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Charles G. Finney

Persistir en cualquier forma de pecado es fatal para el alma

Publicado en "The Oberlin Evangelist", 1861

(Traducción abreviada)

"El que guarda la ley entera, pero ofiende en un solo punto, es culpable de todos." (Stgo.2:10)

"El que es injusto en lo muy poco, es también injusto en lo mucho." (Luc.16:10)

Partiendo de estas palabras, voy a inquirir:

I. ¿Qué es persistir en pecado?

1. Persistir en pecado es, no abandonarlo.
Si alguien cae en un pecado (cualquier forma de pecado) solo ocasionalmente, bajo la fuerza de la tentación, y después se arrepiente y lo abandona por un tiempo, y solo ocasionalmente es vencido por una tentación para cometer esta forma de pecado, entonces no sería apropiado decir que está persistiendo en ello. Porque en este caso, él no está deseoso, o obstinado, o habitual, en cometer este pecado; sino es accidental en el sentido de que la tentación de vez en cuando le vence, a pesar de su rechazo y resistencia habitual contra este pecado.
Pero si comete el pecado de manera habitual, lo considera algo que puede permitir o tolerar - entonces persiste en el pecado.

2. Persistir en un pecado es, aunque el pecado no se vuelva a repetir, si uno no lo confiesa debidamente. Una persona podría ser culpable de un gran pecado que nunca más repite; sin embargo, mientras descuida o rehúsa confesar este pecado, sigue no arrepentido en su consciencia, y en este sentido, sigue persistiendo en este pecado. Si el pecado fue en agravio de alguna persona o personas, y no es confesado debidamente a las personas agravadas, es persistido en el pecado.
Si alguien de ustedes hubiera calumniado gravemente a su prójimo, entonces no sería suficiente simplemente abstenerse de calumniar más. El pecado no está abandonado hasta que sea confesado, y la restitución hecha, hasta donde fuera posible. Si el pecado no es confesado, se permite que el perjuicio siga obrando; y por tanto el pecado es virtualmente repetido, y por tanto, persistido en ello.

3. Persistir en un pecado es, no haber hecho la restitución apropiada. Si Ud. ha hecho daño a una persona, y tiene la posibilidad de hacerle restitución, entonces, mientras Ud. descuida o rehúsa hacer la restitución, Ud. no ha abandonado el pecado, sino persiste en ello. Supongamos que alguien le robó algo, y se comprometió a nunca más volver a hacerlo; pero se niega a hacer restitución y a devolverle el objeto robado - por supuesto que todavía persiste en este pecado, y permite que el perjuicio continúe.
Una vez tuve una conversación con un joven acerca de este mismo asunto: El estaba acostumbrado a robar. El trabajaba en un negocio donde tenía la posibilidad de robar pequeñas sumas de dinero, y había hecho esto repetidas veces. Después se decidió volverse cristiano, pero no hizo restitución. En la Biblia encontró el texto: "El que robaba, que no robe más." Entonces decidió ya no robar, y dio el asunto por resuelto. Pero no pudo encontrar ninguna evidencia de que Dios le hubiera aceptado - es que Dios no le podía aceptar. Aunque él se halagaba a sí mismo de que era un cristiano por mucho tiempo, solo despertó cuando escuchó una prédica acerca de la confesión y la restitución. Entonces vino a mí para conversar conmigo.
Le dije que él tenía que devolver el dinero robado, hasta donde estaba en su poder; de otro modo no podía ser perdonado. Pero observe su perversión de las Escrituras. Por supuesto es el deber de un ladrón, dejar de robar; pero esto no es todo. También tiene que devolver lo que robó. Esta es una enseñanza clara de las Escrituras, y también de la razón y de la consciencia.

II. Ahora llego a la enseñanza principal de nuestros textos - que persistir en cualquier forma de pecado es fatal para el alma.

Esto es, es imposible que alguien sea salvo, mientras continúa cometiendo cualquier forma de pecado consciente.

1. Es fatal para el alma, porque cualquier forma de pecado en la que alguien persiste, es una violación del espíritu de la Ley entera. El texto en Santiago aclara esto: "El que guarda la ley entera, pero ofiende en un solo punto, es culpable de todos." La Ley requiere un amor supremo hacia Dios, y el mismo amor por nuestros prójimos.
Ahora, el pecado es egoísmo, y siempre prefiere el interés propio y la gratificación propia, antes que la obediencia hacia Dios o nuestro deber hacia nuestros prójimos.
Entonces, cualquiera que habitualmente se prefiere a sí mismo antes que a Dios, o es egoísta respecto a sus prójimos, seguramente no puede ser un cristiano. Si en alguna cosa él viola la ley del amor, entonces quebranta el espíritu de la Ley entera, y está viviendo en pecado.

2. La persistencia en cualquier forma de pecado no puede coexistir con el amor supremo hacia Dios, o con el mismo amor hacia nuestros prójimos. Si amamos a Dios más que a nosotros mismos, entonces no podemos desagradar a Dios, a sabiendas y habitualmente, para agradarnos a nosotros mismos.
Si amamos a alguien por encima de todo, entonces deseamos agradarle por encima de todo. Si deseamos agradarnos a nosotros mismos por encima de todo, entonces nos amamos a nosotros mismos por encima de todo. Si amamos a Dios por encima de todo, entonces deseamos agradarle a El por encima de todo; y por tanto no podemos consentir en desagradarle.

Bajo la fuerza de una tentación poderosa que divierte y distrae la mente, una persona que ama a Dios podría ser inducida a cometer un pecado ocasional, y podría desagradar a Dios ocasionalmente.
Pero si ama a Dios por encima de todo, entonces hará esto solo bajo la presión de una tentación presente y poderosa que divierte su atención y distrae la mente. Entonces este pecado no puede ser habitual; y ninguna forma de pecado puede dominarle habitualmente, si es verdaderamente un cristiano.

3. El texto en Santiago afirma que es imposible verdaderamente obedecer en una cosa, y persistir en desobediencia en otra cosa, al mismo tiempo. Muchos caen en este error, de pensar que pueden realmente obedecer a Dios en un espíritu de obediencia en algunas cosas, mientras al mismo tiempo le niegan la obediencia en algunas otras cosas; en otras palabras, que pueden obedecer a un mandamiento y desobedecer a otro al mismo tiempo - que pueden cumplir con un deber de manera aceptable, y al mismo tiempo rehusar otros deberes.

El texto en Santiago está diseñado exactamente para contradecir esta idea. Dice claramente que la desobediencia en un punto es completamente inconsistente con la verdadera obediencia en cualquier otro respecto; en otras palabras, nadie puede obedecer en una cosa y al mismo tiempo desobedecer en otra cosa.

Cuántas personas se permiten "pecados pequeños", como lo llaman, y piensan que son demasiado honestos para cometer algún gran delito. Ambos nuestros textos realmente contradicen este punto de vista: "El que es injusto en lo muy poco, también es injusto en lo mucho." - Si alguien cede a una pequeña tentación para cometer lo que llama "un pecado pequeño", ¿qué le impedirá ceder a una tentación grande? Quizás se abstiene de pecados grandes por el miedo a la desgracia o al castigo; pero no porque ama a Dios. Si no ama a Dios lo suficiente para guardarse de las tentaciones pequeñas, seguramente no le ama lo suficiente para guardarse de las tentaciones grandes.
Cuántos son que continuamente se permiten a sí mismos pequeñas deshonestidades, pequeños engaños en los negocios, y "mentiras blancas"; y creen que son cristianos. Esto en un engaño asqueroso; es fatal. Que todos los tales sean advertidos, y lo entiendan.

Pero, 4. la verdadera obediencia hacia Dios incluye la consideración suprema de Su autoridad.

Ahora, si alguien tiene suprema consideración por la autoridad de Dios en alguna cosa, se someterá bajo Su autoridad en todo.
Pero si está dispuesto en este momento a actuar en contra de la autoridad de Dios en alguna cosa, entonces no puede ser aceptado en nada; porque si rechaza la autoridad de Dios en alguna cosa, tampoco la acepta apropiadamente en alguna otra cosa. Por tanto, si la obediencia hacia Dios debe ser real, entonces debe extenderse a todo lo que uno sabe que es la voluntad de Dios.

5. Persistir en un pecado es fatal para el alma, porque es un rechazo de la autoridad entera de Dios. Si alguien viola a sabiendas alguno de los mandamientos de Dios, entonces rechaza la autoridad de Dios; y entonces rechaza Su autoridad en respecto a todas las cosas. Entonces, aunque parezca obedecer en otras cosas, es solo la apariencia de obediencia, y no una obediencia verdadera. Está actuando desde una motivación equivocada en aquellos casos donde parece obedecer. Con seguridad no actúa por respeto supremo hacia la autoridad de Dios, y por tanto, no le obedece verdaderamente. Pero seguramente, alguien que rechaza la autoridad entera de Dios, no puede ser salvo.

Temo que es muy común hacer un error fatal aquí; muchos suponen que son aceptados en su obediencia en general, aunque en algunas cosas ellos habitualmente descuidan o rehúsan cumplir su deber.

Ellos viven (y saben que viven) en la omisión habitual de algún deber, o en la violación habitual de sus conciencias acerca de algún punto; y sin embargo mantienen tanto su forma de religión, y cumplen tantos deberes, que creen que esto compensará el pecado en el cual persisten.
Ellos dicen: "Cierto, yo sé que estoy descuidando este deber; sé que estoy violando mi conciencia en este asunto - pero yo hago tantas otras cosas que son mi deber, que tengo buena razón para creer que soy un cristiano."
Este es un engaño fatal. Tales personas están completamente engañados al suponer que realmente obedecen a Dios en algo. "El que es injusto en lo muy poco, también es injusto en lo mucho", y "él que guarda la ley entera, pero ofiende en un solo punto, es culpable de todos."

6. Persistir en cualquier forma de pecado es fatal para el alma, porque es inconsistente con un verdadero arrepentimiento. El pecado, no importa cuan grande, será perdonado al arrepentirse. Pero ¿qué es el arrepentimiento? No es solo sentir pena por el pecado; más bien es renunciar al pecado de corazón. Es abandonar el pecado, todo pecado, de corazón; es el rechazo del pecado porque es esta cosa abominable que Dios odia; es volver el corazón desde el agradar a si mismo hacia el amor supremo por Dios y amor igual por todos nuestros prójimos; es una reforma del corazón. Ahora, mientras alguien persiste en pecado y no lo abandona, no puede haber arrepentimiento verdadero; pues, con todo, prefiere este pecado antes que la voluntad de Dios. Por tanto, no hay verdadero arrepentimiento hasta que todo pecado conocido sea completamente abandonado.

7. Persistir en cualquier forma de pecado es fatal para el alma, porque es extremamente inconsistente con la fe que salva. Aquella fe es la fe que salva, que efectivamente nos salva del pecado; y ninguna otra fe puede salvarnos. Solo aquella fe justifica, que santifica. La verdadera fe obra en amor; purifica el corazón; vence el mundo. Que nadie suponga que su fe le justifique, cuando de hecho no le salva del cometer pecado; porque no puede ser justificado mientras persiste en cometer algún pecado consciente. Si su fe no purifica su corazón, si no vence al mundo y vence sus pecados, nunca le puede salvar.

8. Persistir en cualquier forma de pecado es fatal para el alma, porque resiste al poder del evangelio. El evangelio no salva a aquel que no santifica. Si el pecado en cualquier forma resiste al poder salvífico del evangelio; si el pecado no se rinde bajo la influencia del evangelio; si alguien persiste en el pecado a pesar de todo el poder del evangelio en el alma; entonces, por supuesto, el evangelio no salva, y no puede salvar, aquel alma. Tal pecado es fatal.

9. Persistir en cualquier forma de pecado es fatal para el alma, porque la gracia del evangelio no puede perdonar lo que no puede erradicar.
Como ya dije, un pecado no puede ser perdonado mientras uno persiste en ello. Algunas personas parecen asumir que, aunque persisten en muchos pecados, la gracia de Dios perdonará aun estos pecados que no puede erradicar. Pero esto es un gran error. La Biblia enseña explícitamente esto: que si el evangelio no puede erradicar un pecado, nunca puede salvar el alma de las consecuencias de este pecado.

Realmente, yo comprendo que el evangelio enseña que los hombres son salvos del pecado primero, y en consecuencia, del infierno; y que no son salvos del infierno mientras todavía no son salvos del pecado. Cristo santifica cuando salva. Y este es el primerísimo elemento de la salvación, la salvación del pecado. "Llamarás su nombre Jesús", dijo el ángel, "porque él salvará a su pueblo de sus pecados." - "Habiendo levantado a su Hijo Jesús", dice el apóstol, "le envió para bendecirles al apartar a cada uno de vosotros de sus iniquidades." (Hech.3:26)
Que nadie espere ser salvo del infierno, excepto que la gracia del evangelio le salve primero del pecado.

10. Aun si el evangelio perdonara pecados que no erradicó, esto no salvaría el alma.
Supongamos que Dios no castigaría el pecado; - aun así, si el alma permanece en la auto-condenación de su pecado, su salvación es naturalmente imposible. El perdón no le serviría al pecador para nada, si permanece bajo esta auto-condenación. Esto es claro. Por tanto, que nadie piense que puede ser salvo mientras sus pecados no sean vencidos por la gracia del evangelio.

11. El pecado es uno solo en su espíritu y raíz. Consiste en preferirse a uno mismo antes que a Dios.
Por tanto, si uno persiste en cualquier forma de preferirse a sí mismo antes que a Dios, no ha abandonado en verdad ningún pecado; no ama a Dios por encima de todo; y en este caso, el alma no puede ser salvo de ninguna manera.