvinismo, por otro lado, que no establece ninguna jerarquía eclesiástica, y ninguna interferencia magisterial, pudo desarrollarse en muchas y variadas formas, por supuesto corriendo el peligro de la degeneración, y provocando todo tipo de reacciones parciales. Con el libre desarrollo de la vida, como fue la intención del calvinismo, tuvo que aparecer la distinción entre un centro, con su plenitud y pureza de vitalidad y fuerza, y una ancha circunferencia con sus declinaciones amenazantes. Pero en este mismo conflicto entre un centro más puro y una circunferencia menos pura, el calvinismo garantizó la obra constante de su espíritu.

Habiendo entendido esto, el calvinismo está arraigado en una forma de religión particular; y desde esta conciencia religiosa específica se desarrolló primeramente una teología específica, después un orden especial de la iglesia, y después una forma dada para la vida política y social, para la interpretación del orden moral del mundo, para la relación entre naturaleza y gracia, entre el cristianismo y el mundo, entre la iglesia y el estado, y finalmente para las artes y la ciencia; y en medio de todas estas manifestaciones de vida permaneció siempre el mismo calvinismo, en cuanto todos estos desarrollos surgieron simultáneamente y espontáneamente desde su principio más profundo de vida. En esta medida, el calvinismo está en una línea con estos otros grandes complejos de vida humana, conocidos como paganismo, islamismo y romanismo, por lo cual distinguimos cuatro mundos completamente diferentes en el único mundo de la vida humana. Y si, hablando precisamente, debiésemos coordinar el cristianismo y no el calvinismo con el paganismo y el islamismo, sin embargo es mejor poner el calvinismo en una línea con ellos, porque el calvinismo pretende incorporar la idea cristiana de manera más pura y correcta que el romanismo o el luteranismo. En el mundo griego de Rusia y los estados de los Balcanes, el elemento nacional sigue dominando, y por tanto la fe cristiana en aquellos países todavía no fue capaz de producir una forma propia de vida desde las raíces de su ortodoxia mística. En los países luteranos, la interferencia del magistrado impidió la obra libre del principio espiritual. Por tanto, solamente del romanismo se puede decir que incorporó sus pensamientos sobre la vida en un mundo de conceptos y expresiones propias. Pero al lado del romanismo, y en oposición contra él, el calvinismo apareció, no solamente para crear una forma diferente de iglesia, sino una forma completamente diferente para la vida humana, para proveer la sociedad humana con un método de existencia diferente, y para poblar el mundo del corazón humano con ideales y conceptos diferentes.

No debe sorprendernos que esto no fue percibido hasta nuestros días, pero ahora es admitido tanto por amigos como por enemigos, en consecuencia de mejores estudios de historia. Se hubiera percibido antes, si el calvinismo hubiera entrado en la vida como un sistema bien construido, y se hubiera presentado como un resultado de estudios. Pero se originó de una manera muy diferente. En el orden de la existencia, la vida es lo primero. Y para el calvinismo, la vida misma era siempre el primer objeto de sus esfuerzos. Hubo demasiado por hacer y por sufrir, para dedicar mucho tiempo al estudio. Lo que dominó era la práctica calvinista en el campo de batalla. Además, las naciones entre las cuales el calvinismo ganó la batalla - como los suizos, los holandeses, los ingleses y los escoceses - no tenían una disposición muy filosófica. Especialmente en aquel tiempo, la vida era espontánea y no calculada; y solo más tarde se convirtió el calvinismo en el objeto de estos estudios especiales donde los historiadores y teólogos trazaron la relación entre los fenómenos calvinistas y la unidad de su principio que abarca todo. Se puede decir incluso que la necesidad de un estudio teorético y sistemático de un fenómeno tan extenso de la vida, surge solamente cuando su primera vitalidad se agotó y cuando se ve obligado a trazar sus límites de manera más exacta para poder mantenerse en el futuro. Y si a esto añadimos el hecho de que el énfasis en reflejar nuestra existencia como unidad en el espejo de nuestra conciencia, es mucho más fuerte en nuestra época filosófica que nunca antes, entonces vemos que tanto las necesidades del presente como la preocupación por el futuro nos obligan a un estudio más profundo del calvinismo.

En la iglesia católica romana, todos saben para qué viven, porque disfrutan conscientemente de la unidad de la cosmovisión romana. También en el islam encontramos el mismo poder de una convicción de la vida, dominada por un solo principio. Solo el protestantismo camina por el desierto sin meta ni dirección, moviéndose por acá y allá sin progresar nada. Esto explica por qué en las naciones protestantes, el panteísmo nacido de la nueva filosofía alemana y en la forma de evolución según Darwin, reclama más y más la supremacía en cada esfera de la vida humana, incluso en la teología, e intenta bajo toda clase de nombres volcar nuestras tradiciones cristianas, y se afana incluso por cambiar la herencia de nuestros padres por un budismo moderno sin esperanza. Las ideas dominantes que surgieron durante la Revolución Francesa al fin del siglo pasado, y en la filosofía alemana durante el siglo presente, forman juntas una cosmovisión que es directamente opuesta al sistema de nuestros padres. Sus luchas eran por la gloria de Dios y un cristianismo purificado; el movimiento presente libra su guerra por la gloria del hombre, inspirado no por el espíritu humilde del Calvario, sino por el orgullo de la adoración de héroes. ¿Y por qué estamos nosotros, los cristianos, tan débiles frente a este modernismo? ¿Por qué hemos constantemente perdido terreno? Simplemente porque nos falta una igual unidad en el concepto de la vida, la cual solamente podría capacitarnos con una energía irresistible para repeler al enemigo en la frontera. Esta unidad en el concepto de la vida, sin embargo, no la encontraremos en un concepto difuso de protestantismo que se tuerce, como lo hace, en todo tipo de tortuosidades; sino la encontraremos en este proceso histórico poderoso que en la forma del calvinismo cavó un canal propio para el río poderoso de su vida. Solo por medio de esta unidad de concepción, como existe en el calvinismo, Uds. en América y nosotros en Europa podríamos ser capacitados una vez más para asumir nuestra posición, aparte del romanismo, en la oposición contra el panteísmo moderno. Sin esta unidad en cuanto al punto de partida y la cosmovisión, perderemos nuestro poder de mantener nuestra posición independiente, y nuestra fuerza para resistir disminuirá.


El calvinismo y la relación con Dios

Los intereses supremos están en juego aquí; por tanto, no podemos aceptar sin una prueba más positiva, el hecho de que el calvinismo realmente nos provee con una tal unidad de la cosmovisión; y pedimos pruebas de que el calvinismo no es un fenómeno parcial, ni era un fenómeno tan solo temporal, sino que es un sistema tan extenso de principios, que con sus raíces en el pasado, es capaz de fortalecernos en el presente y llenarnos con confianza para el futuro. Por tanto tenemos que preguntar primero cuáles son las condiciones requeridas para una cosmovisión tan general, como el paganismo, el islamismo, el romanismo y el modernismo; y después demostrar que el calvinismo realmente cumple estas condiciones.

Estas condiciones demandan en primer lugar, que desde un principio especial se obtenga un conocimiento particular en cuanto a las tres relaciones fundamentales de la vida humana, o sea, (1) nuestra relación con Dios, (2) nuestra relación con el hombre, y (3) nuestra relación con el mundo.

Entonces, la primera condición demanda que un tal sistema de la vida encuentre su punto de partida en una interpretación especial de nuestra relación con Dios. Esto no es por casualidad, sino imperativo. Si una tal acción debe poner su sello sobre nuestra vida entera, entonces tiene que partir desde aquel punto en nuestra conciencia donde nuestra vida todavía no es dividida, sino consiste en una unidad, - no en las ramas que se extienden, sino en la raíz de la cual brotan las ramas. Este punto, por supuesto, se encuentra en la antítesis entre todo lo que es finito en nuestra vida humana, y lo infinito que se encuentra más allá de ella. Solamente allí encontramos la fuente común, de la cual surgen y se separan los diferentes ríos de nuestra vida humana. Personalmente es nuestra experiencia repetida que en las profundidades de nuestro corazón, donde nos mostramos abiertamente ante el Eterno, todos los rayos de nuestra vida convergen como en un solo foco; y solamente allí adquieren nuevamente esta armonía que perdemos con tanta frecuencia y tan dolorosamente en el afán de los deberes diarios. En la oración está no solamente nuestra unión con Dios, sino también la unidad de nuestra vida personal. Por tanto, aquellos movimientos históricos que no surgen de esta fuente más profunda, son siempre parciales y pasajeros; y solamente aquellos hechos históricos que surgieron de estas profundidades de la existencia personal del hombre, abarcan lo entero de la vida y tienen la permanencia requerida.

Esto era el caso en el paganismo, cuya forma más general se conoce por el hecho de que asume y adora a Dios en la criatura. Esto se aplica al animismo más primitivo, como también al budismo más desarrollado. El paganismo no se eleva hasta el concepto de un Dios que existe de manera independiente más allá y por encima de la criatura. Pero incluso en esta forma imperfecta, su punto de partida es una interpretación definida de la relación entre lo infinito y lo finito; y de allí obtiene su poder para producir una forma acabada para la sociedad humana. Simplemente porque posee este punto de partida significante, fue capaz de producir una forma propia para la vida humana entera.

Lo mismo se aplica al islamismo, el cual se caracteriza por su ideal puramente anti-pagano, cortando todo contacto entre la criatura y Dios. Mahoma y el Corán son los nombres históricos, pero en su naturaleza la Media Luna es la única antítesis absoluta contra el paganismo. El islam aísla a Dios de la criatura, para evitar toda mezcla entre Dios y la criatura. Como un antípoda, el islam posee una tendencia igualmente extensa, y fue también capaz de originar un mundo de vida humana completamente peculiar.

Lo mismo es el caso en el romanismo. Allí también, la tiara papal, la jerarquía, la misa, etc, son nada más que el resultado de un solo pensamiento fundamental: que Dios entra en una relación con la criatura por medio de un enlace místico, el cual es la Iglesia - no en el sentido de un organismo místico, sino como una institución visible, palpable, y tangible. Allí la Iglesia se encuentra entre Dios y el mundo, y hasta donde fue capaz de adoptar el mundo e inspirarlo, el romanismo también creó una forma propia para la sociedad humana.

Y ahora, al lado de y en oposición contra estos tres, el calvinismo asume su posición con un pensamiento fundamental que es igualmente profundo. No busca a Dios en la criatura, como el paganismo; ni aísla a Dios de la criatura, como el islamismo; ni interpone una comunión mediata entre Dios y la criatura, como lo hace el romanismo; sino proclama el pensamiento exaltado que Dios, aunque se encuentra en su majestad muy por encima de la criatura, entra en una relación inmediata con la criatura, bajo la forma de Dios el Espíritu Santo. Este es incluso el corazón y núcleo de la confesión calvinista de la predestinación. Hay comunión con Dios, pero solamente en entero acuerdo con su decreto de paz desde toda la eternidad. Entonces no hay ninguna gracia aparte de aquella que nos llega inmediatamente desde Dios. En cada momento de nuestra existencia, nuestra vida espiritual entera descansa en Dios mismo. El "Deo Soli Gloria" no era el punto de partida, sino el resultado; y la predestinación fue mantenida inexorablemente, no para separar al hombre del hombre, ni en el interés de un orgullo personal, sino para garantizarnos desde la eternidad hasta la eternidad una comunión directa e inmediata con el Dios Viviente. Por tanto, la oposición contra Roma se dirigió con el calvinista primeramente contra una iglesia que se interpuso a sí misma entre el alma y Dios. La iglesia no consistía en un oficio, ni en una institución independiente: los creyentes mismos eran la iglesia, en cuanto por fe estaban en comunión con el Todopoderoso.

Entonces, como en el paganismo, el islamismo y el romanismo, encontramos también en el calvinismo esta interpretación propia, definida, de la relación fundamental entre el hombre y Dios, que se requiere como primera condición para una verdadera cosmovisión.



Por mientras voy a anticipar dos objeciones. En primer lugar, uno podría preguntar si no estoy reclamando honores por el calvinismo que pertenecen al protestantismo en general. Mi respuesta es negativa. Cuando reclamo para el calvinismo el honor de haber restablecido la comunión directa con Dios, no estoy subestimando el significado general del protestantismo. En el dominio protestante, en el sentido histórico, solo el luteranismo está al lado del calvinismo. No quiero quedarme detrás de nadie en mis alabanzas de la iniciativa heroica de Lutero. Fue en su corazón, más que en el corazón de Calvino, donde se peleó el conflicto amargo que llevó a la brecha histórica. Lutero puede ser interpretado sin Calvino, pero no Calvino sin Lutero. En gran medida, Calvino entró en la cosecha de lo que el héroe de Wittenberg había sembrado. Pero cuando se hace la pregunta: ¿Quién tuvo el entendimiento más claro del principio reformador, lo elaboró más completamente y lo aplicó de la manera más extensa? - entonces la historia señala al pensador de Ginebra y no al héroe de Wittenberg. Tanto Lutero como Calvino lucharon por una comunión directa con Dios; pero Lutero lo tomó del lado subjetivo, antropológico, y no del lado objetivo, cosmológico, como lo hizo Calvino. El punto de partida de Lutero fue el principio especial-soteriológico de la fe que justifica; mientras el principio mucho más extenso de Calvino estuvo en el principio general cosmológico de la soberanía de Dios. Como resultado natural de ello, Lutero también siguió considerando a la iglesia como el "maestro" representativo y autoritativo que se interponía entre Dios y el creyente; mientras Calvino era el primero que buscaba la iglesia en los creyentes mismos. Hasta donde podía, Lutero seguía apoyándose en el punto de vista romano acerca de los sacramentos, y en el culto romano; mientras Calvino era el primero en dibujar la línea que se extiende inmediatamente de Dios al hombre, y del hombre a Dios. Además, en todos los países luteranos, la Reforma se originó desde los príncipes y no desde el pueblo, y por tanto pasó debajo del poder del magistrado, el cual asumió su posición oficial en la iglesia como su sumo obispo, y por tanto fue incapaz de cambiar la vida social o política de acuerdo con su principio. El luteranismo se restringió a sí mismo a un carácter exclusivamente eclesiástico y teológico, mientras el calvinismo puso su sello dentro y fuera de la iglesia sobre todo departamento de la vida humana. Por tanto, en ninguna parte se habla del luteranismo como el creador de una forma peculiar de vida; aún el nombre de "luteranismo" se menciona casi nunca; mientras los estudiantes de historia reconocen con una unanimidad creciente al calvinismo como el creador de un mundo enteramente propio de vida humana.

La segunda objeción es esta: Si es cierto que cada forma general del desarrollo de la vida tiene que tener su punto de partida en una interpretación particular de nuestra relación con Dios - ¿entonces cómo explicamos que el modernismo también llevó a un tal concepto general, aunque se originó en la Revolución Francesa, la cual por principio rompió con toda religión? - La pregunta se responde a sí misma. Si excluimos de nuestros conceptos todo reconocimiento del Dios Viviente, como lo implica el grito "Ningún dios ni maestro", ciertamente llevamos al frente una interpretación propia y claramente definida de nuestra relación con Dios. Un gobierno que retira a su embajador y rompe toda comunión regular con algún otro país, declara con ello que su relación con el gobierno de este país es tensa, lo que generalmente desemboca en una guerra. Este es el caso aquí. Los líderes de la Revolución Francesa, al no conocer ninguna relación con Dios excepto aquella que existía por la mediación de la iglesia romana, aniquilaron toda relación con Dios porque quisieron aniquilar el poder de la iglesia; y como resultado declararon la guerra a toda confesión religiosa. Pero esto, por supuesto, implica una interpretación fundamental y especial de nuestra relación con Dios. Esta era la declaración que desde ahora Dios era considerado como un poder hostil, o incluso como muerto, aunque todavía no para el corazón, pero por lo menos para el Estado, para la sociedad y para la ciencia. De cierto, al pasar de Francia a Alemania, el modernismo no se pudo contentar con una mera negación; el resultado demuestra como desde aquel momento se vistió o de panteísmo o de agnosticismo; pero bajo cualquiera de estos disfraces mantuvo la expulsión de Dios de la vida práctica y teorética, y su enemistad contra el Dios Trino siguió su curso.

Por tanto yo mantengo que es la interpretación de nuestra relación con Dios lo que domina cada cosmovisión general, y que para nosotros este concepto es dado en el calvinismo, gracias a su interpretación fundamental de una comunión inmediata de Dios con el hombre y del hombre con Dios. A esto yo añado que el calvinismo nunca inventó ni concibió esta interpretación fundamental, sino que Dios mismo la implantó en los corazones de sus héroes y sus heraldos. No nos enfrentamos aquí con el producto de un intelectualismo astuto, sino con el fruto de una obra de Dios en el corazón; o, si Ud. desea, con una inspiración de la historia. ¡Este punto tiene que ser enfatizado! El calvinismo nunca quemó su incienso sobre el altar de algún genio, no erigió ningún monumento a sus héroes, apenas los llama con nombre. Solo una piedra en un muro en Ginebra permanece como recuerdo de Calvino. Su misma tumba es olvidada. ¿Fue esto ingratitud? De ninguna manera. Pero si Calvino fue apreciado, aun en los siglos XVI y XVII la impresión estaba viva de que era uno más grande que Calvino, Dios mismo, quien había hecho allí Su obra. Por tanto, ningún movimiento general en la vida es tan libre de una concertación deliberada; ninguno tan inconvencional en su manera de extensión. Simultáneamente, el calvinismo se levantó en todos los países de Europa Occidental. Y no apareció en estas naciones porque la Universidad estaba en su vanguardia, ni porque unos eruditos guiaban al pueblo, ni porque un magistrado se puso a su cabeza; sino se levantó desde los corazones del pueblo mismo, con tejedores y campesinos, con comerciantes y siervos, con mujeres y jóvenes; y en cada instante exhibió la misma característica: una fuerte seguridad de la Salvación eterna, no solo sin la intervención de la iglesia, sino incluso en oposición contra la iglesia. El corazón humano había llegado a la paz eterna con su Dios: fortalecido por esta compañía divina, descubrió su llamado santo y sublime a consagrar cada departamento de la vida y toda energía a disposición de la gloria de Dios; y entonces, cuando estos hombres y mujeres que se habían convertido en participantes de esta vida divina, fueron obligados a abandonar su fe, resultó imposible que pudieron habido negado a su Señor; y miles y miles fueron quemados en la hoguera, no quejándose, sino exaltando a Dios, con gratitud en sus corazones y salmos en sus labios. Calvino no era el autor de esto, sino Dios quien por medio de Su Santo Espíritu había obrado en Calvino lo que había obrado en ellos. Calvino no estaba por encima de ellos, sino como un hermano a su lado, compartiendo con ellos la bendición de Dios. De esta manera, el calvinismo llegó a su interpretación fundamental de una comunión inmediata con Dios, no porque Calvino lo hubiera inventado, sino porque en esta comunión inmediata Dios mismo concedió a nuestros padres un privilegio; y Calvino era solamente el primero que claramente se dio cuenta de ello. Esta es la gran obra del Espíritu Santo en la historia, por la cual el calvinismo fue consagrado, y que nos interpreta su energía maravillosa.

Hay tiempos en la historia cuando el pulso de la vida religiosa es débil; pero en otros tiempos su latido es resonante, y esto fue el caso en el siglo XVI en las naciones de Europa Occidental. El asunto de la fe dominaba cada actividad en la vida pública. La historia de aquellos tiempos nuevos parte de esta fe, igual como la historia de nuestros tiempos parte de la incredulidad de la Revolución Francesa. No podemos decir a qué ley obedece este movimiento de la vida religiosa, pero es evidente que hay una tal ley, y que en los tiempos de alta tensión religiosa la obra del Espíritu Santo en los corazones es irresistible; y esta gran obra interior de Dios fue la experiencia de nuestros calvinistas, puritanos y padres peregrinos. No sucedió en todos los individuos en el mismo grado, porque nunca es así en ningún gran movimiento; pero aquellos que formaron el centro de la vida en aquellos tiempos, que eran los promotores de este cambio poderoso, ellos experimentaron este poder superior al máximo; y ellos eran hombres y mujeres de cada clase de la sociedad y de cada nacionalidad, que por Dios mismo fueron admitidos en la comunión con la majestad de Su ser eterno. Gracias a esta obra de Dios en el corazón, la persuasión de que el todo de la vida de un hombre tiene que ser vivido como en la presencia de Dios, fue la idea fundamental del calvinismo. Por esta idea decisiva, o mejor dicho por este hecho poderoso, el calvinismo se dejó controlar en cada departamento de su dominio entero. Es de este pensamiento que surgió la cosmovisión del calvinismo que abarca todo.


El calvinismo y la relación del hombre con el hombre

Esto nos lleva a la segunda condición, con la cual cada movimiento profundo tiene que cumplir para que se cree una cosmovisión: una interpretación fundamental propia tocante a la relación del hombre con el hombre. Como estamos frente a Dios es la primera, y como estamos frente al hombre es la segunda pregunta principal que decide sobre la tendencia y la construcción de nuestra vida. No hay ninguna uniformidad entre los hombres, sino una multiformidad infinita. En la creación misma se estableció la diferencia entre mujer y hombre. Los dones y talentos físicos y espirituales hacen que cada persona sea diferente de otra. Las generaciones pasadas y nuestra propia vida personal crean distinciones. La posición social del rico y del pobre difieren mucho. Ahora, estas diferencias son debilitadas o acentuadas de una manera especial por cada cosmovisión consistente, y el paganismo y el islamismo, el romanismo y el modernismo, y también el calvinismo, todos han asumido su posición en este asunto de acuerdo con su principio primordial.

Si, como declara el paganismo, Dios mora en la criatura, entonces se exhibe una superioridad divina en todo lo que es alto entre los hombres. De allí vienen sus semidioses, la adoración a los héroes, y finalmente sus sacrificios sobre el altar del Divus Augustus. Por el otro lado, todo lo que es inferior es considerado como sin Dios, lo que hizo surgir los sistemas de castas en India y Egipto, y la esclavitud en cualquier otro lugar, poniendo al hombre en una sujeción bajo su prójimo.

En el islamismo, que sueña de su paraíso de houries, la sensualidad usurpa una autoridad pública, y la mujer es la esclava del hombre, igual como el kafir(incrédulo) es el esclavo del musulmán.

El romanismo, teniendo sus raíces en suelo cristiano, supera el carácter absoluto de la distinción y la vuelve relativa, para interpretar cada relación del hombre al hombre jerárquicamente. Hay una jerarquía entre los ángeles de Dios, una jerarquía en la iglesia de Dios, y así también una jerarquía entre los hombres; lo que lleva a una interpretación enteramente aristócrata de la vida como incorporación del ideal.

Finalmente el modernismo, que niega y aniquila cada diferencia, no puede descansar hasta que haya convertido a la mujer en hombre y al hombre en mujer, y poniendo toda distinción en un nivel común, mata la vida al ponerla bajo la proscripción de la uniformidad. Un solo tipo tiene que responder por todos, un solo uniforme, una sola posición, y uno y el mismo desarrollo de la vida; y todo lo que vaya más allá y por encima de ello, es considerado como un insulto de la conciencia común.

De la misma manera, el calvinismo derivó de su relación fundamental con Dios una interpretación propia de la relación del hombre con el hombre, y esta es la única relación verdadera que desde el siglo XVI ha ennoblecida la vida social. Si el calvinismo pone nuestra entera vida humana inmediatamente ante Dios, entonces sigue que todos, hombres o mujeres, ricos o pobres, débiles o fuertes, aburridos o talentosos, como criaturas de Dios y como pecadores perdidos, no tienen ningún derecho de enseñorearse unos de los otros, y estamos como iguales ante Dios, y en consecuencia iguales de hombre a hombre. Por tanto no podemos reconocer ninguna distinción entre los hombres, aparte de aquellas que han sido impuestas por Dios mismo, en cuanto Él dio a uno autoridad sobre el otro, o enriqueció a uno con más talentos que al otro, para que el hombre con más talentos sirva al que tiene menos, y en él le sirva a su Dios. Por tanto, el calvinismo condena no solamente toda esclavitud abierta y sistemas de casta, sino también toda esclavitud encubierta de la mujer y del pobre; es opuesto a toda jerarquía entre los hombres; no tolera a ninguna aristocracia excepto aquella que sea capaz, sea en persona o en familia, por la gracia de Dios, de exhibir una superioridad de carácter o talento, y de demostrar que no reclama esta superioridad para engrandecerse a sí mismo ni por orgullo ambicioso, sino para invertirla en el servicio de Dios. Así tuvo que encontrar el calvinismo su expresión en la interpretación democrática de la vida; en proclamar la libertad de las naciones; y en no descansar hasta que tanto política como socialmente cada persona, simplemente por el hecho de ser humano, sea reconocida, respetada y tratada como una criatura creada según la semejanza de Dios.

Esto no era un producto de la envidia. No era el hombre de clase baja que redujo a su superior a su propio nivel para usurpar la posición más alta, sino que eran todos los hombres arrodillados juntamente a los pies del Santo de Israel. Por eso, el calvinismo no rompió repentinamente con el pasado. Igual como el cristianismo en su etapa temprana no abolió la esclavitud, pero la minó por un juicio moral, así también el calvinismo permitió la continuidad provisional de las condiciones de jerarquía y aristocracia como tradiciones pertenecientes a la Edad Media. Guillermo de Orange no fue acusado por ser un príncipe de linaje real; él fue honrado más por ello. Pero por dentro, el calvinismo modificó la estructura de la sociedad, no por la envidia entre las clases, ni por una estima indebida por las posesiones de los ricos, sino por una interpretación más seria de la vida. Por medio de un mejor trabajo y un desarrollo más elevado del carácter, la clase media y trabajadora provocaron la nobleza y los ciudadanos más pudientes a celos. Primero mirar a Dios, y después al prójimo, este era el impulso, la mente y la costumbre espiritual que introdujo el calvinismo. Y desde este santo temor a Dios y esta posición unida ante el rostro de Dios, una idea democrática más santa se desarrolló, y continuamente ganó terreno.

Este resultado se consiguió por nada tanto como por la compañía en el sufrimiento. Cuando, aunque leales a la fe romana, los duques de Egmont y de Hoorn subieron al mismo patíbulo donde el trabajador y el tejedor habían sido ejecutados por causa de una fe más noble, la reconciliación entre las clases recibió su confirmación en esta muerte amarga. Por sus persecuciones sangrientas, Alva el aristócrata hizo avanzar el desarrollo del espíritu de la democracia. El haber puesto al hombre en un nivel de igualdad con el hombre, en lo que se refiere a los intereses puramente humanos, esta es la gloria inmortal que pertenece al calvinismo. La diferencia entre ello y el sueño salvaje de igualdad en la Revolución Francesa consiste en que en París se hizo una acción concertada contra Dios, mientras aquí todos, ricos y pobres, estaban en sus rodillas ante Dios, consumidos por un celo común por la gloria de Su nombre.


El calvinismo y la relación con el mundo

La tercera relación fundamental que decide sobre la interpretación de la vida es la relación que tenemos con el mundo. Como declaramos previamente, hay tres elementos principales con los cuales estamos en relación: Dios, el hombre, y el mundo. Habiendo revisado la relación con Dios y con el hombre en la cual nos ubica el calvinismo, nos toca ahora la tercera y última relación fundamental: nuestra actitud hacia el mundo.

Del paganismo se puede decir que tiene una estima demasiado alta del mundo, y entonces tanto está atemorizado por él, como se pierde en él. Por el otro lado, el islamismo tiene una estima demasiado baja del mundo, se burla de él, y triunfa sobre él al estirarse hacia el mundo visionario de un paraíso sensual. Para nuestro propósito no necesitamos decir nada más de ninguno de ellos, porque para la Europa cristiana y para América, la antítesis entre el hombre y el mundo asumió la forma más estrecha de una antítesis entre el mundo y los círculos cristianos. Las tradiciones de la Edad Media dieron origen a esto. Bajo la jerarquía de Roma, la iglesia y el mundo fueron puestos una encima del otro, la primera como siendo santificada y el segundo como estando todavía bajo la maldición. Todo lo que estaba fuera de la iglesia estaba bajo la influencia de los demonios, y el exorcismo expulsó este poder demoniaco de todo lo que vino bajo la protección, influencia e inspiración de la iglesia. Por tanto, en un país cristiano, toda la vida social tenía que ser cubierta por las alas de la iglesia. Los magistrados tenían que ser ungidos y comprometidos confesionalmente; las artes y las ciencias tenían que ser puestas bajo el auspicio y la censura eclesiástica; el comercio tenía que ser atado a la iglesia por los lazos de corporaciones; y desde la cuna hasta la tumba, la vida familiar tenía que estar bajo la guardia eclesiástica. Este era un esfuerzo gigantesco de reclamar el mundo entero para Cristo, pero que trajo necesariamente consigo el juicio más severo sobre cada tendencia de la vida que se retrajo, sea como herético o como demoniaco, de la bendición de la iglesia. Entonces se alistó la hoguera para la bruja y para el herético igualmente, porque por principio ambos estaban bajo la misma proscripción. Y esta teoría fatal se practicó con una lógica férrea, no por crueldad, ni por alguna ambición baja, sino por el propósito exaltado de salvar al mundo cristianizado, o sea, el mundo bajo la sombra de la iglesia. El antídoto consistía en escaparse del mundo, en las órdenes monásticas y clericales, que enfatizaban la santidad en el centro de la iglesia, para pasar por alto con más ligereza los excesos mundanos afuera. Como resultado natural, el mundo corrompió la iglesia, y por su dominio sobre el mundo, la iglesia se convirtió en un obstáculo contra todo desarrollo libre de la vida.

Al aparecer en un estado social dualista, el calvinismo obró un cambio completo en los pensamientos y conceptos. Al ubicarse ante el rostro de Dios, no solamente honró al hombre por ser semejanza de Dios, sino también al mundo por ser creación divina, y puso adelante el gran principio de que hay una gracia particular que obra la Salvación, y una gracia común por la cual Dios mantiene la vida del mundo, relaja la maldición que está sobre él, detiene su proceso de corrupción, y así permite el desarrollo de nuestra vida para glorificarle a Él como Creador. Entonces la iglesia se retiró para no ser nada más ni menos que la congregación de los creyentes, y en cada departamento de la vida, el mundo no fue emancipado de Dios, pero del dominio de la iglesia. Entonces la vida doméstica ganó nuevamente su independencia; el comercio realizó su fuerza en libertad; las artes y ciencias fueron liberadas de toda atadura eclesiástica y restauradas a sus propias inspiraciones; y el hombre empezó a entender como un deber sagrado la sujeción de la naturaleza con sus fuerzas y tesoros escondidos, un deber impuesto por las ordenanzas originales del paraíso: "Señoread en ellos." A partir de ahora, la maldición ya no debía permanecer sobre el mundo en sí, sino sobre lo que es pecaminoso en él; y en vez de la huida monástica del mundo, se enfatiza ahora él deber de servir a Dios en el mundo, en cada posición en la vida. Alabar a Dios en la iglesia y servirle en el mundo fue el impulso inspirador, y en la iglesia uno adquiere la fuerza para resistir la tentación y el pecado en el mundo. Así, la sobriedad puritana iba de la mano con la reconquista de la vida entera en el mundo, y el calvinismo dio el impulso para este nuevo desarrollo que se atrevió a enfrentar el mundo con el pensamiento romano: ni humanus a me alien um puto, pero sin permitirse a ser intoxicado por su copa venenosa.

Especialmente en su antítesis contra el anabaptismo, el calvinismo se exhibe en alto relieve. Es que el anabaptismo adoptó el método opuesto, y en sus esfuerzos de evadir el mundo, confirmó el punto de partida monástico y lo generalizó y lo convirtió en una regla para todos los creyentes. No era desde el calvinismo, sino desde este principio anabaptista, que el acosmismo surgió entre tantos protestantes en Europa Occidental. De hecho, el anabaptismo adoptó la teoría romana, solo con esta diferencia: que ubicó el Reino de Dios en el local de la iglesia, y abandonó la distinción entre los dos estándares morales, uno para el clero y otro para los laicos. Del resto, el punto de vista anabaptista era: (1) que el mundo no bautizado estaba bajo la maldición, por lo que se retrajo de todas las instituciones civiles; y (2) que el círculo de los creyentes bautizados - para Roma, la iglesia; pero para ellos, el Reino de Dios - estaba obligado a tomar toda la vida civil bajo su guardia y a remodelarla; y así Juan de Leyden estableció violentamente su poder sin vergüenza en Munster como el rey de la Nueva Sión, y sus devotos corrieron desnudos por las calles de Amsterdam. Entonces, con las mismas razones con las cuales el calvinismo rechazó la teoría de Roma en cuanto al mundo, rechazó la teoría de los anabaptistas, y proclamó que la iglesia tiene que retirarse nuevamente en su dominio espiritual, y que en el mundo debemos realizar las potencias de la gracia común de Dios.

Así queda demostrado que el calvinismo tiene un propio punto de partida claramente definido para las tres relaciones fundamentales de la existencia humana: nuestra relación con Dios, con el hombre y con el mundo. Para nuestra relación con Dios: una comunión inmediata del hombre con el Eterno, independientemente de sacerdote o iglesia. Para la relación del hombre con el hombre: el reconocimiento del valor humano en cada persona, por ser creado según la semejanza de Dios, y por tanto, de la igualdad de todos los hombres ante Dios. Y para nuestra relación con el mundo: el reconocimiento de que en el mundo entero la maldición es restringida por gracia, que la vida del mundo tiene que ser honrada en su independencia, y que en cada área tenemos que descubrir los tesoros y desarrollar las potencias que Dios escondió en la naturaleza y en la vida humana. Esto justifica plenamente nuestra declaración de que el calvinismo responde debidamente a las tres condiciones nombradas arriba, y por tanto es incontestablemente autorizado a asumir su posición al lado del paganismo, islamismo, romanismo y modernismo, y a reclamar para sí mismo la gloria de poseer un principio bien definido y una cosmovisión que abarca todo.


El significado mundial del calvinismo

Pero esto todavía no es todo. El hecho de que en un círculo dado, el calvinismo formó una interpretación propia de la vida, de la cual tanto en el dominio espiritual como secular se levantó un sistema especial para la vida doméstica y social, justifica su derecho de asegurarse como una formación independiente. Pero esto todavía no le atribuye el honor de haber guiado a la humanidad a un nivel más elevado de desarrollo; y por tanto, esta cosmovisión, hasta donde la hemos considerado, todavía no alcanzó esta posición que únicamente podría darle el derecho de reclamar la energía y devoción de nuestros corazones. En China se puede asegurar con el mismo derecho que el confucianismo produjo una forma propia para la vida en un círculo dado, y que en la raza mongola esta forma de vida descansa sobre una teoría propia. ¿Pero qué hizo China para la humanidad en general, y para el desarrollo continuo de nuestra raza? - Hasta donde las aguas de su vida estaban claras, no formaron nada sino una laguna aislada. Casi el mismo comentario se aplica al alto desarrollo que era una vez el orgullo de India, y al estado de México y de Perú en los tiempos de Montezuma y de los Incas. En todas estas regiones, la gente alcanzó un alto grado de desarrollo, pero se quedó allí, y al permanecer aislados, de ninguna manera demostraron ser un beneficio para la humanidad en general. Esto se aplica más todavía a la vida de las razas coloradas en la costa y el interior de África, una forma de existencia mucho inferior, que ni siquiera nos hace recordar una laguna, sino más bien pozos y pantanos.

Hay un solo río mundial, ancho y fresco, que desde el inicio llevó la promesa del futuro. Este río se levantó en Asia Central y el Medio Oriente, y continuó constantemente su curso de este a oeste. De Europa Occidental pasó a vuestros estados orientales, y de allí a California. Las fuentes de este río de desarrollo se encuentran en Babilonia y en el valle del Nilo. De allí fluyó a Grecia. De Grecia pasó al Imperio Romano. De las naciones romanas continuó su camino hacia el noroeste de Europa, y de Holanda e Inglaterra alcanzó al fin vuestro continente. Al presente, este río está estancado. Su curso hacia al oeste a Japón y China es impedido; mientras nadie puede decir qué fuerzas para el futuro podrían todavía estar dormidas en las razas eslavas que hasta ahora fallaron en progresar. Pero mientras este secreto del futuro sigue siendo un misterio, nadie puede negar el curso de este río mundial de este a oeste. Y por tanto estoy justificado al decir que el paganismo, el islamismo y el romanismo son las tres formaciones sucesivas que alcanzó este desarrollo, cuando su dirección posterior pasó a las manos del calvinismo; y que al calvinismo a su vez ahora se le niega esta influencia dominante, por parte del modernismo, el hijo de la Revolución Francesa.

La sucesión de estas cuatro fases de desarrollo no sucedió mecánicamente, con divisiones y partes claramente trazadas. Este desarrollo de la vida es orgánico, y por tanto cada nuevo período tiene raíces en el pasado. En su lógica más profunda, el calvinismo ya fue aprehendido por Agustín; y mucho antes de Agustín, había sido proclamado a la ciudad de los siete montes por el apóstol en su Epístola a los Romanos; y a Pablo le llegó desde Israel y sus profetas, aun desde las tiendas de los patriarcas. El romanismo, igualmente, no hace su aparición repentinamente, sino es el producto de las tres potencias del sacerdocio de Israel, la cruz del Calvario, y la organización mundial del Imperio Romano. El islam, de la misma manera, junta el monismo de Israel, el profeta de Nazaret, y la tradición de los kuraishitas. Y aun el paganismo de Babilonia y Egipto por un lado, y de Grecia y Roma por el otro lado, está orgánicamente relacionado con lo que estaba detrás de estas naciones, precediendo la prosperidad de sus vidas.

Pero aún así es obvio que la fuerza suprema en el desarrollo central de la raza humana so movió sucesivamente de Babilonia y Egipto a Grecia y Roma, después a las regiones principales del dominio papal, y finalmente a las naciones calvinistas de Europa Occidental. Si Israel floreció en los días de Babilonia y Egipto, por más alto que era su estándar, la dirección y el desarrollo de nuestra raza humana no estaban en las manos de los hijos de Abraham, sino en las manos de los Belsazares y Faraones. Una vez más, este liderazgo no pasa de Babilonia y Egipto a Israel, sino a Grecia y Roma. - No importa cuan alto había subido el río del cristianismo cuando el islam apareció, en los siglos VIII y IX los seguidores de Mahoma eran nuestros maestros, y en ellos descansaban los asuntos del mundo. Y aunque la hegemonía del romanismo se mantuvo todavía un corto tiempo después de la paz de Munster, nadie cuestiona el hecho de que el desarrollo más avanzado que disfrutamos ahora, no lo debemos ni a España ni a Austria, ni aun a la Alemania de aquel tiempo, sino a los países calvinistas de Holanda e Inglaterra del siglo XVI. Bajo Luis XIV, el romanismo detuvo este desarrollo avanzado en Francia, pero solamente para que exhibiese en la Revolución Francesa una caricatura atroz del calvinismo, que en sus tristes consecuencias quebrantó la fuerza de Francia como nación, y debilitó su significancia internacional. La idea fundamental del calvinismo fue transplantada de Holanda e Inglaterra a América, empujando nuestro desarrollo avanzado aún más hacia el oeste, hasta las orillas del Pacífico donde ahora espera reverentemente a lo que Dios ordenó. Pero no importa qué misterios el futuro todavía revelará, el hecho permanece de que el río ancho del desarrollo de nuestra raza corre de Babilonia a San Francisco, por las cinco etapas de las civilizaciones Babilonia-Egipcia, Griega-Romana, Islámica, Romanista y Calvinista; y el conflicto presente en Europa y América tiene su causa principal en la antítesis fundamental entre la energía del calvinismo que procede del trono de Dios, encontró la fuente de su poder en la Palabra de Dios, y en cada esfera de la vida humana exalta la gloria de Dios; y su caricatura en la Revolución Francesa, que proclamó su incredulidad en el grito de "Ningún dios, ningún maestro", y que al presente en la forma del panteísmo alemán se reduce a sí mismo más y más a un paganismo moderno.


La influencia internacional del calvinismo

Entonces yo no estuve demasiado audaz al reclamar para el calvinismo el honor de ser no un concepto eclesiástico, ni teológico, ni sectario, sino una de las fases principales en el desarrollo general de nuestra raza humana; y entre ellas la más reciente, cuyo llamado elevado es seguir influenciando el curso futuro de la vida humana.

Ahora, sin embargo, permítanme indicar otra circunstancia que fortalece mi declaración principal: la mezcla de sangres como base física para todo desarrollo humano más alto. Desde los altiplanos de Asia, nuestra raza humana descendió en grupos, y estos se dividieron en razas y naciones; y conforme a la bendición profética de Noé, los hijos de Sem y de Jafet fueron los únicos que llevaron adelante el desarrollo de la raza. Ningún impulso para una vida más elevada procedió del tercer grupo. En los otros dos grupos se presenta un doble fenómeno. Existen naciones que se aislaron, y otras que se mezclaron. Por tanto, hay por un lado grupos que dominaron exclusivamente sus propias fuerzas inherentes, y por el otro lado, grupos que al mezclarse cruzaron sus rasgos con aquellos de otras tribus, y así alcanzaron una perfección más elevada. Es digno de notar que el proceso del desarrollo humano procede continuamente con aquellos grupos cuya característica histórica no es el aislamiento, sino la mezcla de sangres. En general, la raza mongola se mantuvo aparte, y en su aislamiento no contribuyó ningún beneficio a lo largo a nuestra raza. Detrás del Himalaya, una vida similar se encerró, y por tanto falló en impartir algún impulso permanente al mundo alrededor. Incluso en Europa encontramos que entre los escandinavos y los eslavos no hubo casi ninguna mezcla de sangre, y por consecuencia, fallando en desarrollar un tipo más variado, tomaron poca parte en el desarrollo general de la vida humana. Por el otro lado, las tablas de Babilonia en nuestros grandes museos todavía muestran por los dos idiomas de sus inscripciones que en Mesopotamia, el elemento aryano de los acadianos se mezclo en un período temprano con el semítico-babilónico; y la egiptología nos lleva a la conclusión de que en el país de los faraones tratamos desde el inicio con una población producida por la mezcla de dos tribus muy diferentes. Nadie cree todavía en la unidad racial de los griegos. En Grecia, tanto como en Italia, tratamos con razas de una fecha tardía que se mezclaron con los pelasgianos, etruscos y otros más tempranos. El islam parece ser exclusivamente árabe, pero un estudio sobre la extensión del islam entre los moros, persas, turcos y otras tribus sujetadas, con las cuales los matrimonios mixtos eran comunes, revela de una vez que entre los musulmanes, la mezcla de sangre era aún más grande que entre sus antecesores. Cuando el liderazgo del mundo pasó a las manos de las naciones romanas, el mismo fenómeno se presentó en Italia, España, Portugal y Francia. En estos casos, los nativos eran generalmente vascos o celtas, los celtas a su vez habían sido vencidos por las tribus germanas, y como en Italia los Godos Orientales y los Lombardos, así en España los Godos Occidentales, en Portugal los Suabos, y en Francia los Francos instilaron sangre nueva en las venas debilitadas, y a este rejuvenecimiento las naciones romanas deben su vigor hasta el siglo XVI. Así se repite el mismo fenómeno en la vida de las naciones y sorprende al historiador con el resultado de matrimonios internacionales entre familias de príncipes, como vemos como los Habsburg y los Burbones, los Oranges y los Hohenzollern, por ejemplo, produjeron siglo tras siglo una multitud de estadistas y héroes muy notables. El criador de ganado apunta a la misma meta al cruzar diferentes razas, y los botánicos cosechan grandes ganancias al obedecer la misma ley de la vida en las plantas; y de por sí mismo no es difícil percibir que la unión de poderes naturales, divididos entre diferentes tribus, tiene que producir un desarrollo más elevado.

A esto tenemos que añadir que la historia de nuestra raza no apunta al mejoramiento de una sola tribu, sino al desarrollo de la humanidad entera, y por tanto necesita esta mezcla de las sangres para alcanzar su fin. De hecho, la historia demuestra que las naciones donde floreció más el calvinismo, exhiben esta misma mezcla de razas. En Suiza, los germanos se unieron con los italianos y los franceses; en Francia, los gálicos con los francos y los borgoñones; en los Países Bajos, los celtas y galeses con los germanos; y también en Inglaterra los antiguos celtas y sajones fueron después elevados a un estándar aun más alto de vida nacional por la invasión de los normandos. De hecho podemos decir que las tres tribus principales de Europa Occidental, los celtas, romanos y germanos, bajo el liderazgo de los germanos, nos dan la genealogía de las naciones calvinistas. En América, donde el calvinismo llegó a desenvolverse en más libertad, esta mezcla de sangres alcanza todavía mayores proporciones. Aquí se reúne la sangre de todas las tribus del mundo antiguo, y otra vez tenemos a los celtas de Irlanda, los germanos de Alemania y Escandinavia, juntos con los eslavos de Rusia y Polonia, que promueven aún más esta mezcla de razas. Este proceso ya no es la unión de una tribu con otra, sino las antiguas naciones históricas se están disolviendo para permitir la re-unión de sus miembros en una unidad superior, constantemente asimilados por el tipo americano. También en este aspecto, el calvinismo cumple plenamente con las condiciones de ser una nueva fase en el desarrollo de la humanidad. Se extiende en un dominio donde la mezcla de sangres es más intensa que bajo el romanismo, y en América la elevó a su realización máxima.


Así queda demostrado que el calvinismo no solamente cumple con la condición necesaria de la mezcla de sangres, sino representa un estado más avanzado. En Babilonia, esta mezcla de sangres tenía poco significado; con los griegos y romanos gana importancia; va más allá bajo el islam; es dominante bajo el romanismo; pero solamente entre las naciones calvinistas alcanza su perfección máxima. Aquí en América se alcanza la mezcla de todas las naciones del mundo antiguo. Una clímax similar de este proceso de desarrollo humano se encuentra en el hecho de que solamente bajo el calvinismo, el impulso para la actividad pública procede del pueblo mismo. En la vida de las naciones hay también un desarrollo desde la niñez hacia la madurez. Como en la vida familiar, durante la niñez, el liderazgo está en manos de los padres, así es natural que también en la niñez de las naciones, primero el déspota asiático, después algún gobernador eminente, después el sacerdocio, y finalmente el sacerdote y el magistrado juntos estén encabezando cada movimiento. La historia de las naciones en Babilonia y bajo los Faraones, en Grecia y Roma, bajo el islamismo y bajo el sistema papal, confirma plenamente este curso del desarrollo. Pero es evidente que este no puede ser un estado permanente. Justamente porque en su desarrollo progresivo las naciones finalmente alcanzan su madurez, tienen que alcanzar por fin una etapa donde el pueblo mismo despierta, se levanta por sus derechos, y origina un movimiento para liderar los eventos futuros; y en el calvinismo parece que se alcanzó esta etapa. Antes, cada movimiento hacia adelante se originó en las autoridades del Estado, de la Iglesia o de las Ciencias, y de allí descendió al pueblo. En el calvinismo, por el otro lado, la misma gente se levanta y forma una espontaneidad propia, avanza hacia una forma superior de vida y condiciones sociales. El calvinismo tuvo su auge con el pueblo. En los países luteranos, el magistrado siguió siendo el líder en los asuntos públicos; pero en Suiza, entre los hugonotes, en Bélgica, los Países Bajos, en Escocia y también en América, estos pueblos mismos crearon el ímpetu. Ellos parecen haber madurado; haber alcanzado el período adulto. Incluso donde en algunos casos, como en los Países Bajos, la nobleza asumió por un momento una posición heroica en favor de los oprimidos, su actividad terminó en nada, y solo el pueblo, con energía incansable, rompió la barrera; y entre ellos era la "gente común" a quienes Guillermo el Silencioso debió el éxito de su empresa, como él mismo reconoce.


Aquí, como un fenómeno central en el desarrollo de la humanidad, el calvinismo no solamente ocupa una posición honorable al lado de las formas paganas, islamistas y romanistas, al representar un principio singular que domina la vida entera; incluso cumple todas las condiciones para el avance del desarrollo humano a un nivel superior. Esto quedaría una mera posibilidad sin una realidad correspondiente, si la historia no testificase que el calvinismo realmente hizo fluir el río de la vida humana en un canal diferente, y ennobleció la vida social de las naciones. Y por tanto, termino asegurando que el calvinismo no solamente ofreció estas posibilidades, sino comprendió también cómo realizarlas. Para comprobarlo, pregúntense solamente qué hubiera sido de Europa y América, si en el siglo XVI la estrella del calvinismo no se hubiera levantado repentinamente sobre el horizonte de Europa Occidental. En este caso, España hubiera aplastado a los Países Bajos. En Inglaterra y Escocia, los Stuarts hubieron llevado a cabo sus planes fatales. En Suiza, el espíritu de tibieza hubiera prevalecido. Los comienzos de la vida en este mundo nuevo hubieran sido completamente diferentes. Y como una consecuencia inevitable, el equilibrio de poderes en Europa hubiera regresado a su posición anterior. El protestantismo no hubiera sido capaz de mantenerse en la política. No se hubiera presentado ninguna resistencia más contra los poderes romanistas-conservadores de los Habsburg, los Burbones y los Stuart. El desarrollo libre de las naciones, como lo vemos en Europa y América, se hubiera impedido. El entero continente americano hubiera permanecido sujeto a España. La historia de ambos continentes hubiera sido muy triste, y la pregunta queda abierta si el espíritu del Interino de Leipzig no hubiera tenido éxito al reducir el norte de Europa nuevamente, con una forma de protestantismo romanizado, bajo la jerarquía antigua. La devoción entusiasta de los mejores historiadores de la segunda mitad de este siglo en cuanto a la lucha de los Países Bajos contra España, como uno de los mejores temas de investigación, solo se explica por la convicción de que si el poder de España no hubiera sido quebrantado por el heroísmo del espíritu calvinista, la historia de los Países Bajos, de Europa y del mundo hubiera sido tan dolorosamente triste y oscura, como ahora, gracias al calvinismo, es brillante e inspiradora. El profesor Fruin comenta, con razón, que: "En Suiza, en Francia, en los Países Bajos, en Escocia y en Inglaterra, y dondequiera el protestantismo tuvo que establecerse bajo la amenaza de la espada, fue el calvinismo que prevaleció."

Tengan presente que esta vuelta en la historia del mundo no se hubiera logrado, excepto por medio de la implantación de un principio diferente en el corazón humano, y por el despliegue de un mundo de ideas diferentes ante la mente humana; que solamente por el calvinismo el salmo de la libertad encontró su camino desde la conciencia atribulada hasta los labios; que el calvinismo captó y nos garantizó nuestros derechos civiles constitucionales; y que simultáneamente con esto salió desde Europa Occidental este movimiento poderoso que promovió el nuevo despertar de las ciencias y artes, abrió nuevas avenidas para el comercio, hermoseó la vida doméstica y social, exaltó a las clases medias a posiciones de honor, hizo abundar la filantropía; y más todavía, elevó, purificó, y ennobleció la vida moral por la seriedad puritana; - y entonces juzguen por ustedes si será justificado seguir encerrando este calvinismo dado por Dios en los archivos de historia, y si fuese solamente un sueño la idea de que el calvinismo tiene todavía una bendición a aportar y una esperanza brillante a revelar para el futuro.

La lucha de los bóers en Transvaal contra uno de los poderes más fuertes debe haberles recordado de vuestro propio pasado. ... Si el calvinismo no hubiera pasado de nuestros padres hacia sus descendientes africanos, ninguna república libre hubiera surgido en el sur del Continente Negro. Esto demuestra que el calvinismo no está muerto - que todavía lleva dentro de sí la energía vital de los días de su gloria pasada. Sí, como un grano de trigo de las tumbas de los faraones, cuando se entrega nuevamente al suelo, trae fruto cien veces, así el calvinismo lleva todavía un poder maravilloso para el futuro de las naciones. Y si de nosotros, los cristianos de ambos continentes, en nuestra lucha más heroica se espera que hagamos todavía hazañas, marchando bajo la bandera de la cruz en contra del espíritu de los tiempos, entonces solamente el calvinismo nos equipa con un principio inflexible, el cual nos garantiza por su poder una victoria aunque no fácil, pero segura.


Preguntas de estudio:
1. ¿En qué consiste la gran lucha de pensamientos que percibe Kuyper?
2. ¿En qué sentido se entiende el término "calvinismo" en estas exposiciones?
3. ¿En qué sentido tuvo Calvino una comprensión más amplia de la cosmovisión cristiana que Lutero?
4. ¿A qué preguntas esenciales tiene que responder una cosmovisión, según Kuyper?
5. ¿Qué respuestas da el calvinismo a estas preguntas?
6. ¿Cuáles eran las implicaciones de la Reforma, y del calvinismo en particular, para la historia del mundo entero, según se describe en esta exposición?

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