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Parte 1: La vida de Juan Wesley: "Es necesario nacer de nuevo"
Parte 2: El avivamiento metodista: Rumbo a la iglesia primitiva

Algunos otros aspectos del avivamiento metodista

(Vida de Juan Wesley, Parte 3)

Persecuciones y sufrimientos

Como todos los grandes hombres de Dios, Wesley tuvo que pasar por muchas persecuciones y sufrimientos; especialmente en la primera etapa del avivamiento. A veces predicaba en circunstancias inimaginables:

"En Chelsea expliqué la fe que obra en amor. Estuve muy débil cuando entré a la sala; pero cuanto más 'las bestias de la gente' aumentaron su locura y rabia, más fui fortalecido, en cuerpo y alma; de manera que creo que nadie en la casa (que estaba repleta) se perdió una sola oración de lo que hablé. De hecho, ellos no podían verme, ni verse unos a otros a pocos metros de distancia, por causa del humo espeso de los incendios que habían causado (la turba), y otras cosas que continuamente tiraban hacia adentro. Pero los que podían alabar a Dios en medio de los fuegos, no tenían miedo a un poco de humo."

(Durante una reunión al aire libre, unos hombres arrearon un toro en medio de la congregación.) "Cuando ellos habían forzado su camino hasta la mesita sobre la cual yo estaba parado, intentaron varias veces voltearla, empujando el toro contra la mesa, pero él no la empujó. Una o dos veces empujé su cabeza con mi mano, para que la sangre no gotease sobre mi ropa; y me propuse continuar tan pronto como la interrupción hubiera pasado. Pero la mesita se cayó, y algunos de nuestros amigos me cogieron en sus brazos, y me llevaron sobre sus hombros; mientras los intrusos hicieron venganza contra la mesa, arrancando pedazo por pedazo de ella. Nos alejamos un poco de allí, y terminé mi discurso sin más bulla ni interrupción."

Pero Wesley relata también ocasiones donde Dios le dio una gracia sobrenatural ante sus mismos perseguidores:

"Cuando llegué a casa, encontré una turba incontable delante de la puerte, y todos abrieron sus gargantas tan pronto como me vieron. Deseé que mis amigos entraran a la casa; y entonces caminando en medio de la gente, proclamé 'el nombre del Señor, lleno de gracia y misericordia, y que se arrepiente del mal.' Ellos se quedaron mirándose unos a otros. Les dije que no podían huir del rostro de este gran Dios, y por tanto los exhortó a unirnos clamándole a El por misericordia. Ellos estuvieron prontamente de acuerdo. Entonces los encomendé a Su gracia y entré a la pequeña reunión en la casa, sin ser molestado más."

"Llegamos a Bolton alrededor de las cinco de la tarde. Tan pronto como habíamos entrado a la calle principal, que nos dimos cuenta de que los leones de Rochdale eran corderos en comparación con los de Bolton. Tal rabia y amargura apenas he visto alguna vez en alguna criatura que tiene forma de hombre. Ellos nos siguieron gritando todo el tiempo hasta la casa adonde íbamos; y tan pronto como habíamos entrado, ocuparon todas las calles que llevaban allí y las llenaron de un extremo al otro. Después de algún tiempo, las olas ya no bramaban tan fuerte. El Sr.P. pensó que entonces podía salir afuera. Inmediatamente lo rodearon, lo echaron al suelo y le dieron vueltas en el lodo; de manera que al liberarse de ellos y entrar a la casa otra vez, uno podía apenas ver qué o quién era. Cuando nos llegó la primera piedra a través de la ventana, esperé que muchas más seguirían; cuánto más, que ahora habían conseguido una campana para llamar a todos los demás. Pero ellos no pensaban en llevar el ataque desde la distancia: enseguida alguien subió a nosotros y nos avisó de que la turba había forzado la puerta y entrado en la casa; y añadió, que se habían apoderado de J.B. Así fue; y él aprovechó la oportunidad para hablarles acerca de 'los terrores del Señor'. Por mientras, D.T. ocupó a otros de ellos con palabras más suaves. Pensé que mi tiempo había llegado, y bajé en medio de ellos. Ellos habían llenado ahora todas las habitaciones de abajo. Pedí una silla. El viento se calmó, y todo se hizo silencio. Mi corazón se llenó de amor, mis ojos de lágrimas, y mi boca con argumentos. Ellos se asombraron; se avergonzaron; se derritieron; devoraron cada palabra. ¡Qué cambio fue este! Oh, ¡cómo cambió Dios el consejo del viejo Ahitofel en locura, y trajo a todos estos borrachos, maldicientes, profanadores del día de reposo, y toda clase de pecadores, a este lugar para escuchar acerca de Su redención!"

A veces se difundieron las calumnias más absurdas acerca de Wesley:

"Uno de los jinetes dijo: 'Señor, le contaré la razón de esto. Todos los caballeros de estos lugares dicen que Ud. ha estado mucho tiempo en Francia y en España, y que Ud. fue enviado ahora acá por el Pretendiente (al trono); y que estas sociedades son para unirse a él. Ciertamente, ¡todos los caballeros de estos lugares no mentirán contra su propia conciencia!"

"(Los de Breage) eran tan salvajes hace diez años, y esto no es ninguna maravilla, puesto que su ministro desgraciado les había dicho desde el púlpito que 'John Wesley fue expulsado del colegio por mal comportamiento, y había sido muy confundido desde entonces; y que todos los metodistas, en sus sociedades privadas, apagan las luces', etc."

"Lunes, 7 de diciembre. Prediqué acerca de: 'Confía en el Señor Jehová, porque en el Señor hay fuerza eterna' (Is.26:4). Demostré cuánta razón tenemos en confiar en el Capitán de nuestra salvación, cuando alguien en medio de la sala exclamó: '¿Quién fue su capitán el otro día, cuando Ud. se ahorcó? Conozco al hombre que le vio cuando cortaron la soga para bajarle.' - Parece que este cuento inteligente había sido esparcido diligentemente, y creído de corazón, por mucha gente en Bristol. Deseé que hicieran espacio para el hombre para que se acercase a mí. Pero en el momento que él vio que el camino estaba libre, se corrió a la máxima velocidad posible, sin siquiera mirar atrás.
- Sábado, 12 de diciembre. En la tarde, alguien quiso hablar conmigo. Le vi en extrema confusión, de manera que por algún tiempo no podía hablar. Por fin dijo: 'Yo soy el que interrumpió en la sala, el lunes. Desde entonces no tuve descanso, día y noche, hasta que hubiera hablado con Ud. Espero que Ud. me perdone y que será una advertencia para mí, todos los días de mi vida.'"

Las persecuciones se dirigían no solamente contra el mismo Wesley, sino también contra sus predicadores y seguidores. En cierto lugar se había dado una orden para reclutar forzosamente para el ejército a todos los que eran conocidos como metodistas:

"(La orden) era avalada por el mayordomo de don John St.Aubyn con los nombres de siete u ocho personas. La mayoría de ellos eran conocidos de tener un trabajo legal e ingresos suficientes con ello. Pero esto no importaba: eran llamados 'metodistas', por tanto tenían que ser reclutados. Debajo estaba añadido: 'Una persona de nombre desconocido, que perturba la paz de la parroquia.' Una palabra a los sabios: Los buenos hombres entendieron fácilmente que éste no podía ser otro que el predicador metodista; porque ¿quién 'perturba la paz de la parroquia', sino uno que dice a todos los borrachos, fornicarios y groseros, que están camino al infierno?"

Estos son algunos otros de los muchos incidentes que Wesley menciona en su diario:

"...Todos los agricultores aquí se habían puesto de acuerdo hace un tiempo, de despedir a todos sus siervos y de no dar trabajo a ninguno que iba a escuchar a un predicador metodista. Pero no hay consejo en contra del Señor. Uno de los principales de ellos, el señor G, se convenció de la verdad poco después, y deseó que estos mismos hombres predicaran en su casa. Muchos de los otros confederados vinieron a escuchar, y sus siervos y trabajadores les siguieron alegremente. Así todo el designio de satanás cayó por tierra, y la Palabra de Dios creció y prevaleció."

"En la tarde prediqué en una plaza en Colne, a una multitud de gente, todos deseosos de escuchar la palabra. Raras veces he visto una congregación donde hombres, mujeres y niños estaban parados tan atentos; ¡y esta es la ciudad donde hace treinta años ningún metodista podía atreverse a mostrar su cabeza! El primero en predicar aquí fue John Jane. El estaba cabalgando inocentemente por la ciudad, cuando la turba celosa lo jaló de su caballo y lo metieron en el cepo. El aprovechó de la oportunidad y los exhortó vehementemente 'a escapar de la ira venidera'."

"Cabalgué a una ciudad vecina para ver a un juez de paz, un hombre de buen entendimiento. Yo había sido informado de que unos vecinos enojados habían llevado ante él un carro lleno de estos nuevos herejes. Pero cuando él preguntó qué habían hecho, hubo un silencio profundo; porque este era un punto que sus acusadores habían olvidado. Por fin dijo uno: 'Es que ellos pretenden ser mejores que los demás; y además, ellos oran desde la mañana hasta la noche.' - El juez preguntó: 'Pero no hicieron nada aparte de esto?' - 'Sí, señor', dijo un hombre viejo, 'por favor, ellos han convertido a mi esposa. Antes de unirse a ellos, ¡ella tenía tal lengua! Y ahora ella está quieta como un cordero.' - 'Llévenlos de regreso, llévenlos de regreso', respondió el juez, 'y déjenlos para que conviertan a todos los regañones en la ciudad.'"

Wesley estaba tan acostumbrado a las persecuciones y a la enemistad de la gente, que se asombraba cuando le trataban con amabilidad. Cuando pasaba algún tiempo sin persecución, él empezaba a examinarse ante Dios si quizás le había fallado en algo:

"Me sorprendí mucho, por todas partes donde iba, de la amabilidad de la gente. Nadie me señaló con el dedo, nadie me insultó como antes; ni siquiera se rieron. ¿Qué significa esto? ¿Me he vuelto un siervo de hombres? ¿O se acabó el escándalo de la cruz?"


Wesley y los niños

Wesley tenía un interés especial en los niños. En su propia niñez, él había recibido la mejor educación posible: hasta la edad de once años fue instruido, junto con sus siete hermanos, por su propia madre. Susana Wesley era una mujer piadosa con fuertes principios cristianos, y sembró durante este tiempo todas las semillas de la Palabra de Dios en los corazones de sus hijos - además de enseñarles a obrar de manera disciplinada, ordenada y respetuosa. Cada actividad de la familia - cultos familiares, comidas, materias escolares - tenía su hora asignada. Wesley sabía por experiencia propia cuan importante es el ambiente familiar para un niño, y defendía siempre la familia cristiana. Por el otro lado, observó la influencia dañina de las escuelas sobre la fe de los niños:

"En la tarde tomé té donde A.O. ¡Pero cuánto me escandalicé! Los niños que antes solían seguírme y escuchar atentamente cada palabra mía, habían asistido a una de las mejores escuelas. Allí habían desaprendido toda religión y toda seriedad, y habían aprendido el orgullo, la vanidad, la hipocresía, y todo lo que los puede alejar del conocimiento y del amor de Dios. Padres metodistas, si quieren enviar a vuestros hijos directamente al infierno, ¡envíenlos a una de estas escuelas elegantes!"

En una prédica sobre "La religión en familia", dice Wesley:

"Particularmente debes esforzarte a instruir a tus hijos, desde temprana edad, claramente, frecuentemente, y pacientemente. Instrúyelos desde la primera hora que ves que su razón despierta. La verdad puede alumbrar sus mente mucho más temprano de lo que suponemos. Quien observa las primeras aperturas de la mente del niño, proveerá poco a poco la materia para que trabaje en ella, y dirigirá los ojos de su hijo hacia lo bueno. Cuando un niño empieza a hablar, puedes estar seguro de que su razón está trabajando. En este mismo momento, los padres deben empezar a hablarle de las mejores cosas, las cosas de Dios. Y desde ese tiempo, no se debe perder ninguna oportunidad para infundirles todas las verdades que son capaces de recibir.
... Les pregunto, entonces, ¿para qué fin envías a tus hijos a la escuela? - 'Qué, para que sean preparados para vivir en el mundo.' - ¿De qué mundo hablas, de éste o del por venir? Quizás pensaste solo en este mundo, y te olvidaste de que hay un mundo de por venir; sí, ¡y uno que durará eternamente! Por favor considera mucho esto, y envía a tus hijos a tales maestros que mantengan este mundo venidero siempre delante de sus ojos. De otra manera, enviarlos a la escuela (permítanme hablar claramente) es poco mejor que enviarlos al diablo. De toda manera, entonces, envía a tus hijos, si tienes alguna consideración por sus almas, no a una de estas grandes escuelas públicas, (porque estas son cunas de toda clase de maldad), sino a una escuela privada, donde enseñe un hombre piadoso, quien se esfuerce a instruir a un número pequeño de niños en la religión y la enseñanza juntos."

Cuando el avivamiento metodista ya había bien progresado, Wesley pudo ver el fruto de sus esfuerzos por los niños. En una ocasión dio el siguiente testimonio conmovedor:

"A las tres me encontré con cerca de mil niños de nuestras Escuelas Dominicales. Nunca antes vi algo así. Ellos estaban todos perfectamente limpios, y muy sencillos en su atavío. Todos estaban serios y se comportaban bien. Muchos, tanto niños como niñas, tenían las caras más bonitas que hay en Inglaterra o Europa. Cuando todos cantaban juntos, y ninguno se salía de la melodía, sonaba mejor que cualquier teatro. Y lo mejor de todo: muchos de ellos verdaderamente temen a Dios, y algunos se regocijan en Su salvación. Estos son un ejemplo para la ciudad entera. Su pasatiempo usual es visitar a los pobres enfermos (a veces van seis, ocho o diez juntos), para exhortarlos, consolarlos, y orar con ellos. A menudo diez o más de ellos se juntan para cantar y orar, a veces hasta treinta o cuarenta juntos, y están tan seriamente ocupados en cantar, orar y llorar por turnos, que no saben como parar. Ustedes niños que escuchan esto, ¿por qué no andan y hacen lo mismo? ¿No está Dios aquí igual como en Bolton? ¡Que Dios se levante y pelee por Su propia causa, aun 'de la boca de los niños y de los que maman'!"


La doctrina de la perfección cristiana

Wesley enfatizaba que la meta de una vida cristiana es la perfección. Esta es probablemente la doctrina más controversial, y la más malentendida, de Wesley. El enfatizaba mucho los versos 1 Juan 3:6 y 9:
"Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. ... Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios."
Algunos hicieron mal uso de esta enseñanza, diciendo que entonces para un cristiano ya no había tentaciones, y que podían vivir despreocupados sin cuidarse contra el mal. Otros, al contrario, pensaban que estaban condenados cuando cometían alguna equivocación, y que no eran cristianos verdaderos si no lograban vivir una vida perfecta. Así se imponían un yugo demasiado pesado, y Wesley fue acusado de un "perfeccionismo" que no es bíblico.

Estos extremos no eran en el sentido de Wesley. El escribió una obra extensa, "Un relato franco de la perfección cristiana" ("A Plain Account of Christian Perfection"), para explicar su punto de vista. A la vez, esta obra muestra que el mismo Wesley tenía cierta dificultad en definir concretamente lo que él entendía con "perfección cristiana". Por un lado, dejó claro que un cristiano según las Escrituras es alguien que "ama a Dios de todo su corazón", de manera que en su corazón ya no hay lugar para ninguna maldad (porque de otra manera, ya no amaría a Dios de todo corazón). Por el otro lado, enfatizó que aun un "cristiano perfecto" puede todavía tener tentaciones y cometer equivocaciones y pecados inconscientes. Dijo que es posible para un cristiano ser "perfecto", pero nunca se atrevió a decir que es posible estar "sin pecado" ("sinless" en inglés).

Otra acusación que se levantó contra esta doctrina, fue que si alguien se llamaba "perfecto", negaría la necesidad del sacrificio de Jesús. Pero Wesley contestó: Al contrario, la perfección es posible solamente a base del sacrificio de Cristo y la gracia de Dios. La victoria sobre el pecado no es ninguna obra humana (vea Juan 15:4-5).

Los siguientes párrafos dan una impresión de la lucha que Wesley tenía acerca de la expresión "sin pecado":

"... Aun los mejores hombres siguen teniendo necesidad de Cristo en su oficio sacerdotal, para expiar sus omisiones, sus limitaciones, sus errores en juicio y en práctica, y sus defectos de toda clase. Porque todos estos son desviaciones de la ley perfecta, y por tanto necesitan ser expiados. Pero estos no son pecados propiamente dicho, como aparece desde las palabras de San Pablo: 'El que ama, ha cumplido la ley; porque el amor es el cumplimiento de la ley.' (Rom.13:10) Ahora, los errores, y cualquier debilidad que necesariamente fluye desde el estado corruptible del cuerpo, no son de ninguna manera contrarios al amor; por tanto no son pecado en el sentido de las Escrituras.
Para explicarme un poco más acerca de este tema:
1.) No solamente el pecado propiamente dicho (o sea, uan transgresión voluntaria de la ley) necesita la sangre de la expiación; también lo necesita el pecado impropiamente dicho (o sea, una transgresión involuntaria de una ley divina conocida o desconocida).
2.) Yo creo que no existe en esta vida ninguna perfección tal que excluiría estas transgresiones involuntarias, que son consecuencias naturales de la ignorancia y de los errores inseparables de la mortalidad.
3.) Por tanto, nunca uso la expresión "perfección sin pecado", para que no parezca contradecirme a mí mismo.
4.) Creo que una persona llena del amor de Dios sigue siendo sujeta a estas transgresiones involuntarias.
5.) Ustedes pueden llamar pecado a tales transgresiones, si desean; yo no las llamo así, por las razones que mencioné.

Pregunta: ¿Qué consejo daría Ud. a los que lo llaman pecado, y a los que no lo llaman así?

Respuesta: - Que los que no lo llaman pecado, nunca piensen que ellos o alguna otra persona alcanzaría un estado donde podrían estar en pie ante la justicia infinita sin un Mediador. Asegurar esto sería la ignorancia más profunda, o la arrogancia y presunción más altiva.
Que los que lo llaman pecado, tengan cuidado de no confundir estos defectos con el pecado propiamente dicho. ¿Pero cómo harán para no confundirlo, si a todo lo llaman pecado sin distinción? Temo que si permitimos que el pecado sea consistente con la perfección, pocos limitarían la idea a aquellos defectos solamente que no son pecados propiamente dicho."

El problema más grande en esta enseñanza de Wesley fue que él separaba completamente la santificación de la justificación. El enseñaba que la "santificación completa" es una "segunda obra" del Espíritu Santo, que puede suceder en un instante, y que libera al cristiano de todos los malos pensamientos y actitudes. En consecuencia, Wesley admitió que él mismo todavía no había experimentado esta "santificación completa", y que existían muy pocos cristianos que la habían alcanzado. Esta es, por supuesto, una enseñanza problemática que tiene muy poca base bíblica. En mi opinión, hubiera sido suficiente si Wesley hubiera afirmado que para un cristiano es posible, en la gracia y el poder de Dios, vivir sin cometer pecado voluntario (como efectivamente se concluye de su pasaje favorito, 1 Juan 3:6-9). Esta ya es una afirmación muy controvertida en la situación actual de la iglesia, pero es conforme a las Escrituras. Wesley en cambio deseaba presentar toda una "doctrina" detallada de la perfección cristiana, y en esto se fue "más allá de lo que está escrito".

Pero en vez de debatir sobre los errores doctrinales de Wesley, deseo señalar otro punto más importante: ¿Por qué Wesley lo vio necesario, en primer lugar, predicar acerca de la "perfección cristiana"? ¿No era porque la iglesia de su tiempo se había apartado tan lejos de esta perfección, que ya no se veía diferencia entre la iglesia y el mundo? De hecho, una marca común de todos los avivamientos es que vuelven a resaltar la santidad.
En los tiempos de apostasía, siempre se introduce una forma de "gracia barata" en las iglesias. Se predica el perdón de los pecados sin arrepentimiento. A veces - como en la iglesia católica - se sustituye el arrepentimiento por algo diferente: el someterse a los ritos y sacramentos de la iglesia, el comprar una indulgencia, el conformarse con las costumbres exteriores de la iglesia, o cosas parecidas. En otros casos - como en muchas iglesias reformadas - se enseña un "perdón automático", como si Dios ya no tomara en cuenta el pecado. En cualquiera de estos casos, ya no hay arrepentimiento de corazón, y la iglesia se corrompe.
Los predicadores de avivamiento siempre confrontaron directamente esta corrupción de la iglesia. Volvieron a resaltar que la iglesia del Señor es santa; por tanto, una iglesia que no es santa, no es la iglesia del Señor. Enfatizaron que un cristiano verdadero sigue "la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (Hebreos 12:14). Para hacer volver la iglesia de su apostasía, siempre es necesario predicar la santidad.

Este debe haber sido el motivo de Wesley para enseñar acerca de la "perfección cristiana". El quiso demostrar desde las Escrituras, cuál es el carácter de un verdadero cristiano, y así dar a sus seguidores una meta a seguir; a diferencia de los cristianos solo de nombre.
Así lo dice Wesley en una carta del año 1767:

"Hace 35 ó 36 años, yo admiraba mucho el carácter de un cristiano perfecto, como descrito por Clemente de Alejandría. Hace 25 ó 26 años, el pensamiento llegó a mi mente de describir un tal carácter yo mismo, solamente de una manera más conforme a las Escrituras, y mayormente en las mismas palabras de las Escrituras. Lo titulé 'El carácter de un metodista', pensando que la curiosidad induciría a más personas a leerlo, y que así algunos prejuicios serían quitados de encima de unos hombres ingenuos. Pero para que nadie se imagine que yo intentaba una apología de mí mismo o de mis amigos, me guardé contra esto en la misma página del título, diciendo en el nombre de mí mismo y de ellos: 'No como si ya lo hubiera alcanzado, ni que ya fuera perfecto.' Lo mismo dije en la conclusión: 'Estos son los principios y prácticas de nuestro grupo; estas son las marcas de un verdadero metodista'; o sea, de un verdadero cristiano, como explico inmediatamente después: 'solo por estas desean los que son víctima del escarnio ser distinguidos de otros hombres'. 'Nos esforzamos por estas marcas, a distinguirnos de aquellos cuyas mentes o vidas no están de acuerdo al evangelio de Cristo.'"

Era necesario, frente a la corrupción y la tibieza de la iglesia, mostrar cuales son las marcas de un verdadero cristiano. En este sentido, era muy necesario que Wesley predicara acerca de la santidad y la perfección. Y la misma necesidad existe en las iglesias actuales.


Manifestaciones extraordinarias

Varias veces en su diario, Wesley relata unas manifestaciones extraordinarias que ocurrieron durante su ministerio, o en personas convertidas por su ministerio. Este es un ejemplo:

"Hablé largamente con Ana Thorn y dos otros, que habían estado varias veces en trances. Todos coincidían en que: 1) cuando ellos 'se iban', como lo llamaban, era siempre en los momentos en que ellos estaban más llenos de amor por Dios; 2) que esto les sobrevenía en un instante, sin aviso previo, y tomó de ellos todos sus sentidos y fuerzas; 3) que en general - con unas excepciones - a partir de ese momento, ellos estaban en otro mundo y ya no sabían nada de lo que hacían o decían los que estaban con ellos.
... El Sr.B. se me acercó y me dijo que Alicia Miller, de quince años, había caído en un trance. Bajé inmediatamente y la encontré sentada en una banquita y apoyada en la pared, con los ojos abiertos mirando hacia arriba. Hice un movimiento como si iba a golpearla, pero ella ni se movió. Su cara expresaba una mezcla indescriptible de reverencia y amor, mientras unas lágrimas corrían por sus mejillas. ... Después de media hora vi que su rostro cambió a una expresión de temor, compasión y desesperación; después ella rompió en una inundación de lágrimas y exclamó: 'Querido Señor, ¡ellos serán condenados! ¡Todos ellos serán condenados!' Pero cinco minutos más tarde volvió su sonrisa, y hubo solo amor y gozo en su rostro. ... Más tarde, ella dijo: '¡Grita a alta voz! ¡No retengas nada!' Después dijo: 'Den la gloria a Dios.' - A las siete, sus sentidos volvieron. La pregunté: '¿Dónde estuviste?' - 'Estuve con mi Salvador.' - '¿En el cielo o en la tierra?' - 'No lo sabría decir; pero estuve en la gloria.' - '¿Y por qué lloraste?' - 'No por mí, pero por el mundo; porque vi que ellos están al borde del infierno.' - '¿Y de quiénes deseabas que dieran la gloria a Dios?' - 'De los ministros, que griten a voz alta al mundo; porque si no lo hacen, serán orgullosos, y entonces Dios los abandonará, y perderán sus propias almas.'"

Menciona también el siguiente testimonio, contado por John Pearce:

"Mientras él vivía en Helstone, durante una reunión de su clase (metodista) una noche, una mujer de ellos gritó con un tono fuera de lo común: 'No nos quedemos aquí; vayámonos a ...' (una casa que se encontraba en otra parte de la ciudad). Todos se levantaron inmediatamente y fueron, aunque ni ella ni ellos sabían por qué. Poco después de que se habían ido, una chispa cayó en un barril con pólvora que se encontraba en la habitación adyacente, y la casa explotó. Así protegió Dios a los que confiaban en El..."

Wesley relata también varias ocasiones de expulsión de demonios.

Aparentemente, esta clase de manifestaciones fueron también muy criticadas. En respuesta, Wesley señala el fruto espiritual que resultó:

"Durante este tiempo fui preguntado casi continuamente ...: '¿Cómo pueden ser estas cosas?' Y recibí incontables advertencias (generalmente basadas en graves malentendidos), de no dar crédito a las visiones y los sueños, ni de imaginarme que la gente tenía perdón de sus pecados por causa de sus clamores o lágrimas o testimonios externos. A alguien que me escribió varias veces acerca de este tema, mi respuesta resumida era así:
La cuestión entre nosotros se reduce mayormente a un asunto de hechos. Ud. niega que Dios obre hoy en día estos efectos; o por lo menos, que los obre de esta manera. Yo digo que sí, porque he oído estas cosas con mis propios oídos y las he visto con mis propios ojos. He visto (hasta donde esto puede verse) a muchas personas cambiar en un instante de un espíritu de miedo, horror y desesperación, al espíritu de amor, gozo y paz; y de un deseo pecaminoso que los gobernaba, a un deseo puro de hacer la voluntad de Dios. Estos son hechos de los que he sido testigo, casi diariamente.
En cuanto a visiones o sueños, esto es lo que tengo que decir: Conozco a varias personas en quienes este gran cambio sucedió en un sueño, o durante una fuerte representación ante el ojo de su mente, acerca de Cristo en la cruz o en la gloria. Este es el hecho; que cada uno lo juzgue como desea. Y yo no lo juzgo solamente por sus lágrimas, o por caer en un trance o por gritar (como Ud. parece suponer); sino por el cambio de su vida entera: anteriormente malvados de muchas maneras; después santos, justos y buenos.
Le mostraré a aquel que antes era un león y ahora es un cordero; a aquel que era un borracho y ahora es ejemplarmente sobrio; a aquel que era un fornicario y ahora aborrece aun el vestido manchado por la carne. Estos son mis argumentos vivos para lo que aseguro: que Dios da ahora igualmente como en los tiempos antiguos, la remisión de los pecados y el don del Espíritu Santo a nosotros y a nuestros hijos; y esto instantáneamente, hasta donde lo sé; y a menudo en sueños o visiones de Dios. Si no es así, yo seré hallado un testigo falso ante Dios."

Hemos visto arriba que Wesley tuvo que vencer unos prejuicios muy arraigados cuando Whitefield le mostró como predicar al aire libre. Ahora, en este asunto de las manifestaciones extraordinarias, parece que fue Whitefield quien luchó con prejuicios. Wesley relata:

"Tuve una oportunidad de hablar con él (Whitefield) acerca de estas señales exteriores que a menudo han acompañado la obra interior de Dios. Encontré que sus objeciones se basaban mayormente en graves tergiversaciones de los hechos. Pero el día siguiente, él tuvo una oportunidad de enterarse mejor; porque apenas comencé (en la prédica) a invitar a todos los pecadores a creer en Cristo, que cuatro personas se desmayaron cerca de él, casi al mismo momento. Uno de ellos quedó echado sin sentido ni movimiento. Otro tembló excesivamente. El tercero tuvo convulsiones por todo su cuerpo, pero no hizo ningún sonido excepto unos gemidos. El cuarto, también convulsionado, clamó a Dios con fuertes gritos y lágrimas. Desde este momento, confío que todos permitiremos a Dios a llevar a cabo Su propia obra de la manera que le place a El."

Sin embargo, Wesley no dio demasiada importancia a estas manifestaciones. El estaba consciente de que no todo lo extraordinario es de Dios, y que era necesario tener discernimiento. En otra ocasión escribe:

"En la tarde, Dios estaba eminentemente presente entre nosotros ... Pero observé una diferencia notable, desde la última vez que estuve aquí (en Everton). Ahora nadie estaba en trance, nadie exclamó a gritos, nadie cayó al suelo ni convulsionó; solamente algunos temblaban fuertemente, se escuchaba un murmullo suave, y muchos fueron refrescados con plenitud de paz.
El peligro era de dar demasiada importancia a las circunstancias extraordinarias, tales como gritos, convulsiones, visiones y trances; como si éstas fueran esenciales para la obra interior ... Otro peligro es, condenar todo esto y pensar que no hay nada de Dios en ello. Pero la verdad es:
1) Dios convenció a muchos instantánea y fuertemente de que eran pecadores perdidos; y la consecuencia natural de ello eran las exclamaciones repentinas y las convulsiones.
2) Para fortalecer y animar a los que creyeron, y para hacer Su obra más obvia, El favoreció a varios de ellos con sueños divinos, a otros con trances y visiones.
3) En algunas de estas ocasiones, después de un tiempo, la naturaleza se mezcló con la gracia.
4) Igualmente, satanás imitó esta obra de Dios, para desacreditar la obra entera; sin embargo no es sabio desechar esta parte, no más de lo que sería sabio desechar la obra entera. Al inicio, sin duda era todo de Dios. Ahora todavía es así parcialmente, y El nos capacitará para discernir hasta donde, en cada caso, la obra es pura, y donde está mezclada o degenerada."

En el presente hay una gran controversia acerca de esta clase de manifestaciones. Por un lado, hay una "mania" por manifestaciones cada vez más extraordinarias y extrañas. Y por el otro lado hay sospechas y rechazo contra cualquier cosa que es un poco fuera de lo común. Los comentarios de Wesley pueden ayudarnos a ver más claro en este asunto:
Primeramente, Dios ha obrado muchas veces por medio de sueños, visiones, y otros medios "extraordinarios". Las Escrituras lo testifican, las experiencias de Wesley lo confirman, y nada impide que Dios haga cosas parecidas en nuestros tiempos. Ciertas manifestaciones extraordinarias - pero no todas - son plenamente respaldadas por la Biblia. Aparte de sueños y visiones, la Biblia menciona también diversos dones sobrenaturales del Espíritu Santo.
Segundo, cuando hablamos de caídas, temblores, convulsiones, etc, Wesley testifica que estas cosas sucedieron; pero nunca dijo que hubiera algo "espiritual" en ello. Al contrario, dice que estas fueron "consecuencias naturales" cuando un pecador experimentó una fuerte convicción de su pecaminosidad. En otras palabras, fueron reacciones de la naturaleza humana ante la convicción obrada por el Espíritu Santo. Y cuando estos pecadores alcanzaron la paz con Dios, entonces esta clase de manifestaciones desaparecieron, y en lugar de ello experimentaron la paz y el gozo de ser salvos.
Esta es una diferencia notable con los movimientos actuales de "caídas" etc. En estos movimientos actuales, las caídas, convulsiones, etc. son tomadas como una "bendición espiritual". No hay base bíblica para afirmar esto, y las experiencias de Wesley lo contradicen. Los oyentes de Wesley, cuando caían al suelo, no afirmaban haber recibido "una bendición especial de Dios". Al contrario, estaban horrorizados al darse cuenta de su propia pecaminosidad, y al enfrentarse con un Dios santo y puro. Y sabían que necesitaban nacer de nuevo para poder estar de pie ante Dios. Entonces, las experiencias de Wesley no son ningún precedente para las "caídas" etc. que ocurren hoy en día en ciertos círculos. Muy al contrario.
La siguiente cita del diario de Wesley lo corrobora:

"Prediqué acerca de la justicia de la ley y la justicia de la fe. Mientras hablaba, varios cayeron como muertos, y entre los demás se escuchó tal clamor de pecadores clamando por la justicia de la fe, que casi ahogó mi voz. Pero muchos de estos pronto levantaron sus cabezas con gozo y estallaron en alabanzas, porque habían recibido la seguridad de que ahora tuvieron el deseo de su alma, el perdón de sus pecados."

Cuando ocurrían cosas aun más extrañas y contrarias a las Escrituras - tales como risa incontrolable, comportamiento animal, etc. -, Wesley no dudaba en denunciarlas como imitaciones de satanás.
Tercero, la ocurrencia de manifestaciones "extrañas" no es razón para desacreditar un movimiento entero. Wesley dice que en su propio movimiento habían sucedido estas "imitaciones" de satanás; y llamó a sus colaboradores a ejercer discernimiento. Ahora, si un movimiento se fundamenta sobre tales manifestaciones extrañas y las promueve activamente, allí sí lo calificaría como sospechoso. Pero donde hay un avivamiento genuino, espiritualmente sano, no se debe descartar el movimiento entero solamente por causa de algunas manifestaciones extrañas. (Mas bien los líderes de un tal movimiento deberían cuidar de que el movimiento no llegue a ser dominado por tales manifestaciones.)


La preocupación de Wesley por las condiciones sociales

Ya hemos visto como Wesley se preocupaba por proveer por los pobres dentro de las propias sociedades metodistas. En algunas oportunidades él se pronunció también claramente acerca de las condiciones de la sociedad en general. Pero para Wesley, este no era un asunto de "justicia social" a la manera como se proclama hoy en día. Para él, era un asunto de moral y ética cristiana. La "justicia social" es un concepto mundano que da la máxima importancia al hombre. En cambio, la moral cristiana como la predicaba Wesley, da la máxima importancia a la gloria de Dios.

Un ejemplo es la experiencia siguiente, como Wesley la relata en su diario:

"Caminé a Knowle, a una milla de Bristol, para ver a los prisioneros franceses. Según fuimos informados, aproximadamente 1100 de ellos estaban encerrados en este lugar pequeño, con nada para dormir encima excepto un poco de paja sucia, y nada para cubrirse de día y de noche, excepto unos pocos trapos delgados y podridos, de manera que morían como ovejas enfermas. Fui muy afectado y prediqué en la noche sobre Exodo 23:9: "No oprimirás al extranjero; porque conoces el corazón de un extranjero, puesto que ustedes también eran extranjeros en la tierra de Egipto." - Inmediatamente fueron contribuidos dieciocho libras, y al día siguiente tuvimos veinticuatro. Con esto compramos tela de lino y de lana para hacer camisas, chaquetas y calzones. A esto se añadieron unas docenas de medias; y todo esto lo distribuimos donde era la necesidad más grande. Poco después, la Corporación de Bristol envió una gran cantidad de colchones y frazadas. Y pronto se pusieron en marcha contribuciones desde Londres y desde varias partes del reino. Así creo que desde entonces ellos fueron bastante bien provistos con las cosas necesarias de la vida."

Durante un período Wesley se encontraba en la ciudad de Newcastle, la cual estaba bajo vigilancia militar por la amenaza inminente de una guerra. Viendo el comportamiento de los soldados, Wesley escribió la siguiente carta al gobernador:

"Señor:
El temor a Dios, el amor por mi patria, y la estima que tengo por su majestad el rey Jorge, me obligan a escribir unas palabras francas a alguien que no es extraño a estos principios de acción.
Mi alma ha estado adolorida día por día, al caminar por las calles de Newcastle, por la insensibilidad, la malvad desvergonzada, la profanidad ignorante, de los pobres hombres a quienes nuestras vidas están encomendadas. Las continuas groserías y maldiciones, la blasfemia liviana de los soldados en general, tienen que ser una tortura para el oído sobrio de cualquier cristiano, o incrédulo honesto. ¿Puede alguien que teme a Dios, o ama a sus prójimos, escuchar esto sin preocupación? especialmente si consideran los intereses de nuestro país, y de estos mismos hombres infelices. Porque ¿podemos esperar que Dios esté del lado de aquellos que le afrentan en Su cara diariamente? Y si Dios no está de su lado, ¿cuán poco nos servirá su número, o su valentía, o su fuerza?
¿No hay nadie que se preocupe por estas almas? Sin duda, algunos deberían hacerlo. Pero muchos de esos, si estoy informado correctamente, reciben grandes salarios y simplemente no hacen nada. Yo deseo por Dios, que estuviera en mi poder suplir de alguna manera su falta de servicio. Estoy dispuesto a hacer lo que puedo, para llamar a estos pobres pecadores al arrepentimiento, una o dos veces al día (mientras me quede en estas partes), a cualquier hora y en cualquier lugar. Y no deseo ningún pago en absoluto por hacerlo, excepto lo que mi Señor me dará en Su venida."

También por asuntos más "profanos" se preocupó Wesley, como demuestra esta parte de una carta que escribió a un gran diario en Edinburgo:

"... Y la avenida principal, tan ancha y finamente pavimentada, con las sublimes casas a cada lado (muchas de ellas de siete u ocho pisos), es mejor que todas en Gran Bretaña. Pero ¿cómo se puede soportar que toda clase de suciedad siga siendo tirada continuamente a esta misma avenida? ¿Dónde están los magistrados, el señorío, la nobleza de la tierra? ¿No se preocupan por la honra de su nación? ¿Hasta cuándo apestará la ciudad capital de Escocia, y su avenida principal, peor que un desagüe común? ¿No hay ningún amante de su país, o de la decencia y del sentido común, que encontrará un remedio para esto?"

Un hombre profundamente impactado por la preocupación social de Wesley, fue el parlamentario William Wilberforce (1759-1833). Dos personas en particular contribuyeron a su conversión: su tía metodista, y el predicador John Newton, que antes de su conversión había sido un traficante de esclavos. Entonces Wilberforce decidió dedicar su vida entera a la lucha contra la esclavitud. A la edad de tan solamente 21 años fue elegido al parlamento, y entonces presentó continuamente sus proyectos de leyes contra la esclavitud, aunque vez tras vez fueron rechazados. Pero con su tenacidad obtuvo el éxito: En 1807 se prohibió el tráfico de esclavos, y en 1833 (el año de su muerte), Inglaterra abolió la esclavitud por completo. Esta fue efectivamente la obra de la vida entera de Wilberforce.
Aparte de esta lucha, Wilberforce fue uno de los líderes de un grupo de parlamentarios cristianos, que se esforzaban por impulsar una política cristiana en todos los aspectos. Y en una oportunidad él dijo que tenía una meta política aun más importante que la abolición de la esclavitud: Lograr la libertad para la obra misionera en la India (que en aquel tiempo era una colonia inglesa). También en este asunto, Wilberforce tuvo éxito.


Conclusión

El avivamiento metodista - junto con su contraparte, el "Primer Gran Despertar" en Norteamérica - es uno de los ejemplos más impresionantes de como Dios obra en un avivamiento. Intentaré resumir lo más importante que podemos aprender de esta historia:

  • Un avivamiento es en primer lugar una "limpieza" dentro de la iglesia, con una "convicción del pecado" que viene de Dios. Los miembros de la iglesia - ¡y los pastores! - tienen que darse cuenta de que todavía no son cristianos verdaderos y necesitan nacer de nuevo.
  • Por tanto, un avivamiento es siempre un escándalo para la iglesia oficial. Las iglesias existentes son quienes se oponen más fuertemente a un avivamiento.
  • Aquellos miembros de la iglesia que se dejan "avivar", empiezan a vivir más como los primeros cristianos, y así surge una iglesia renovada, santificada, más parecida a la iglesia primitiva que a las iglesias contemporáneas.
  • Con una tal iglesia renovada, Dios puede obrar a una escala más grande de lo normal:
    - Grandes multitudes se interesan en asuntos espirituales y se convierten a Cristo.
    - Suceden señales sobrenaturales y extraordinarios de Dios.
    - La sociedad entera es transformada.
  • Pero no olvidemos que estos efectos mencionados son solamente "efectos secundarios" de un avivamiento. Lo primero es el regreso de la iglesia a "lo que fue en el principio".

La historia del avivamiento metodista resalta todos estos principios con mucha claridad. Nos da un ejemplo adonde "apuntar" hoy en día también.


Parte 1: La vida de Juan Wesley: "Es necesario nacer de nuevo"
Parte 2: El avivamiento metodista: Rumbo a la iglesia primitiva