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LAS OVEJAS DEL PERÚ

Capítulo 4: Mi historia personal

¿Qué es el abuso? - - - - - Familias disfuncionales ...
Para hojear este capítulo:
Encuentro con el Señor
Dios prepara y dirige
Volverme peruano para los peruanos
La presión aumenta
Como el juicio contra Jesús
Apelando a la última instancia
¿"No hay que hablar mal de los líderes"?
Comienzos de sanidad
El viaje increíble alrededor del mundo
"En la cueva de Adulam", o: El precio de la independencia
Abuso hasta las últimas consecuencias
Por fin se enderezan las cosas
Conclusión

"He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad. ... Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada, vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil; mas a la engordada y a la fuerte destruiré; las apacentaré con justicia." (Ezequiel 34:11-16)

Mis observaciones y conclusiones están, sin duda, influenciadas por mi propio trasfondo. Por eso creo que el relato de mi propia historia ayudará a entender mejor la visión que estoy compartiendo en este libro. Ayudará a entender también por qué me incluyo a mí mismo entre "las ovejas heridas del Perú".

Encuentro con el Señor

A la edad de 19 años tuve un encuentro con el Señor Jesucristo que cambió mi vida. Yo había crecido en una familia cristiana nominal, donde se daba por sentado que todos eran cristianos, con tal que no llevaban una vida demasiado mala. Así que durante 19 años yo creía que era cristiano, y me chocó mucho descubrir que no lo era.
Yo había empezado a asistir a un grupo cristiano en mi colegio donde estudiábamos la Biblia juntos. En cierto evento del grupo, un líder nos preguntó a todos: ¿Quiénes de ustedes quieren vivir para Jesucristo? - Yo levanté la mano y pensaba dentro de mí: Claro que sí ... ¿no estoy queriendo esto toda mi vida? - Después de la reunión, el líder conversó un poco conmigo y oró conmigo lo que él consideraba una "oración de entrega al Señor" - pero para mí el evento no tuvo mayor importancia.

Con el tiempo, la vida de Jesús y sus enseñanzas se hicieron más reales para mí. ¡El era realmente más que solo "un buen hombre"! Y así me di cuenta también, más y más, del gran contraste entre mi vida y la suya.
Ciertos versos del Sermón del Monte dieron vueltas constantemente en mi cabeza: "Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás ... Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio." - "Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón." - "Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen..." - Para cumplir las normas del Señor, ¡no era suficiente "comportarse bien"! El consideraba de igual manera los pecados de los pensamientos y del corazón.
El Señor empezó a descubrir delante de mí el desastre que había en mi interior. Tuve que admitir que Dios probablemente no estaba de acuerdo con la gran mayoría de mis pensamientos.
Llegó un tiempo crítico en el cual ya no pude entender mi propio comportamiento. Empecé a hacer cosas absurdas (¿o siempre las hacía y solamente ahora empecé a darme cuenta de ello?). Y lo peor de todo: empecé a hacer daño y a tratar mal precisamente a las personas que más quería.
Después de un incidente casi violento, pensaba que yo realmente no era digno de vivir. Yo había dicho al Señor que quería vivir para él, e incluso me esforzaba para mejorar - pero las cosas solamente empeoraban. - Lo que no sabía, era que en estos mismos momentos el Espíritu Santo estaba cumpliendo en mi vida Su promesa: "Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí ..." (Juan 16:8-9)

Por fin hablé con una consejera del grupo bíblico. Ella me preguntó: "En esos momentos que tú has actuado de una manera tan fea - ¿tú crees que Jesús estaba contigo, y que él ha dado su vida para perdonarte exactamente eso?"
La pregunta dio al blanco. Todo el tiempo yo había "creído" que Jesús había muerto por mí y por toda la humanidad - hasta este momento en el cual me vi convencido del pecado en una forma muy concreta, y descubrí que en realidad no creía que Jesús me iba a perdonar exactamente esto. - "Señor, quiero creer; ¡perdona mi incredulidad!"
Yo había dado el paso más importante, pero todavía quedaba un camino para andar. No "esforzarme para mejorar" era la llave, sino creer en Jesús.
Ahora tuve que hacer algo de lo más difícil de mi vida: Pedir perdón de las personas a quienes yo había lastimado. No fui capaz de hacerlo en mis propias fuerzas, pero yo iba a hacerlo en el poder de Dios. Este era mi primer paso de fe.

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Dios prepara y dirige

Los siguientes años eran un tiempo de preparación para el llamado de Dios en mi vida. Paso por paso, El me llevó a comprender que yo debía estar en el ministerio a tiempo completo; que iba a ser un ministerio de enseñanza; que iba a dirigirse mayormente a niños y profesores de niños; y finalmente, que iba a ser en un país extranjero. Así me preparé en las áreas de Ministerio con Niños, Teología, y Misiones.

Quisiera compartir solo un incidente significativo de ese tiempo. Me encontraba en una práctica misionera en Kenya (Africa), en una base misionera. Yo siempre había tenido miedo de viajar a un país desconocido, pero Dios me había mostrado que debía aceptar este desafío.
Al inicio, todo nos fue sorprendentemente bien. Fuimos bien recibidos por los obreros kenyanos, y también había varias iglesias del lugar que nos invitaron. Solo que siempre sentíamos cierta distancia hacia los hermanos kenyanos. Ellos eran muy amables con nosotros, pero también muy formales.
Vino un día cuando el líder kenyano de la base anunció: "Después del almuerzo quiero reunirme con todos los "westerners" (personas que vienen de culturas occidentales)." Nos reunimos en una de las "salas" en el terreno de la misión, una típica choza redonda con techo de paja y paredes abiertas por las cuales entraba el aire. El líder empezó a hablarnos:

"Han surgido ciertas tensiones en nuestra base, y he escuchado quejas de parte de nuestros obreros. Por eso me parece necesario hablarles sobre algunos aspectos de nuestra cultura, de los cuales ustedes obviamente no están conscientes. Nosotros sentimos mucho respeto y comprensión hacia ustedes y hacia el hecho de que ustedes son diferentes. Pero esperamos lo mismo también de vuestra parte. Lástimamente, mis colaboradores todavía no tienen la madurez suficiente para decir a un hombre blanco abierta y directamente lo que piensan de él ... por eso yo tengo que asumir esta tarea difícil. Porque si no lo hago, ustedes seguirán hiriendo a las personas sin darse cuenta; y con el tiempo mis colaboradores se retirarán silenciosamente de vuestra presencia.
Ustedes deben saber que en este país no es usual que los africanos trabajen juntos con los blancos. Para muchas personas, incluso cristianos, esta ya es una razón para tener sus sospechas acerca de nosotros. Todos recordamos todavía la época colonial (Kenya se independizó en 1963), y existe mucho resentimiento contra la raza blanca. Algunos nos consideran a nosotros, los colaboradores de la misión, como "traidores culturales".
Solo un pequeño ejemplo: Hace poco me visitó mi mamá. Ella estaba horrorizada de que nosotros enseñamos a nuestros hijos a comer con cuchillo y tenedor (en vez de comer con la mano, como acostumbramos en nuestra tierra). Ella me reprochó: ¿Acaso quieres convertir a mis nietos en "mzungus" (gringos)?
- Somos muy vulnerables hacia vuestra manera agresiva de actuar. Desde nuestro punto de vista, a veces hasta vuestra forma de caminar irradia agresividad y posesividad. Cuando ustedes desean algo, lo piden inmediatamente, en vez de preguntarnos primero acerca de nuestros deseos. Nos sentimos heridos cuando ustedes escogen para ustedes los mejores trabajos - por ejemplo los trabajos de oficina -, mientras a nosotros nos dejan los trabajos inferiores - como por ejemplo la cocina.
La amabilidad es muy importante para nosotros. Cuando ustedes caminan por la ciudad y ven a su amigo kenyano al otro lado de la calle, ustedes le hacen señas con la mano y le sonríen. Esto debe ser un gesto amable en vuestra cultura. Pero vuestro amigo les percibirá como poco amables y se sentirá herido, porque ustedes no cruzan la calle para darle la mano y para conversar con él.
También percibimos que ustedes siempre siguen vuestros propios planes. Para nosotros, esta base no es solamente un centro de trabajo, sino una familia. Esperamos de ustedes que se incorporen en la vida de esta familia antes de querer realizar vuestras visiones. Si ustedes no edifican una relación con nosotros, paso a paso, y buscan nuestro consejo, entonces vuestro trabajo se vendrá abajo tan pronto como ustedes se van de aquí.
Si un misionero extranjero quiere trabajar con nosotros a largo plazo, entonces queremos que durante el primer año no haga nada excepto aprender de nosotros a entender nuestra cultura. Entonces, en el segundo año puede empezar a desarrollar una visión del trabajo que hará, y preparar este trabajo. Solamente a partir del tercer año podrá trabajar de manera productiva..."

Fue un momento desalentador, porque nunca nos habíamos imaginado que esta clase de problemas existían. Pero creo que durante aquella hora aprendí más sobre comunicación transcultural que en todo el resto de mi vida.
En aquellos momentos yo pensaba que quizás yo no servía para el trabajo intercultural. Ahora sé que estas experiencias eran una preparación necesaria. Era exactamente el recuerdo de aquellos errores y fracasos, lo que me llevó a asumir una actitud diferente desde el inicio, al empezar a trabajar en el Perú. (Un buen número de misioneros extranjeros en países del "Tercer Mundo" nunca experimentan una confrontación parecida a aquella reunión con el líder kenyano. Por tanto viven en la ilusión de que se están llevando muy bien con la gente; mientras la realidad es que simplemente nadie se atreve a decirles abiertamente lo que piensa.)

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Volviéndome peruano para los peruanos

Las señales del Señor aumentaron, de que era tiempo para salir a mi destino. Escribí una carta a los ancianos de la iglesia a la cual yo asistía, describiéndoles mi visión y mi impresión de que había llegado el tiempo para cumplirla, y pidiendo su oración por la dirección de Dios en cuanto a mi futuro.
Después de algunas semanas me respondieron que habían orado, y que todos sentían mucha paz. Unánimemente habían decidido enviarme por un año al Perú, donde necesitaban un profesor particular para los hijos de sus misioneros. La iglesia tenía su propia misión en el Perú, por lo cual no me dieron la opción de trabajar con otra misión.
Fui alentado por el anciano fundador de la misión. Considero a este hombre "un profeta sin saberlo", porque todas sus palabras se cumplieron posteriormente, aunque él mismo en algún momento deseaba retractarse de ellas. Vi en él la misma visión para la colaboración transcultural como yo la había aprendido a lo difícil en Africa. El tuvo mucha comprensión por mi deseo de estar alojado con una familia peruana y contribuyó a que se hiciesen las gestiones correspondientes. Me dijo dos otras cosas que nunca olvidé: "Por ahora te enviamos para un año, pero estoy seguro que este año se convertirá en dos, tres y quizás muchos más." - "Estás en la edad ideal para salir al extranjero. (Yo tenía 28 años.) Aunque sería mejor que fueras casado, porque las palabras de un hombre soltero generalmente no tienen mucha autoridad. Pero el Señor te puede proveer también una esposa idónea en Perú."

Al inicio todo fue muy bien. Me parecía mucho más fácil acostumbrarme a la cultura peruana que a la africana, y hacer amistad con los jóvenes de la iglesia.
Surgió un problema cuando una joven de la iglesia que trabajaba en la casa de uno de los misioneros, se quejó ante el misionero de que "a ella no le gustaba que yo me acerque mucho a ella". Entonces los misioneros me llamaron la atención. Yo estaba confundido, porque mi trato con la joven me parecía normal en el marco de una amistad entre hermanos. ¿Había yo sobrepasado algún límite cultural sin saberlo?
En una conversación con los misioneros, les hice preguntas acerca del trato correcto y culturalmente aceptable entre jóvenes varones y mujeres. Mencioné también que no me sentía muy conforme como misionero soltero. - La respuesta de ellos era inesperadamente dura: "¡Tú no has venido acá para casarte! - Los matrimonios entre extranjeros y peruanos no funcionan."
Me impusieron reglas como las siguientes: "Ya no te vas a sentar al lado de una mujer en la iglesia." - "No vas a saludar a ninguna mujer con un beso" (lo que era la costumbre normal). - "Nunca vas a conversar con una mujer a solas." - "¡Y nada de enamoramiento! Si escuchamos algo así, inmediatamente te vamos a mandar de regreso a casa." - Esta última condición era una clara contradicción contra el reglamento de la misión, el cual dijo textualmente: "El enamoramiento es un asunto personal, el cual hay que respetar. - La persona afectada informa al líder (de la misión), y se ponen de acuerdo acerca de un código de comportamiento." Pero también en esta misión, la autoridad del líder estaba por encima de la autoridad de la ley.
Acerca de mi pregunta, el comportamiento adecuado con mujeres, no había recibido ninguna respuesta. La respuesta de los misioneros obviamente no surgía de una observación de la cultura, sino de su miedo a la "horrible" posibilidad de que yo podría casarme con una mujer peruana.

Busqué a un pastor peruano para escuchar su punto de vista. El me hizo ver que algunas restricciones eran sensatas, por ejemplo la de no apartarse a solas con una mujer. Por otro lado, que era completamente aceptable visitar a una mujer si ella vivía con su familia y no estaba sola en la casa. - El pastor manifestó también que el comportamiento de los misioneros le parecía extraño: "No entiendo por qué tienen estos prejuicios raciales. Ellos han sacado a muchos misioneros, y a obreros peruanos, de su ministerio porque había enamoramiento entre extranjeros y peruanos. - He visto que ellos son muy fríos emocionalmente, y no debe gustarles si tú eres diferente."
Hice un comentario a los misioneros de que algunas de sus reglas de conducta no eran muy apropiadas, según el punto de vista peruano. Pero entonces recibí otra reacción muy áspera: "¡Tú no tienes por qué pedir consejos a los peruanos! Tus personas de referencia somos nosotros, y no queremos que vuelvas a recibir consejería de un peruano."

Hubo otras señales de que los misioneros actuales estaban muy lejos de la actitud de su fundador frente a los hermanos peruanos. Por ejemplo, me extrañó mucho que en la reunión de los misioneros se discutían y determinaban las decisiones que la Junta Directiva Nacional (el liderazgo peruano que oficialmente estaba a cargo de la iglesia) debía tomar en su próxima sesión.
Más tarde me di cuenta de que en realidad no todos los misioneros tenían esta actitud. Pero esta pequeña comunidad misionera era dominada por una misionera soltera sedienta de poder, que sabía sutilmente influenciar a los demás y también a los líderes peruanos. (Para no tener que mencionar su nombre, de aquí en adelante la llamaré sencillamente "la misionera".) Esto iba hasta tal punto que en una reunión la misionera pudo anunciar en la presencia del líder de la base, que por no poder haberle ubicado a él, había falsificado su firma en un documento que necesitaba para un trámite oficial. El anuncio fue recibido sin ninguna observación de parte de los otros misioneros.

En el mismo tiempo empecé a recibir muchas confirmaciones de parte de pastores y líderes peruanos, de que mi lugar era en Perú. Con todo, parecía que cuanto más el Señor confirmaba mi llamado, más me estaban encerrando con muros. Pero fue en este tiempo que empecé a sentir algo de lo que el peruano siente acerca de su pasado, y a entender algo de su alma. Un día anoté: "¡El pueblo peruano está herido! - Tengo depresiones. Pero mayormente no es la depresión mía, sino que estoy llevando la carga de ellos."

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La presión aumenta

Era claro que a lo largo no podía seguir trabajando con estos misioneros. Conocí una pequeña base de la misión en la cual yo había recibido mi formación. Yo tenía un buen contacto con su líder (un colombiano), y averigüé sobre las posibilidades de trabajar con ellos, después de cumplir mi año con la misión. El líder me dijo: "Esto es posible, si tu pastor te recomienda."
Tres meses antes de terminar mi año contratado, vino el encargado de misiones de mi iglesia. Entonces me enteré de que ya después de mi primera conversación con ellos, los misioneros (sin avisarme) habían enviado un informe a mi iglesia, de que yo era un "rebelde" y "mujeriego". (También esto en violación del reglamento de la misión, que dijo: "Críticas en cuanto a colaboradores deben ser dirigidas a aquellos mismos, y deben evitarse en la correspondencia privada a terceras personas.")
Entonces, la iglesia ya había decidido no dejarme trabajar más en Perú. "Después te quedas en la iglesia hasta que podamos aprobarte nuevamente, y te casas en nuestro país. - Y te prohíbo terminantemente que comentes algo de lo que hemos conversado a tus compañeros peruanos."

Parecía que mi vida completa dependía de los misioneros: ellos tenían el poder de expulsarme del país, de decidir sobre mi trabajo y mi matrimonio, y de impedir cualquier trabajo misionero mío en el futuro. - Por lo menos esto era lo que yo pensaba, pero no era verdad. ¡Ningún ser humano tiene el poder de impedir los propósitos soberanos de Dios! - Sin embargo, ellos me hacían sentir constantemente que mi futuro dependía de la benevolencia de ellos, y que me encontraba en Perú solamente "gracias a ellos". De esta manera empezaron a construir una jaula en mi mente para mantenerme bajo control. Así que puedo entender muy bien como es posible que aun hoy, viviendo en completa libertad exterior, un peruano puede tener todavía la mentalidad de una persona conquistada y dependiente.
La única persona con quien podía hablar era el líder de la otra misión. Le pregunté si él aceptaría una recomendación de parte de la iglesia peruana. Pero él dijo: "No, tiene que ser de la iglesia en tu país." (Más tarde me enteré de que él tampoco era libre para hacer decisiones. Su visa de residencia era garantizada por los misioneros de mi país; entonces si él decidía algo en contra de ellos, corría el riesgo de perder su residencia.)

Por mientras, seguían llegando confirmaciones de mi llamado, e incluso de que me iba a casar en Perú. En un día frío y nublado en junio me retiré al campo, me senté encima de una roca alta y conté al Señor todas mis tristezas, mis inseguridades y mis preguntas acerca del futuro. Especialmente le hablé de mi deseo de casarme; pero ¿con quién? Había una maestra de Escuela Dominical, que era un poco tímida, pero yo sentía bastante confianza con ella. Hasta donde yo la conocía, ella podría ser la clase de mujer que yo buscaba, y su apariencia también me gustaba. Entonces decidí ante el Señor, observarla más de cerca, y si Él no me mostraba ningún problema, pedir de Él que ella sea mi esposa.
En las siguientes semanas, no pude evitar conversar bastante con ella cuando nos vimos en las reuniones de la Escuela Dominical. Sentía una creciente seguridad de que "ella era", pero quedaban interrogantes. Sencillamente no la conocía lo suficiente; y con las restricciones que me habían impuesto los misioneros, no era posible llegar a conocerla mejor. Y no me quedaba mucho tiempo.
Recordé que mi acuerdo con el Señor era: si Él no me mostraba ningún problema, yo le iba a pedir por ella. Entonces lo hice, y después tuve que dar un paso de fe. Un día, después de salir del culto, se dio una breve oportunidad para conversar con ella en la calle. Le dije de frente: "Por mucho tiempo ya estoy orando por mi futura esposa. Hasta ahora no la he encontrado, pero al conocerte mejor, me podría imaginar que seas tú." - Ella aparentemente se asustó; pero después dijo: "Bueno - voy a orar." - Le dije: "Tú sabes que de toda manera no podemos estar de novios mientras yo esté con esta misión. Pero voy a esperar tu respuesta."

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Como el juicio contra Jesús

En julio era la conferencia anual de la misión, un mes antes que terminara mi año con ellos. En cierto momento, los misioneros me llamaron: "La gente está hablando de ti. Escuchamos que estás muy cerca de cierta mujer. - Realmente no podemos imaginarnos seguir trabajando contigo." - Era una audiencia corta ante un tribunal cuya sentencia ya estaba determinada con anticipación: No sólo me iban a mandar a casa antes del tiempo; además me iban a expulsar con el testimonio de que yo no era apto para el trabajo misionero. - No dije nada en ese momento. Fui juzgado de manera parecida como Jesús, y al igual que él, no veía sentido en decir algo en mi defensa.

Me quedaron todavía tres días. Un amigo me preguntó: "¿Ya tienes tu permiso de residencia? - Conozco a alguien que te puede garantizar." Poco después yo me encontré en la oficina de un conocido empresario, quien al instante me extendió una carta de garantía. (Sin embargo, no pude realizar el trámite porque duraba mucho más que tres días.) - Con unos amigos acordamos que íbamos celebrar esta Navidad juntos (entonces yo iba a estar de regreso para esa fecha).
Así que había muchas señales alentadoras, pero siempre parecía faltar una pieza del rompecabezas. Pienso que Dios no quería que yo confiara en las posibilidades que tenía en mis manos, sino que tuviera "la convicción de lo que no se ve" (Hebr.11:1).

Durante esos tres días no me sentía capaz de orar, ni de leer la Biblia, porque estaba sumergido en la depresión más profunda. Lo único que pude hacer para combatirla era escuchar coros de alabanza a alto volumen, lo que hacía todo el día.

Recibí también las primeras pruebas de que el "juicio" contra mi persona había sido fraudulento. Dos maestras de la Escuela Dominical me dijeron: "La misionera ha venido a hacerme preguntas acerca de ti; pero ella me puso las palabras en la boca como ella quería, y no pude decir lo que hubiera dicho por mí misma."
Los misioneros nunca me habían dicho quienes eran los que supuestamente "estaban hablando", ni qué cosas decían de mí, excepto de que "yo estaba muy cerca de cierta mujer". Ahora yo sabía que la única persona que "había hablado" era la misionera, que había buscado y manipulado testimonios falsos con el propósito explícito de expulsarme.
Yo había leído que los gobierno comunistas solían tejer una red muy sofisticada de denunciantes para vigilar y espiar detrás de cada uno de sus ciudadanos, y para poder producir "testimonios" en contra de personas que políticamente no eran de su agrado; especialmente contra los cristianos. En las iglesias nunca se podía saber quienes eran los denunciantes; podría ser cualquier miembro o líder. Por tanto, los miembros de las iglesias vivían en una constante desconfianza unos de otros, lo que destruyó la verdadera comunión fraternal. - Este era un instrumento muy eficaz de la persecución. ¡Pero nunca me había imaginado que un líder cristiano en un país libre iba a utilizar este mismo sistema para controlar a los miembros de su iglesia!

Aparte de este sistema de denunciantes, se usaba también la "consejería" como un instrumento de control. Cuando alguien tenía un problema y buscaba a un líder de la iglesia (o en especial a la misionera) para recibir consejería, el líder se aprovechaba de esta oportunidad para averiguar sobre las debilidades personales del miembro. Más adelante, cuando ese miembro tenía algún desacuerdo o alguna queja contra un líder, se le podía decir: "¿Quién eres tú para decirme esto? Si tú mismo tienes este y aquel problema ..." Entonces los miembros preferían callarse acerca de los abusos que sufrían, por miedo a que su debilidad se iba a divulgar públicamente.
Otro instrumento de control era la distribución selectiva de la ayuda financiera que llegaba desde el extranjero. Personas necesitadas, o pastores a tiempo completo que recibían "ayuda social", tenían razón de temer que esta ayuda se iba a cortar cuando se atrevían a contradecir a la misionera en algo.

Esta fue mi primera muestra de lo que es el abuso espiritual, y de lo que causa en la vida no sólo de personas individuales, sino en las relaciones interpersonales de toda una iglesia. - No iba a ser la última experiencia.

Llegué a Lima el 28 de julio, el día de la independencia del Perú. Y allí, mientras pasaban los desfiles patrióticos, hice mi propia declaración de independencia en presencia de Dios: "Me declaro desde este momento libre e independiente del dominio de la misión y de las iglesias de mi país, para seguir el llamado de Dios sobre mi vida."

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Apelando a la última instancia

En mi iglesia anterior hubo un nuevo pastor. Intenté exponer mi caso ante él, pero él respondió: "Yo no te conozco; no sé de donde eres ni quien eres. Solamente sé que la misión ha dado un mal testimonio acerca de ti. Por tanto, eres desaprobado y tienes que quedarte aquí." - "Ud. no entiende. Hay problemas fuertes entre los misioneros y los líderes peruanos ... Por favor, pregunte a los líderes peruanos acerca de mi testimonio." - "La opinión de los peruanos no me interesa. Si ellos realmente estuvieran interesados en tu colaboración, se hubieron levantado para defenderte."
En nuestra segunda y última conversación, él prácticamente me amenazó: "Si tú sales sin nuestra aprobación, Dios no te va a bendecir." Me relató su propia historia, como en su intento de llegar al Perú la policía le había detenido y enviado de vuelta a su país, y sugirió que me iba a pasar algo similar.
Este es otro rasgo típico del abuso espiritual: la amenaza con el castigo de Dios. Felizmente, Dios no se deja manipular de esta manera por líderes humanos. Pero en el momento, es un instrumento de control muy eficaz y con consecuencias devastadoras en la vida espiritual de la víctima. De hecho, es manipulación y por tanto un instrumento del diablo. Por muchos meses todavía, mi confianza en Dios estaba quebrantada. Me preguntaba si él realmente estaba del lado de las autoridades abusivas; si él había retirado su protección de mí, si algo terrible estaba por suceder.

Un pastor peruano me aconsejó dar el primer paso y pedir perdón a los misioneros por lo que yo había hecho para ofenderles. De verdad, en algunas oportunidades yo había reaccionado con palabras ásperas hacia ellos; por tanto, escribí una carta a todos ellos pidiendo perdón por ello. - Los misioneros ni siquiera se dignaron de confirmar la recepción de la carta.

Después vino el peor golpe. Un día, justo cuando el pastor responsable de misiones había viajado a Perú, llegó una carta de la junta directiva de la iglesia peruana, en la cual dijeron: "Para desarrollar su ministerio, pueda Ud. entrar en una armonía con la iglesia donde es miembro y con la misión ..." (¿No sabían que yo estaba procurando esto todo el tiempo, y ellos me lo negaron?) "Tendría que ser enviado por su iglesia ..." (¿No sabían que mi iglesia había hecho dependiente su disposición de enviarme exactamente del hecho de que ellos, los líderes peruanos, se levantaran para defenderme? Ahora hicieron lo contrario, le daban a mi iglesia la razón que ellos buscaban para no enviarme.) - Aunque no lo expresaban muy abiertamente, esta carta significaba mi expulsión de la iglesia peruana.
Llamé por teléfono al presidente nacional de la iglesia en Perú y le pregunté acerca de la carta. El me explicó: "La misionera, y el pastor que vino de tu país, nos dijeron que debíamos escribirte en este sentido, porque esta era la decisión de ellos y porque tú te habías rebelado contra ellos." - "¿Y expresa esta carta la verdadera opinión de ustedes?" - "Por supuesto que no. Si pudiéramos, nos gustaría ayudarte para que puedas regresar." - "Entonces, ¿por qué han firmado la carta?" - "Por respeto a los misioneros." - Esta era otra prueba de la profunda dependencia de los líderes peruanos frente a la misión. Ni siquiera el presidente nacional era libre para actuar según su convicción y conciencia.
Todo el organigrama de la iglesia era una sola mentira. En la punta, como autoridad máxima, figuraba la Junta Directiva Nacional, compuesta por pastores peruanos. Debajo de ellos había varias juntas regionales, y después seguían las iglesias locales. A un costado estaba la misión, solo con un papel de "apoyo y asesoramiento". Este organigrama mantenía la apariencia de que la obra ya estaba "nacionalizada", bajo el liderazgo de pastores peruanos. En realidad era la misión, y dentro de ella la misionera en particular, quien manejaba los asuntos de la denominación.

Pero no se puede echar toda la culpa a la misión. A pesar de toda la presión que se les imponía, los líderes peruanos tenían siempre la opción de apoyarse en la protección de Dios, asumir la autoridad que tenían según el reglamento escrito, y resistir contra el sistema abusivo. Que no lo hicieron, es el error de ellos.

Irónicamente, todas estas experiencias solamente profundizaron mi llamado y mi identificación con el Perú. Si yo tenía que servir a Dios en Perú, entonces yo también tenía que sufrir mi pequeña parte de las injusticias y los abusos que el Perú ha sufrido durante su historia. Era probablemente la única manera como Dios pudo lograr que yo me volviera "un peruano para los peruanos".
Hablé del asunto con el actual presidente de la misión, con el pastor anterior de la iglesia con el cual yo había colaborado por un buen tiempo, y con por lo menos dos otros pastores. Todos me decían cosas como: "Esta no es mi responsabilidad." - "Tienes que aceptar la decisión de la misión." - "No puedo hacer nada al respecto."
¿No existía ninguna autoridad en todo este sistema que fuera capaz de garantizarme un juicio justo? - Finalmente expuse mi caso ante la máxima autoridad, ante Dios mismo: "Dios, tú ves que no hay ninguna persona dispuesta a hacer justicia. Pero tú dices que el hacer justicia y el hacer venganza es tuyo. Por tanto, expongo mi caso ante tu corte celestial. Actúa tú como debes actuar según tu propia justicia."

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¿"No hay que hablar mal de los líderes"?

Varios amigos bien intencionados me han aconsejado no divulgar estas cosas, porque "puede dañar la reputación de la obra" y porque "no hay que hablar mal de las autoridades". Pero he estudiado a fondo el asunto del abuso espiritual, y he llegado a la conclusión opuesta. Las Escrituras nunca aconsejan a callarnos ante el abuso y la maldad. Pablo describe como él se opuso públicamente a Pedro, cuando éste mostró falsedad en su comportamiento (Gálatas 2:14). Pablo no se avergonzó de publicar este asunto en una epístola a todas las iglesias. De la misma manera dice en 2 Timoteo 4:14-15: "Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus obras. Guárdate tú también de él ..."

Los consejeros David Johnson y Jeff Van Vonderen escriben al respecto:

"La más poderosa de todas las reglas tácitas del sistema del maltrato espiritual es la que denominamos la regla del "no se puede hablar", a la cual subyace este pensamiento: "El problema real no puede denunciarse porque, entonces, tendría que ser tratado y las cosas tendrían que cambiar; por lo tanto, debe protegerse tras muros de silencio o mediante el ataque . ... A los que hablan, se les suele decir: "Nosotros no teníamos todos estos problemas hasta que usted empezó a abrir la boca; todo estaba muy bien hasta que usted empezó a revolver las cosas"; o bien para que suene realmente espiritual se les dice: "Usted se enojó; no confrontó el asunto 'en amor'; por lo tanto, esto demuestra que usted no manejó el asunto de una manera cristiana madura." El problema persiste en todo caso.
La verdad es que las personas sencillamente exponen el problema cuando hablan de eso, pero no lo causan.
... El problema real radica en que el cristiano que se siente abusado se calla, entonces el agresor nunca será llamado a rendir cuentas, responsabilizándolo por su conducta . ...

(David Johnson y Jeff Van Vonderen, "El poder sutil del abuso espiritual")

Por todas estas razones, es importante exponer los abusos, para que la iglesia del Señor sea sensibilizada y limpiada.

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Comienzos de sanidad

Por mientras, yo tuve que seguir adelante con la vida. Vivía en casa de mis padres y encontré un trabajo temporal como peón con una empresa de construcciones. Pasé los días cargando ladrillos y baldes pesados de cemento y de los escombros que dejaron los obreros, y clamando al Señor por mi vida, por mi salud y por el regreso al Perú.

Dios tenía su manera particular de ayudarme. Cuando yo me acercaba a él, durante este tiempo, lo hacía a la manera de un niño pequeño al cual los niños grandes han golpeado en la calle, y que ahora corre llorando donde su mamá o su papá. Y Dios me consolaba mejor que cualquier madre o padre en la tierra lo podría haber hecho. ¿No es uno de sus nombres: el Consolador?
"¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres! En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; los pondrás en un tabernáculo a cubierto de contención de lenguas." (Salmo 31:19-20)

Llegué a conocer un ministerio interdenominacional en la ciudad que celebraba "cultos de refrigerio". Su concepción era más o menos esta: "Queremos ofrecerles estos cultos para ministrar a ustedes; no para exigir o pedir algo de ustedes. Ofrecemos estos cultos a personas cargadas, agotadas, heridas, o que simplemente anhelan una renovación de su vida espiritual, y les damos una oportunidad de descansar en Dios." Esto era exactamente lo que yo necesitaba. Había tiempos de alabanza, pero nadie fue presionado para "mostrarse feliz". Había una prédica corta que casi siempre resaltaba un aspecto del amor y de la gracia incondicional de Dios, y la manera como El nos edifica, nos sana y consuela. Había tiempos para orar unos por otros, pero nadie fue presionado para participar. El amor de Dios se hacía sentir de una manera maravillosa en estas reuniones.
Se ofrecían también sesiones de consejería personal, donde asistí dos o tres veces. En una de estas sesiones recibí esta palabra: "Esta noche tuve un sueño y sabía que era un mensaje para alguien que iba a venir hoy a la consejería. Ahora que he escuchado tu historia, creo que es para ti. Vi a una persona lavando mucha ropa sucia en un lavatorio, sin poder sacar la suciedad. Pero de repente pareció que alguien destapó el desagüe, y el agua sucia desapareció por el desagüe y toda la ropa también. Después, en un instante el lavatorio estaba lleno de ropa nueva, blanca y limpia. - Tú estás intentando limpiarte de la suciedad que han echado sobre tí, todas las acusaciones y calumnias, y te desesperas porque parece que no puedes probar tu inocencia. No te puedes limpiar, pero esto tampoco es necesario. Dios va a quitar todo esto de tu vida y te va a dar algo completamente nuevo, ropa limpia."

Además, en una carta ya había llegado la respuesta de la mujer en quien yo esperaba: "Sí, yo te amo también, y quiero casarme contigo." Seguimos escribiéndonos, y por cartas nos contamos mutuamente toda la historia de nuestra vida.

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El viaje increíble alrededor del mundo

Poco a poco, de verdad se levantaron algunos peruanos para defenderme. Me informaron que yo podía obtener una visa de trabajador. Además me llegó una información de que cierto misionero llamado "Jesuel" había preguntado por mi dirección y que me iba a escribir. Pero la carta de "Jesuel" nunca llegó, y las otras informaciones eran poco concretas.

Un día, mientras yo oraba y buscaba la dirección del Señor, vino a mi mente la palabra: "Inglaterra". ¿Era esto del Señor? Poco a poco se concretó la idea. Yo iba a viajar a Inglaterra para consolidar mis conocimientos de inglés y certificarlos con un diploma. Con este respaldo iba a trabajar en Perú. Entonces hice un trato con el Señor: "Señor, si es posible realizar todo esto antes de Navidad, entonces voy a creer que esta idea es de ti." (Ya estábamos en octubre.)
Realmente encontré una academia de inglés en Inglaterra, que estaba dispuesta a admitirme inmediatamente, y donde yo podía realizar mis exámenes antes de Navidad. Llegar a Perú era un poco más difícil. Todos los vuelos a Perú hasta enero ya estaban llenos. Pero iban a averiguar las posibilidades. - Una semana después me llamaron: "Sí hay una posibilidad, pero tiene que dar la vuelta por Estados Unidos y tomar siete vuelos diferentes. Y en uno de estos vuelos hay un solo asiento libre, de manera que tiene que decidirse inmediatamente." - Esta era la confirmación de Dios, y por tanto acepté inmediatamente.

En Inglaterra, a pesar de mi depresión, pasé los exámenes mejor de lo que esperaba. Y pronto estaba volando sobre el Atlántico. Por fin, Dios me permitió volver a Perú. Pero también había un montón de preguntas sin resolver. Y con todo interfirieron las palabras del pastor en mi memoria: "Dios no te va a bendecir ... No vas a llegar a Perú." ¿Qué iba a pasar? ¿Iba a caerse el avión? ¿Me iban a robar el equipaje? ¿Me iba a detener la policía, como a él? Creo que no es exagerado decir que esta era una verdadera opresión espiritual, contra la cual tuve que pedir la protección y la liberación de Dios.
El avión no se cayó, y tampoco me detuvo la policía. Pasé tres noches en diferentes aeropuertos, echado encima de mis maletas y tratando de dormir. En una de esas noches intentaron robarme, pero sin éxito. Inmediatamente después de ese incidente, Dios trajo a mi memoria las palabras del Salmo 23: "Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando."

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"En la cueva de Adulam", o: El precio de la independencia

Uno de los primeros días después de mi llegada, fui invitado a una boda en un círculo muy pequeño: estaban presentes solamente los novios, algunos líderes de la iglesia, los misioneros y yo. De verdad y literalmente, ¡Dios había preparado mi mesa en la presencia de mis angustiadores!

Poco después llegué a conocer al misterioso "Jesuel". Se trataba de un misionero brasileño que había llegado exactamente en los días en los cuales la misión me había expulsado. Al parecer, algunos líderes le habían comentado mi historia y me habían recomendado ante él, y desde entonces él había intentado ubicarme. Me invitó a asistir a su iglesia y vivir en su casa. Me dijo: "Hace muchos años, yo vine al Perú y no conocía a nadie. Estoy muy agradecido por los hermanos que me recibieron en aquel entonces, y creo que es tiempo que yo haga lo mismo para otro misionero."
Yo dependía completamente de la ayuda de algunos amigos peruanos, y de Jesuel. Veo un significado especial en esta situación: Así como el Perú se ha acostumbrado a depender del extranjero, las iglesias peruanas se han acostumbrado a depender de misiones extranjeras. Pero aquí estaba yo, un misionero extranjero, dependiente de la ayuda de los hermanos peruanos. Creo que para los peruanos, esta era una pequeña muestra y confirmación de su independencia.

Empecé a trabajar enseñando inglés, y asistí a la pequeña iglesia que Jesuel estaba levantando. Todavía no estaba listo para volver al ministerio espiritual, pero Jesuel me aconsejaba con mucho amor, y me ayudó a recuperar poco a poco mi salud espiritual y emocional.
Cuando ya estaba todo listo para conseguir una visa de trabajador, Jesuel me dijo: "Tú no necesitas hacer esto. Yo he encontrado que mi iglesia te puede garantizar. Tú eres llamado al ministerio a tiempo completo, entonces no necesitas estar aquí como trabajador."

Los misioneros, en su mayoría, aceptaban silenciosamente mi presencia. Pero no así la misionera. Un día apareció en la casa de Jesuel, pidiendo conversar con él a solas. Después de un tiempo, él me llamó: "La misionera quiere presionarme para que yo no siga apoyándote. Te está acusando de haber estado con tres diferentes chicas en la iglesia de ellos. Bueno, yo no le creo, porque ya te conozco lo suficiente para saber que no es verdad. Pero le he dicho que no es justo que ella me hable todo esto en tu ausencia; por eso quiero que vengas para que ella lo repita en tu presencia." Entré a la habitación, pero la misionera no estaba dispuesta a repetir sus acusaciones. En cambio, ¡nos dijo que éramos obligados a entregarle a ella mi carnet de extranjería, porque ese documento "pertenecía a la misión"!
Pocas semanas después, en la Asociación de Pastores de la ciudad, empezaron a surgir intrigas de parte de los pastores de la iglesia relacionada con la misión, en contra de Jesuel. La misionera misma no asistía a esas reuniones, pero era fácil adivinar quién estaba detrás de todo eso. La acusación consistía en que Jesuel estaba "robando ovejas" de otras iglesias. Él me contó que en una reunión casi llegaron a expulsarle. Pero otro misionero brasileño le había defendido con las palabras: "Quién de ustedes no tiene en su iglesia a ningún miembro que haya venido de otra iglesia, que tire la primera piedra."

Esos meses eran como el tiempo que David pasó en la cueva de Adulam. Amigos y hermanos (espirituales) se juntaron conmigo, pero afuera siempre amenazaba la persecución. Oraba constantemente por la protección de Dios. Pero yo estaba pagando el precio de la independencia.

Llegó la fecha en la cual se cumplió la promesa de Dios para nuestra boda. Pero antes era necesario conversar con el misionero que en este tiempo estaba pastoreando la iglesia de la misión, porque mi novia pertenecía a esa iglesia. En esa conversación fue posible aclarar muchas cosas, mutuamente pedirnos perdón y arreglar nuestra relación personal. Interesantemente, el misionero ya no tenía ninguna objeción en contra de nuestro matrimonio. ¡Fue una fiesta internacional maravillosa!

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Abuso hasta las últimas consecuencias

Por mientras, en la iglesia de los misioneros, las cosas no andaban bien. El líder anterior de la base misionera había regresado a casa, y entre los líderes peruanos había surgido una lucha por el poder en cuanto al pastorado. El hombre que al final ganó la lucha, no era recomendado por los líderes nacionales, puesto que dudaban de su integridad. Pero la misionera usó su influencia para ponerle a él como pastor. El tenía dos "cualidades" indudables: Dominaba todos los trucos de la retórica - y era el "gemelo ideológico" de la misionera, en lo que se refiere al uso o mejor dicho abuso del poder.
Entonces el sistema abusivo fue reforzado mucho más. Aumentaron mucho los casos de miembros que fueron "disciplinados" y avergonzados públicamente, o expulsados, sólo porque se habían atrevido a expresar una opinión diferente de la del pastor y de la misionera, o porque se habían quejado de alguna injusticia que ellos habían cometido. Por otro lado, se toleraba hasta el pecado de fornicación y adulterio en aquellos líderes que apoyaban "lealmente" al pastor y a la misionera.

Las tensiones se volvieron insoportables. La misma Junta Directiva nacional cayó bajo el juicio de "rebeldes", porque habían señalado varias irregularidades cometidas por el pastor y la misionera, aunque no se habían atrevido a hacerlo muy abiertamente.
Pero la verdad no se podía ocultar más. El pastor había iniciado un trámite para transferir la propiedad del edificio de la iglesia a su propio nombre. Además vivía en una relación de adulterio. La misionera colaboraba para ocultar la verdad. Pastores de otras iglesias tuvieron que intervenir para sacar a la luz la verdad.
Para evitar la disciplina, ambos se retiraron de la iglesia antes de poder ser expulsados, y empezaron su propia iglesia independiente. La relación entre los dos terminó con que él engañó a ella en un asunto financiero.

En medio de todas las turbulencias, trágicamente, la esposa del pastor se quitó la vida. ¡EL ABUSO ESPIRITUAL PUEDE MATAR! Aunque son pocos los casos donde tiene consecuencias tan drásticas, siempre pone en riesgo la vida espiritual de las víctimas. Y no debemos subestimar el daño psicológico causado en muchos miembros y líderes de la iglesia, que fueron despersonalizados hasta el punto de sentirse indignos de expresar una opinión propia o hacer una decisión propia.

Cierto tiempo antes de estallar la crisis, el ya jubilado fundador de la misión había vuelto a Perú. El no tenía ninguna intención de asumir una responsabilidad significativa. Pero en esta situación él se vio obligado a asumir el pastorado y a recoger los pedazos de los platos rotos. Él devolvió a los líderes nacionales la autoridad que les correspondía, y se esforzó para compartir la responsabilidad con otros líderes. Como resultado, algunos miembros comentaron, acostumbrados al gobierno autocrático del liderazgo anterior: "Ya no se sabe si el pastor está realmente a cargo de la iglesia o no."

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Por fin se enderezan las cosas

Me parece casi increíble que incluso en la etapa de mayor opresión en esa iglesia, de vez en cuando se me acercaron líderes de ellos para preguntarme si podía colaborar en su iglesia con un curso. Yo solía responder que consultasen con el pastor o la misionera, y me volviesen a buscar. Normalmente no volvieron.
Pero después de la crisis, me pareció que las cosas debían hablarse abiertamente. Acordamos una reunión con aquellos líderes de entonces que todavía era posible ubicar, y con el fundador de la misión. Redactaron una carta en la cual revocaron su carta anterior. Puesto que el fundador de la misión era ahora también su presidente y casi su único representante, el problema con la misión estaba solucionado. Poco tiempo después enseñé mi primer curso en la iglesia que antes me había expulsado.

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Conclusión

¿Por qué tuve que pasar por todo eso? A menudo he hecho esta pregunta al Señor, pero ahora creo conocer la respuesta. Es muy difícil, quizás imposible, entender lo que siente una persona abusada, para alguien que no lo ha sufrido personalmente.
Posteriormente, mi esposa y yo fuimos usados por Dios para ministrar a un buen número de personas heridas emocionalmente, entre ellas varias víctimas de abuso sexual. Allí pude comprobar que lo que ellas sentían, no difería mucho de lo que yo sentía como víctima del abuso espiritual. Las dos formas de abuso producen las mismas consecuencias psicológicas y espirituales.

Desafortunadamente, esta dinámica abusiva existe en muchas iglesias. Los líderes honrados y las iglesias sanas se han vuelto muy escasos. Al igual que el Perú como nación necesita una restauración de la verdadera autoridad según el propósito de Dios, lo necesita también la iglesia en el Perú.
Este no es un problema particular evangélico. Lo mismo sucede en iglesias católicas, en iglesias liberales, y en las sectas. Es la tendencia de la "carne" humana, dominar y manipular a sus prójimos, y esta tendencia se puede manifestar en grupos de cualquier inclinación teológica.

Espero que, aparte de ilustrar el problema, mi historia pueda también animar a aquellos que necesitan sanidad. Sí, Dios puede y quiere sanar las heridas.
"No os ha sobrevenido ninguna tentación (prueba) que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados (probados) más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación (prueba) la salida, para que podáis soportar." (1 Cor.10:13) (Nota: El idioma original griego no distingue entre "tentación" y "prueba", se usa la misma palabra para ambas. Por tanto, ambas traducciones son legítimas.)

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