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Testimonios de como obra Dios para conversiones verdaderas:

Un relato fiel de la obra sorprendente de Dios (1736)

Por Jonatán Edwards (1703-1758)

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Contenido:

Introducción por el traductor

I. Introducción general
1. Antecedentes del avivamiento
2. Los inicios del avivamiento

II. Las maneras de conversión son varias, pero tienen una gran analogía.
1. Los comienzos de la convicción del pecado
2. La convicción se hace más profunda cuando el pecador intenta convertirse y encuentra que no puede.
3. El pecador tiene que llegar al punto de ser completamente agotado y quebrantado, para que entienda que él no puede hacer nada en absoluto para convertirse.
4. El pecador tiene que ser convencido de que su condenación es justa.
5. Es exactamente en este momento de quebrantamiento y humillación más profunda, que el pecador puede entender y recibir la gracia de Dios.
6. Muchos, cuando Dios obra con Su gracia en ellos, todavía no se dan cuenta de que han sido convertidos.
7. La conversión hace ver las cosas de Dios en una luz nueva
8. Dudas después de la conversión

III. Más ilustraciones de lo expuesto, con ejemplos particulares.
1. Una joven enferma
2. Una niña de cuatro años

Introducción por el traductor

Jonatán Edwards (1703-1758) fue el pionero del "Primer Gran Avivamiento" en Norteamérica, durante el cual grandes multitudes de personas se convirtieron a Cristo.

Cuando Edwards escribió "Un relato fiel...", el avivamiento estaba todavía en sus inicios, y él mismo no se imaginaba la magnitud de lo que Dios iba a hacer en los años siguientes. Más que todo, Edwards describe las formas como Dios obró en las personas que se convirtieron en estos inicios del avivamiento. Allí está el gran valor de la obra presente: El autor tiene un entendimiento muy claro y profundo de lo que es una conversión. Hoy en día existe un gran vacío en este respecto: la gran mayoría de los predicadores contemporáneos ya no saben lo que es la convicción acerca del pecado, lo que es el arrepentimiento verdadero, y lo que es la verdadera fe que es obrada por la gracia de Dios, no por imaginación propia. Una conversión no es un "ritual" que se puede llevar a cabo en una iglesia en una forma fija (la famosa "oración de entrega"). Al contrario, una conversión es una obra soberana de Dios, unida a una búsqueda seria de parte del pecador. Podemos aprender mucho de este gran hombre de Dios que fue usado poderosamente hace casi 300 años.

La traducción presente es abreviada; se dejaron de lado varias partes que no están directamente relacionadas con el tema de la conversión.
La división en tres partes grandes (I, II, III) es original del autor; las divisiones pequeñas (1, 2, 3...) fueron añadidas por el traductor para facilitar una vista panorámica del contenido.

I. Introducción general

1. Antecedentes del avivamiento

El pueblo de Northampton tiene 82 años de existencia, y tiene ahora aproximadamente 200 familias.
Soy el tercer ministro que se asentó en este lugar. El primero fue Eleazer Mather, ordenado en 1669. El amaba mucho a su pueblo y fue bendecido con bastante éxito. Le sucedió mi abuelo Stoddard, quien ministraba durante casi 60 años en este pueblo. Su ministerio fue bendecido con la conversión de muchas almas. El tuvo cinco "cosechas", como lo llamó. La primera era hace 57 años, la quinta y última hace 18 años. El dijo que en cada una de estas cosechas, la mayoría de los jóvenes del pueblo se preocupaban mucho por su salvación.

Después de la última cosecha llegó un tiempo de mucha degeneración, especialmente entre los jóvenes. Unos dos años antes de su muerte, yo me uní a mi abuelo en el ministerio, y durante estos dos años hubo cerca de veinte personas de los que pudimos esperar que fueron convertidos para salvación; pero no hubo señales de avivamiento alguno. Justo después de la muerte de mi abuelo, prevalecía una gran indiferencia hacia la religión. Muchos jóvenes se dedicaban a salir de noche, a ir a los bares, y a la lujuria. A menudo pasaban la mayor parte de la noche en sus fiestas, sin considerar el orden se sus familias; y de hecho los hogares no estaban bien gobernados. Además, el pueblo estaba dividido en dos partidos que se oponían unos a otros en toda oportunidad.

Pero dos o tres años después, los jóvenes comenzaron a estar más dispuestos a escuchar consejos, y poco a poco dejaron sus fiestas, y mostraron más preocupación religiosa.

Al fin del año 1733 apareció una apertura aun más grande entre los jóvenes. Ellos solían hacer sus fiestas especialmente los domingos por la noche. Pero decidí mencionar en una prédica lo malo que era esta práctica, e insté a los padres que gobernasen a sus familias y que mantuviesen a sus hijos en casa por las noches. Pero los padres encontraron que ni siquiera era necesario tomar medidas en el caso, porque los mismos jóvenes fueron convencidos por lo que habían escuchado desde el púlpito, y obedecieron por voluntad propia. De esta manera hubo una reforma inmediata de su comportamiento.

Después de esto comenzó una preocupación religiosa notable en un pueblo vecino. Un joven murió de manera repentina y terrible; y poco después murió una joven casada que se preocupaba mucho por su salvación mientras estaba enferma, pero pareció recibir la evidencia de la gracia de Dios hacia ella antes de su muerte, y murió llena de consolación, aconsejando a otros. Estos sucesos causaron una gran solemnidad en los espíritus de muchos jóvenes.

En otoño de aquel año propuse a los jóvenes reunirse entre ellos los domingos por la noche para conversar de asuntos religiosos, y para este fin formar varios grupos que se iban a reunir en las diferentes partes del pueblo. Así lo hicieron y continuaron con estas reuniones hasta hoy, y su ejemplo fue imitado por adultos mayores.

Alrededor de este tiempo comenzó en esta tierra la gran controversia acerca del arminianismo. Los fieles piadosos se sentían amenazados; pero al contrario, la controversia contribuyó al avivamiento. Muchos de los que sabían que no tenían a Cristo parecían despertar, porque temían que Dios se iba a retirar de la tierra, que íbamos a ser abandonados a enseñanzas falsas y principios corruptos, y que entonces ya no tendrían oportunidad para salvarse. Otros comenzaron a dudar un poco de las verdades que habían sido enseñadas, y entonces empezaron a inquirir con mucha preocupación, cuál era el camino para ser aceptado por Dios.

2. Los inicios del avivamiento

A fines de diciembre, el Espíritu de Dios comenzó a obrar de manera maravillosa. Cinco o seis personas fueron sucesivamente convertidos para salvación, según todas las evidencias. Particularmente me sorprendí de una mujer joven, que había sido una de las personas más licenciosas de la ciudad. Nunca antes yo había escuchado que ella se hubiera vuelto seria de alguna manera; pero cuando vino a mí, me relató una obra gloriosa de la gracia de Dios, y que Dios le había dado un nuevo corazón, verdaderamente quebrantado y santificado. No pude dudarlo, y desde entonces he visto mucho en ella para confirmarlo.
Las personas más alejadas de la seriedad parecían despertar con esto. Muchos fueron a hablar con ella, y estuvieron satisfechos con lo que vieron en ella.

Entonces en todas las partes de la ciudad comenzó una preocupación grande y seria acerca de la religión y la eternidad. Todas las conversaciones, en todas las ocasiones, fueron únicamente acerca de los asuntos espirituales y eternos. En compañía ya no se toleraba hablar de otras cosas excepto la religión. Las cosas del mundo se trataron como algo de muy poca importancia. Pronto hubo reportes exagerados de que la gente hubiera dejado completamente sus trabajos seculares para dedicarse enteramente a la lectura y la oración.
Aunque esto no era cierto, y la mayoría de la gente seguía con su trabajo normal, pero su preocupación más grande era entrar al reino de los cielos. Fue para ellos una cosa espantosa encontrarse fuera de Cristo, cada día en peligro de caerse al infierno; y toda la intención de su mente era escapar para salvar sus vidas, y huir de la ira venidera.

Mientras avanzaba esta obra de Dios, se multiplicó el número de santos verdaderos, y pronto la ciudad cambió de manera gloriosa. En primavera y verano del año 1735, la ciudad parecía llena de la presencia de Dios; nunca había sido tan llena de amor, de gozo, y sin embargo tan llena de congoja. Hubo evidencias notables de la presencia de Dios en casi cada hogar. Entonces nuestras reuniones públicas eran hermosas: la congregación estaba viva en el servicio de Dios ... toda la asamblea estaba de vez en cuando en lágrimas mientras la palabra fue predicada; algunos llorando por congoja, otros por amor y gozo, y otros con compasión y preocupación por las almas de sus prójimos.
Nuestros jóvenes, cuando estában juntos, pasaron el tiempo conversando acerca de la excelencia y el amor de Jesucristo, la gloria del camino de salvación, la verdad y certeza de las grandes cosas en la palabra de Dios, etc. Incluso en las bodas, que antes habían sido solo ocasiones de diversiones mundanas, ahora no se hablaba de otra cosa que de la religión, y no hubo otro gozo que el espiritual. Aquellos entre nosotros que habían sido convertidos anteriormente, fueron grandemente vivificados, y recibieron una nueva y extraordinaria medida del Espíritu de Dios.

Hasta ahora se veía como algo extraño que Dios haya obrado en alguien para salvación, y cambiado de manera signifiactiva, en su niñez. Pero ahora hay cerca de treinta personas que aparentemente fueron tocados para salvación, entre los diez y catorce años de edad; dos entre nueve y diez años; y uno de cuatro años; y puesto que supongo que pocos creerán este último caso, daré más abajo un relato detallado de ello.

Entonces este derramamiento notable del Espíritu de Dios se extendió de un extremo al otro del condado, y aun muchos lugares de Connecticut participaron de la misma misericordia.

II. Las maneras de conversión son varias, pero tienen una gran analogía.

Procederé ahora a dar un recuento de la manera como esta obra (para conversión) se manifiesta en las personas; y hay una gran variedad entre ellos, pero en muchos aspectos hay una analogía en todos.

1. Los comienzos de la convicción del pecado

- Primero, las personas despiertan con una conciencia de su condición miserable por naturaleza, y el peligro de perecer eternamente, y la importancia de escapar prontamente. Algunos son tomados repentinamente por esta convicción - por la noticia de la conversión de alguien, o por algo que escuchan en público o en una conversación privada -, y sus conciencias son derribadas, como si su corazón hubiera sido traspasado con una flecha. Otros despiertan poco a poco, se deciden a meditar acerca de las cosas que les hacen despertar más, y así su convicción aumenta.

Un primer efecto de este despertar es que la gente abandona inmediatamente sus prácticas pecaminosas: la gente dejó sus antiguas contiendas, calumnias, e interferencias en los asuntos de otras personas. Los bares se quedaron vacíos.
Un segundo efecto fue, que se dedicaron seriamente a la lectura, la oración, las ordenanzas de Dios, y reuniones privadas; su clamor fue: ¿Qué debemos hacer para ser salvos? Su lugar de refugio ya no era el bar; pero la casa del ministro estaba más repleta de lo que los bares habían sido antes.

Hay una gran variedad en cuanto al grado de temor y preocupación que la gente siente antes de alcanzar el perdón de Dios. Algunos son llevados con más ánimo y esperanza que otros. Algunos sintieron el desagrado de Dios tan fuertemente que no podían dormir de noche; la idea de dormir en una tal condición perdida les horrorizaba... La conciencia abominable de su miseria generalmente aumentaba, cuánto más una persona se acercaba a su liberación.
Junto con estos temores muy fundamentados, a veces se mezcló el desorden de un temperamento melancólico, del cual el tentador sacó ventaja para obstaculizar la obra. Pero durante este tiempo de bendición extraordinaria había mucho menos de esta mezcla. Muchos de los que tenían este problema, ahora fueron liberados. Algunos que habían sido enredados en tentaciones particulares durante mucho tiempo, ahora fueron liberados de estos obstáculos, y llegaron con éxito al camino de la vida. Así parece que satanás fue restringido.

A menudo las personas que se despertaron, se preocuparon porque pensaban que no se estaban despertando, y se vieron a sí mismos como miserables, duros de corazón, insensatos, durmiendo en el umbral del infierno. La conciencia de su propia dureza aumenta en ellos a medida que se despiertan; de manera que se parecen a sí mismos los más insensibles, en el momento en que en realidad son los más sensibles. Algunas personas sintieron tan fuertemente su peligro y su miseria, que un poco más los hubiera destruido; sin embargo expresaron gran preocupación por su propia indiferencia y dureza durante estos tiempos extraordinarios.

Algunos están cerca de la desesperación y todo les parece tan oscuro como la medianoche, poco antes de que el día amanece en sus almas. Algunos clamaron bajo el terrible peso de su culpa, asombrados de que Dios todavía les permitía seguir viviendo en la tierra, en vez de mandarlos inmediatamente al infierno.
Otros no sintieron tanta desesperación, pero tuvieron una consciencia muy profunda en sus corazones, acerca de su propia depravación y muerte en pecado.

Muchos, en estas circunstancias, sintieron una gran envidia hacia sus amigos piadosos, especialmente hacia los que fueron convertidos hace poco. Se sintieron molestos con Dios porque El había obrado en otros para conversión y en ellos no. Tuve que insistir mucho en que aborreciesen hasta lo extremo estos pensamientos envidiosos, porque si les daban lugar, iban a apagar el Espíritu de Dios, o incluso provocarle a abandonarlos completamente. - Pero en algunos casos, cuando la gente se dio cuenta de esta terrible maldad en sus corazones, Dios obró algo bueno de lo malo, y lo usó para despojarlos de toda confianza en sí mismos.

La tendencia del Espíritu de Dios parece ser, en su obra con el hombre, llevarlo bajo una convicción de su dependencia absoluta de Su soberano poder y gracia, y de la necesidad de un mediador. El tuvo que mostrarles que no podían ayudarse a sí mismos de ninguna manera, y que Dios sería completamente justo al rechazarlos y desecharlos para siempre.

2. La convicción se hace más profunda cuando el pecador intenta convertirse y encuentra que no puede.

Cuando empiezan a despertar, su conciencia normalmente reacciona más que todo a sus vicios externos o pecados visibles. Pero después se sienten mucho más cargados por los pecados del corazón, su enemistad contra Dios, el orgullo de sus corazones, su incredulidad, su rechazo de Cristo, la obstinación de sus voluntades, y parecidos. Muchos, después de esforzarse por alcanzar la salvación, fueron convencidos por su propia experiencia de que todos sus esfuerzos eran en vano, y que su depravación era universal.

A menudo, al primer despertar, se ponen a caminar más rectamente, y confiesan sus pecados, y cumplen muchos deberes religiosos, con una esperanza secreta de aplacar la ira de Dios. En estos primeros esfuerzos, a menudo sus confesiones y oraciones están llenas de lágrimas; y la gente se jacta de ello como si fuera una forma de expiación, y como si sus lágrimas pudieran producir un sentimiento correspondiente en Dios. Por tanto se imaginan que Dios haría grandes cosas por ellos, y piensan que están avanzando y que pronto estarán completamente convertidos. Pero pronto descubren que fallan, y entonces sienten que se han vuelto peores. Y así descubren que no se pueden convertir tan rápidamente como pensaron. A medida que multiplican sus intentos, se decepcionan; no ven ninguna evidencia de que Dios haya inclinado Su corazón hacia ellos.

(N.d.Tr.) Veo necesario insertar una nota aquí - cuán descarriados y confundidos estamos hoy en día: Lo que menciona Jonatán Edwards aquí, el "confesar pecados y cumplir deberes religiosos", ya lo tomamos por una conversión. Y cuando estos supuestos convertidos vuelven a caer, les decimos: "No importa, Jesús te perdona." - ¿o no? - Edwards lo vio más claramente: estos son los intentos inútiles del inconverso para aplacar la ira de Dios. Después explicará cuál es la conversión verdadera.

3. El pecador tiene que llegar al punto de ser completamente agotado y quebrantado, para que entienda que él no puede hacer nada en absoluto para convertirse.

Entonces, si el Espíritu Santo sigue convenciéndolos, pueden incluso temer que cometieron el pecado imperdonable, o que Dios nunca tendría misericordia con tales víboras como son ellos. Entonces quizás leen o escuchan algo acerca de la misericordia infinita de Dios, y que el sacrificio de Cristo es suficiente para el peor de los pecadores, y se sienten animados otra vez; pero les parece que todavía no son aptos para acercarse a Cristo, porque todavía son demasiado malos. Y así quizás hacen nuevos esfuerzos inútiles en sus propias fuerzas, y siguen decepionados.

Ellos no saben que es algo muy diferente que tienen que hacer para obtener la gracia de ser convertidos; algo que nunca hicieron. Si alguien les dice que confían demasiado en su propia fuerza, no pueden desaprender esta actitud de una vez. Todo les parece oscuro como la medianoche, y siguen caminando sin encontrar descanso, hasta que están completamente debilitados, quebrantados, y humillados. Entonces Dios les da la convicción de su propia incapacidad e insuficiencia, y les hace descubrir el verdadero remedio en un conocimiento más claro de Cristo y Su evangelio.

Cuando empiezan a buscar la salvación, no conocen nada de sí mismos. No saben cuan ciegos son, y cuan poco pueden hacer para ver las cosas espirituales. No saben cuan lejos están de amar a Dios, y cuan muertos están en pecado. Cuando encuentran contaminación en sus corazones, se ponen a lavar sus manchas y se esfuerzan en vano, hasta que Dios les demuestra que es en vano.

Algunas personas caminan en este laberinto diez veces más tiempo que otros. En muchos, Dios hizo la obra en mucho menos tiempo: El despertó sus consciencias y los convenció tan profundamente de su gran maldad y de la ira de Dios contra el pecado, que rápidamente dejaron de confiar en ellos mismos, y se postraron en el polvo ante el Dios santo y justo. Y algunos no tenían una convicción tan profunda antes de su conversión, pero la tuvieron después y mucho más profunda. Dios no se ha limitado a un método específico en su trato con los pecadores. Algunos estuvieron bajo esta convicción durante pocos días hasta alcanzar la conversión; otros durante meses o hasta años. Algunos estaban por muchos años muy preocupados por su salvación, pero no lo suficientemente despertados para alcanzarla. Otros vivían una vida licenciosa hasta muy poco antes de convertirse; pero pronto llegaron a un gozo santo en las grandes bendiciones que Dios les otorgó.

4. El pecador tiene que ser convencido de que su condenación es justa.

Un ministro que trata con almas bajo tales circunstancias, tiene que insistir fuertemente en que Dios no está bajo ninguna obligación de mostrar misericordia a algún hombre natural; y que nadie puede exigir algo de Dios, ni por justicia ni por promesa, a cambio de algo que hizo antes de creer en Jesucristo, o antes de empezar a arrepentirse de verdad. Si yo les hubiera enseñado algo diferente, yo los hubiera destruido. Hubiera deshecho directamente lo que el Espíritu de Dios iba a hacer en ellos. Sin embargo, los que estaban bajo convicción, necesitaban también ser animados por la misericordia suficiente de Dios en Cristo. De esta manera, la convicción y el ánimo, el temor y la esperanza, deben mezclarse en la proporción apropiada para mantener sus mentes en el medio entre los extremos de adulación a sí mismos por un lado, y el desánimo completo por el otro lado. Los discursos más bendecidos fueron aquellos donde insistí en la absoluta soberanía de Dios respecto a la salvación de los pecadores, y en Su libertad justa en cuanto al responder a las oraciones de hombres naturales. Nunca encontré tanto fruto inmediato de salvación, que cuando predicaba acerca de estas palabras en Romanos 3:19: "Que cada boca sea tapada"; demostrando que sería justo que Dios desechara para siempre a todos los hombres naturales.

En aquellos que llegaron hasta la salvación, después de ser preocupados por su pecado, normalmente lo siguiente era la convicción de que Dios era justo al condenarlos. Lo expresaron de maneras diferentes: algunos, que se habían dado cuenta de que Dios es soberano y puede recibir a unos y rechazar a otros; algunos, que se habían convencido de que Dios podría otorgar misericordia a toda la gente en el mundo menos a ellos mismos, y sería justo; algunos, que Dios sería justo al pasar por alto todos los esfuerzos que ellos hicieron y todas las oraciones que oraron; algunos, que aun si se esforzaran por toda su vida, Dios siempre sería justo al echarlos al infierno, porque todos sus esfuerzos, oraciones y lágrimas no podían expiar ni un solo pecado. Algunos declararon que estaban en la mano de Dios y El podía hacer con ellos todo lo que El deseaba; algunos, que Dios estaría glorificado en su condenación, y que se asombraban de que El los había dejado con vida por tanto tiempo, en vez de echarlos al infierno hace mucho tiempo.

5. Es exactamente en este momento de quebrantamiento y humillación más profunda, que el pecador puede entender y recibir la gracia de Dios.

... A menudo, antes de descubrir esta justicia de Dios, sus mentes están inquietas, en una lucha o angustia; pero tan pronto como les llega esta convicción, su mente se calma de una manera inesperada; y a menudo la carga sobre sus espíritus se alivia, y comienzan a tener una esperanza general que en algún momento Dios tendrá misericordia de ellos. Algunos hacen entonces una decisión de permanecer a los pies de Dios y esperar hasta que llegue su tiempo, y descansan en esto. No se dan cuenta de que exactamente ahora el Espíritu de Dios los ha preparado para recibir la misericordia de Dios.

En muchas personas, esta convicción de la justicia de Dios va más allá de la condenación por la ley. Mas bien es una demostración de la gracia de Dios, que los lleva a admirar este atributo de Dios, Su justicia. Algunos incluso dijeron que pudieron ver como la gloria de Dios brillaría en su propia condenación, y que se sentían dispuestos a ser condenados para que Dios fuera glorificado. Sin embargo, no tenían ninguna idea clara acerca de la condenación, y no hay ninguna palabra en la Biblia que requeriría un tal grado de abnegación. Pero la verdad es, que se dieron cuenta de que la salvación era demasiado buena para ellos (como algunos lo expresaron más claramente), que sería inconsistente con la majestad de Dios al que habían afrentado tanto.

Esta calma del espíritu continúa por algún tiempo, antes que reciban una revelación clara de la gracia de Dios según el evangelio. Pero a menudo reciben una vista consoladora y dulce del Dios misericordioso, del Redentor suficiente, inmediatamente después de que hayan visto su infierno merecido y la soberanía de Dios en cuanto a su salvación. A menudo ven su mente dirigida hacia Cristo en Su suficiencia y Su voluntad de salvar a pecadores; otros reciben pensamientos acerca de los atributos dulces y gloriosos de Dios que se manifiestan en el evangelio y en el rostro de Cristo: Su misericordia y gracia; o Su poder infinito para salvarles; o Su verdad y fidelidad. Algunos descubren primero la verdad y certeza del evangelio; otros, la verdad de ciertas promesas específicas...
A menudo tienen un texto particular de las Escrituras en la mente; a veces una multitud de invitaciones y promesas divinas, que llenan el alma más y más con consuelo y satisfacción.

A veces, la gracia aparece después de la humillación, en forma de un anhelo serio de conocer a Dios y a Cristo; de amarle, de vivir humildemente ante Él, de tener comunión con Cristo. Este anhelo va unido a una decisión firme de seguir por siempre a este bien supremo, dispuesto a mantener la esperanza. Cuando una persona comienza en esta actitud, normalmente siguen otras experiencias que manifiestan aun más claramente un cambio del corazón.

6. Muchos, cuando Dios obra con Su gracia en ellos, todavía no se dan cuenta de que han sido convertidos.

...A menudo, cuando Dios les revela por primera vez el alivio en el fundamento del evangelio, no piensan por nada en ser convertidos. Simplemente se sienten refrescados por la suficiencia de Dios y la provisión abundante en Cristo, después de haber sido tan abatidos en su culpa y temor a la ira. Esto engendra en ellos una determinación firme de dedicar sus vidas enteras a Dios y a Su Hijo, y a esperar pacientemente hasta que Dios efectúe todo; y a menudo están firmemente convencidos de que Dios lo hará en Su tiempo.
Así es obrado en ellos un reposo santo del alma en Dios por medio de Cristo. Pero no se imaginan que ahora son convertidos. La razón de esto es, a menudo, que ellos no ven que este disfrute que tienen en el descubrimiento de la gracia, ya es la verdadera aceptación de ella. No saben que esta dulce satisfacción en la misericordia y salvación completa de Dios, es una verdadera recepción de Su misericordia, o la evidencia clara de su recepción. Ellos esperaron no sé que clase de actuación del alma; o quizás ni sabían qué esperar.
De hecho, muchos de ellos, antes de su propia conversión, tenían una idea muy imperfecta de lo que era la conversión. Las expresiones que otros usaron para describir la conversión, no comunicaron a sus mentes las ideas que significaban. No entendieron más de lo que un ciego de nacimiento entiende cuando le describimos los colores.
...Se ha observado (en nuestra ciudad) que las personas de mayor entendimiento, que habían estudiado más acerca de estas cosas (de la conversión), eran más confundidos que los demás. Algunos de ellos declararon que toda su sabiduría anterior fue deshecha. Pareció que ellos tenían más necesidad de ser instruidos accerca de sus propias circunstancias, que aun los cristianos sencillos.
Fue maravilloso ver como a veces las emociones de las personas fueron movidas cuando Dios repentinamente abrió sus ojos. Su sorpresa gozosa hizo saltar sus corazones; algunos estallaron en risa, a menudo derramando lágrimas como un río y llorando al mismo tiempo. Algunos no pudieron impedir gritar a alta voz, expresando su gran admiración.
Muchos continúan por mucho tiempo en estas experiencias de la gracia sin pensar que fueron convertidos; y nadie sabe cuanto tiempo continuarían sin saberlo, si no recibieran ayuda por medio de instrucciones particulares. De otro modo algunos continúan en este estado por años; algunos con gran ánimo y esperanza que algún día recibirán misericordia; otros volviendo a una desesperación aun más grande. El satanás no desperdicia estas oportunidades de tentar a estas personas. Por esto, las personas necesitan un guía que les haga entender la Palabra de Dios acerca de la gracia, y que les ayude a aplicarla a ellos mismos

Cada vez que he sido satisfecho acerca las evidencias de salvación en una persona, yo se lo señalaba. Muchos me han culpado y censurado por causa de esta práctica. Pero yo nunca estaba juzgando a las personas, sino a las experiencias tales como ellos mismos las declaraban y calificaban. Les ayudé e instruí a aplicar las reglas de las Escrituras a su propio caso; y donde un caso me parecía claro, yo expresaba libremente mi esperanza. Pero usé en esto mucho más cuidado de lo que muchos suponían. Pero no deseo privarme del consuelo de regocijarme junto con aquellos que estaban en gran desesperación, y cuyas circunstancias me son conocidas, cuando hay buenas evidencias de que pasaron de la muerte a vida. Por las razones que mencioné antes, muchas personas necesitan a un guía en este asunto; y fue algo que Dios bendijo mucho entre nosotros. Muchas personas habían alcanzado la gracia de Dios, pero eran como árboles en invierno porque ignoraban su estado.

Dios ha promovido mucho Su obra por medio de las noticias de la conversión de otras personas. Esto fue lo que despertó a los pecadores para buscar la misma bendición, y avivó a los santos. Sin embargo, a menudo les señalo a mi pueblo que ningún hombre puede conocer el corazón de otro, y que por tanto no hay que depender del juicio de otros. Además insistí en que la sinceridad en los frutos es una mejor evidencia que las palabras. Toda mi congregación es testigo de esto. Y en general, la gente tenía mucho temor de engañarse, y se cuidaban mucho de no edificar sobre un fundamento equivocado.

La conversión es una obra grande y gloriosa del poder de Dios; cambia de una vez el corazón, e infunde vida en el alma muerta. Pero no todos pueden decir el momento exacto cuando alcanzaron por primera vez la gracia. Algunos tuvieron una experiencia bien clara. Pero hay otros que no saben lo que es la gracia de la conversión, incluso cuando ya la tienen. Algunos no están seguros si su primera experiencia era quizás nada más que una iluminación de Dios, y si quizás alguna experiencia más clara después de la primera era cuando alcanzaron la salvación. Esta obra de Dios en el alma es muy misteriosa, y es como lo dicho en Marcos 4:26-28: 'El reino de Dios es como cuando un hombre echa semilla en la tierra, y duerme, y se levanta, noche y día, y la semilla germina y crece, él no sabe cómo; porque la tierra produce fruto de sí misma, primero la hoja, después la espiga, después el grano lleno en la espiga.'

En algunos, la luz de la conversión es como una claridad que los ilumina de repente. En otros fue como la luz del alba que aparece poco a poco, y es escondida por una nube, y después brilla un poco más fuerte, hasta que por fin la luz clara aparece a través de las nubes.

7. La conversión hace ver las cosas de Dios en una luz nueva

La conversión trae consigo una convicción extraordinaria de la realidad y certeza de las grandes cosas de la religión; aunque en algunos esto sucede solamente algún tiempo después. Reciben un vistazo y un sabor de la excelencia divina en el evangelio; y esto les convence más que muchos libros llenos de argumentos. En muchas oportunidades, la gloria de las verdades cristianas fue expuesta ante las personas, y a la vez vieron y saborearon y sintieron la divinidad de estas verdades, y entonces no pudieron dudar de la verdad, al igual como no podrían dudar de la existencia del sol que pueden ver brillar en el cielo. Sin embargo, si les preguntaramos por qué creían que estas cosas son verdad, no podrían expresar bien sus razones. Pero al conversar más con ellos, uno estará satisfecho al ver que tienen la evidencia de Dios dentro de ellos mismos.

Ellos son tan llenos de este nuevo descubrimiento, y las cosas les parecen tan claras y racionales, que a menudo piensan que están listos para convencer a otros; con este fin empiezan a hablar con cualquiera que encuentran; y cuando están decepcionados, se maravillan de que sus razonamientos al parecer no causan mayor impresión. Las cosas (del evangelio) les parecen ahora tan obvias y sencillas que cualquiera podría verlo. Cuando uno les pregunta por qué no lo vieron antes, dicen que nunca pensaron en ello. Pero a menudo experimentan otra dificultad: cuando Dios se aleja, se encuentran nuevamente como ciegos, pierden la convicción de las cosas que eran tan claras para ellos, y con todos sus esfuerzos no pueden recobrar esta convicción, hasta que Dios renueva la influencia de Su Espíritu.

Después de su conversión, la gente dice que las cosas religiosas les parecen nuevas: la predicación es nueva, de manera que les parece que nunca antes escucharon una prédica; la Biblia es un libro nuevo, donde encuentran nuevos capítulos, nuevos salmos, nuevas historias; porque las ven en una luz nueva.
Una mujer anciana, de unos setenta años, había pasado casi toda su vida bajo el ministerio poderoso de mi abuelo. Cuando leyó en el Nuevo Testamento acerca del sufrimiento de Cristo por los pecadores, estaba muy asombrada de lo que leyó, que era real y maravilloso, pero nuevo para ella. Se maravilló de que nunca hubiera escuchado de esto. Pero inmediatamente se acordó de que sí lo había escuchado muchas veces, y leído, pero nunca antes de ese momento lo había visto como algo real. Fue tan abrumada por este descubrimiento que las personas alrededor de ella pensaban que iba a morir.

Muchos hablaron de como sus corazones sentían amor por Dios y Cristo; y como sus mentes estaban envueltas en contemplar la gloria y gracia maravillosa de Dios, y la excelencia de Jesucristo y Su amor al morir por nosotros. Varios de nuestros niños expresaron esto; y dijeron que estaban dispuestos a dejar a padre y madre y todas las cosas en el mundo para ir a Cristo y estar con El. Varias personas fueron tan impresionadas por la gloria de Dios que si El les hubiera mostrado un poco más de El mismo, sus cuerpos se hubieron quebrantado. He conversado con algunos en este estado, que ciertamente estaban perfectamente sobrios, y lejos de cualquier entusiasmo salvaje. Y ellos hablaban - si es que estaban capaces de hablar - de la gloria y perfección de Dios, de una manera tal que no se puede expresar.

Estas personas que recibieron las revelaciones más extraordinarias, nunca aparecieron con la actitud presumida, orgullosa y autosuficiente de los entusiastas. Muy al contrario, son conocidas por su espíritu humilde y modesto. ... Hablan mucho de su salvación por la gracia libre y soberana, por la justicia de Cristo; y alegremente renuncian a su justicia propia. A menudo ni tienen palabras para expresar sus experiencias. Algunos dicen que estas experiencias espirituales les mostraron la vanidad de todos los placeres terrenales, y como estos les parecían viles y sin valor.

Muchos, mientras sus mentes estaban llenas de deleites espirituales, se olvidaron de comer; sus apetitos físicos desaparecieron, mientras sus mentes se mantenían con una comida que los demás no conocían. Les parece que aun las cosas alrededor, el sol, la luna, las estrellas, las nubes y el cielo, tienen una gloria y dulzura divina. Se deleitan en la seguridad de su propia salvación; pero este no es el objeto principal de su meditación. Mas bien la atención de sus mentes se dirige hacia la excelencia gloriosa de Dios y de Cristo.

El gozo más grande lo encuentran cuando están más humillados en el polvo, más vaciados de sí mismos; cuando ellos no son nada y Dios es todo. ... Muchos sienten un gran deseo de su alma de alabar a Dios; pero al mismo tiempo se entristecen de que no pueden alabarle de la manera como quisieran, y desean que otros les ayuden. Desean que todo el mundo alabe a Dios. Tienen un gran deseo de vivir para la gloria de Dios, y de hacer algo en Su honra; pero al mismo tiempo se entristecen de su propia insuficiencia y esterilidad, y de que no pueden hacer nada por sí mismos.

Mientras Dios estaba tan presente entre nosotros por Su Espíritu, ningún libro era tan delicioso como la Biblia; especialmente los Salmos, el libro de Isaías, y el Nuevo Testamento. Nuestros convertidos estaban unidos en afecto amable unos hacia los otros. Creo que nunca se confesaron tantos daños hechos, y nunca se arreglaron tantas diferencias, como en el año pasado. Los convertidos expresaron un gran deseo por la conversión de otros.

Es notable que algunas personas, cuando se convierten, hacen grandes avances en cuanto a sus nociones doctrinales. Especialmente mencionaré a uno, que había nacido aquí, pero en su niñez fue llevado en Canadá y educado en la religión papista. Desde que volvió a nuestro pueblo, se apartó en cierta medida del papismo; pero parecía torpe y sin entendimiento en cuanto a la enseñanza protestante. Pero cuando se convirtió, cambió notablemente en este aspecto.

8. Dudas después de la conversión

Algunos convertidos están casi siempre llenos de esperanza y satisfacción acerca de su propia salvación; pero no de tal manera que dejarían de examinarse a sí mismos. Y la mayoría experimenta tiempos cuando sienten su espíritu como muerto, y entonces tienen escrúpulos y temores acerca de su condición.

Ellos saben lo terrible que es una falsa esperanza, y son muy cautelosos al testificar de sus experiencias. Muchos, después de relatarlas, sintieron temor de haber hablado como hipócritas, y de haber usado términos demasiado fuertes; pero no sabían como corregirse.

Pienso que la mayor causa de estos temores y dudas es la corrupción que encuentran que sigue en sus corazones. Al inicio, sus almas están completamente vivas, sus corazones están arreglados, y encuentran pocas dificultades en los asuntos de la religión. Pero después se sorprenden cuando vienen momentos apagados, pensamientos distraídos en medio de los tiempos de alabanza pública y privada, y que no pueden detener estos pensamientos. O sienten actitudes mundanas obrando en ellos: orgullo, envidia, deseos de venganza, y otras obras del pecado. Entonces sus corazones se desaniman por la desilusión, y piensan que son solo hipócritas.

Entonces dicen que hay tanta corrupción en sus corazones, que no puede haber ninguna bondad allí. Muchos están mucho más sensibles hacia la corrupción de sus corazones, de lo que eran antes de su conversión; y les parece que están empeorando en vez de mejorando. Pero la verdad es que ahora están vigilando sus propios corazones; algo que no solían hacer antes. Están notando el pecado mucho más, y tienen una lucha más fuerte contra él.

También están sorprendidos de que son tan diferentes de la idea que tenían de lo que es una persona piadosa. De hecho, la gracia es mucho más excelente de lo que imaginaban; pero los piadosos tienen mucho menos de ella de lo que pensaban, y queda en ellos mucho más corrupción de lo que pensaban. No sabían que los convertidos se enfrentan con tales dificultades. Entonces, mientras duran estos tiempos "apagados", no están satisfechos acerca de su estado. Cuando escuchan acerca de las señales de la gracia para examinarse, no saben como aplicarlas. Apenas saben si tienen tal cosa o no, si la experimentaron o no. No pueden recobrar el recuerdo de lo mejor y de lo más dulce de sus experiencias. Pero cuando regresa la influencia del Espíritu de Dios, la luz rompe a través de la nube, y las dudas y la oscuridad desaparecen.

A menudo, los convertidos se avivan de nuevo por medio de una conversación acerca de las cosas de Dios. Y a menudo, cuando cuentan a sus hermanos cristianos sus experiencias pasadas, el recuerdo revive, y la experiencia misma es avivada de nuevo. A veces, cuando están llenos de dudas, viene Escritura tras Escritura a su mente para responder a sus dificultades. A menudo, antes de recibir el nuevo consuelo, hay una nueva humillación.

III. Más ilustraciones de lo expuesto, con ejemplos particulares.

1. Una joven enferma

Para dar una idea más clara de la obra del Espíritu de Dios, relataré dos ejemplos particulares. La primera es una persona adulta, una joven de nombre Abigail Hutchinson. Relato su caso porque ella ahora está muerta, y puedo hablar de ella con más libertad que en el caso de personas vivas.

Ella era de una familia inteligente y sobria; no había nada en su educación que se hubiera inclinado hacia el entusiasmo. Antes de su conversión era una persona tranquila y reservada. Estaba enferma desde hace mucho tiempo; pero su enfermedad nunca había causado en ella una melancolía religiosa o algo parecido. Ella experimentaba el despertar apenas durante una semana, hasta que hubo evidencia de que estaba convertida para salvación.

Ella despertó primero, un lunes, por algo que dijo su hermano, de que era necesario buscar seriamente la gracia para ser regenerado. Además recibió noticias acerca de la conversion de aquella joven que mencioné más arriba. Esto despertó en ella un espíritu de envidia contra aquella joven, porque pensaba que era una persona muy indigna de recibir una tal misericordia. Pero con todo, resolvió hacer todo para obtener la misma bendición. Puesto que pensaba que no tenía suficiente conocimiento del cristianismo para poder convertirse, decidió escudriñar diligentemente las Escrituras. Comenzó al inicio de la Biblia, decidida a leerla hasta el final.
Así continuó hasta el jueves, y entonces hubo un camibo repentino. Su preocupación aumentó mucho, porque tuvo una consciencia extraordinaria de su propia pecaminosidad, y de la maldad de su corazón. Como ella dijo, esto vino sobre ella como un rayo, y la derribó con un terror extremo. Con esto dejó de leer la Biblia en su orden, como había empezado, y volvió de frente al Nuevo Testamento, para ver si podía encontrar alivio para su alma desesperada.

Su gran terror era, como ella dijo, que había pecado contra Dios; y su desesperación aumentó durante tres días, hasta que no vio nada excepto oscuridad delante de ella, y tembló físicamente por miedo a la ira de Dios. Se asombró de sí misma, que se había preocupado tanto por su cuerpo y había buscado a tantos médicos para ser sanada, pero había descuidado completamente su alma. Su pecado le pareció terrible, especialmente en tres asuntos: su pecado original; su pecado de murmurar contra la providencia de Dios por causa de su enfermedad; y sus faltas en sus deberes hacia sus padres (aunque otras personas la veían como una persona ejemplar en este aspecto). El sábado, ella estaba tan ocupada en leer la Biblia y otros libros cristianos, siempre buscando alivio, hasta que sus ojos ya no pudieron distinguir las letras. Entonces pensó en la advertencia de Cristo, que no seamos como los paganos, pensando que seremos escuchados por hablar mucho. Esto le hizo ver que ella había confiado en sus propias oraciones y acciones religiosas, pero ahora Dios había anulado esto, y ella no sabía adónde volverse.

El mismo día, ella en su desesperación buscó a su hermano y le reprochó por qué no le había dicho más acerca de su pecaminosidad, y le preguntó muy seriamente qué debía hacer. Ella sintió dentro de ella misma una enemistad contra la Biblia, y se atemorizó mucho por ello. Más tarde lo relató de esta manera: Antes había sido su opinión de que ella no era culpable del pecado de Adán, puesto que ella no tuvo ninguna parte activa en ello; pero ahora ella vio que ella era culpable y completamente contaminada con este pecado, y que tan solo el pecado que ella trajo al mundo desde el principio, era suficiente para condenarla.

El domingo, ella estaba tan enferma que sus amigos no la dejaron ir a la reunión de la iglesia, por más que ella quería. Al acostarse en la noche, ella decidió ir donde el ministro la mañana siguiente para pedirle consejo. Pero no fue necesario. Cuando se despertó en la madrugada del lunes, sintió una ligereza y calma en su mente que nunca antes había sentido. Entonces llegaron estas palabras a su mente: "Las palabras del Señor son palabras puras, sanidad para el alma y médula para los huesos", y después estas palabras: "La sangre de Cristo limpia de todo pecado". Además, ella sintió claramente la excelencia de Cristo, y que El era suficiente para expiar los pecados del mundo entero. Después se recordó de las palabras: "Es agradable a los ojos contemplar el sol", y le parecía que esto se aplicaba a Jesucristo. Así su mente fue llenada de pensamientos e imágenes de Cristo, de manera que se llenó de gozo. Le contó a su hermano que había visto (por fe) a Cristo, y que había pensado no tener suficiente conocimiento para ser convertida; pero, dijo, ¡Dios puede hacerlo muy sencillo! Durante todo el día lunes sintió una dulzura constante en su alma. Durante las dos madrugadas siguientes se repitió la misma revelación de Cristo, pero cada día más clara.

La última vez, el miércoles, su alma se llenó de una tristeza por las personas sin Cristo y su condición miserable. Ella deseaba inmediatamente ir a advertir a los pecadores. El día siguiente propuso a su hermano ir juntos de casa en casa; pero él la detuvo diciendo que este era un método inapropiado. Ella dijo a una de sus hermanas en aquel día que amaba a toda la humanidad, pero especialmente al pueblo de Dios. Su hermana preguntó por qué amaba a toda la humanidad. Ella respondió: "Porque Dios los hizo." A menudo ella se llenaba de afecto por las personas que le parecían piadosas, al conversar con ellas, y a veces tan solamente al verlas.

Ella tuvo muchas revelaciones extraordinarias acerca de la gloria de Dios y de Cristo. Una vez pasaron estas cuatro palabras por su mente: Sabiduría, Justicia, Bondad, Verdad. Su alma se llenó de un sentimiento de gloria por cada uno de estos atributos divinos, pero especialmente el último. "Verdad", dijo, "era el más profundo." Su mente era tan absorbida que sintió su vida desvanecerse, y le parecía que Dios podría fácilmente quitarle la vida con descubrimientos acerca de El mismo.
Poco después estuvo en una reunión cristiana privada, y alguien la preguntó por sus experiencias. Ella comenzó a relatar, pero mientras hablaba, sus fuerzas se iban, y tuvieron que acostarla en una cama. Después de esto ella se regocijó con las palabras: "¡Digno es el Cordero que fue sacrificado!"

Una vez que vino a mí, dijo que en cierto tiempo ella pensaba que había visto tanto de Dios como era posible en esta vida; pero después Dios se reveló aun más abundantemente. Parecía que ella tenía una comunicación con Dios tan inmediata como una niña con su padre. Ella no pensaba de manera altiva acerca de ella misma; al contrario, era como una niña pequeña y tenía un gran deseo de ser instruida. Me dijo que anhelaba recibir instrucción de mí, y quería vivir en mi casa para que yo pudiera hablarle acerca de sus deberes.

A menudo sintió la gloria de Dios aparecer en los árboles, en las plantas del campo, y en otras obras de Sus manos. Una vez dijo a su hermana que vivía en el centro del pueblo, que en el pasado había deseado vivir en el centro, pero ahora prefería estar sentada en el campo y ver las cosas que Dios hizo.

Ella sintió el anhelo de morir para estar con Cristo, hasta volverse impaciente por ello. Pero una vez que sintió este anhelo, pensó dentro de ella: "Si anhelo morir, ¿por qué voy a los médicos?" Entonces concluyó que su anhelo de morir no era bueno. Después a menudo se puso a pensar qué debía escoger: vivir o morir, estar enferma o estar sana. Por fin dijo: "Estoy todo dispuesta a vivir, y todo dispuesta a morir; todo dispuesta a estar enferma, y todo dispuesta a estar sana; y todo dispuesta a cualquier cosa que Dios hará conmigo." "Y entonces", dijo, "me sentí completamente aliviada, en plena sumisión bajo la voluntad de Dios." Y parece que continuó en esta actitud hasta su muerte.

(...) Sin duda, su debilidad física era una razón por qué su cuerpo quedó a menudo sin fuerzas. Pero también, ella tenía más revelaciones de Dios y de Cristo, de lo que permitía su cuerpo débil. Ella anhelaba estar en un lugar donde la gracia tenía más líbertad, sin el obstáculo de un cuerpo débil; y sin duda ella está ahora en ese lugar. Este relato acerca de ella es muy imperfecto; da una impresión muy pequeña de sus experiencias, y no puede representar adecuadamente su profunda humildad. Pero, ¡bendito sea Dios!, hay muchos ejemplos vivos de personas parecidas y no menos extraordinarias.

2. Una niña de cuatro años

Pero pasaré al otro ejemplo, de la niña antes mencionada. Su nombre es Febe Bartlet. (Ella estaba viva en 1789, más de cincuenta años después, y mantuvo el carácter de un verdadero convertido.)

Nació en marzo de 1731. A fines de abril, o inicios de mayo de 1735, ella fue muy afectada por una conversión con su hermano de once años, que había sido convertido poco antes. Sus padres no sabían de ello, y no estaban acostumbrados a aconsejarla directamente, porque suponían que ella todavía no podía entender. Pero después de que su hermano le había hablado, ellos vieron que ella escuchaba muy atentamente los consejos que ellos daban a los otros niños; y que se retiraba varias veces al día, obviamente para orar. Nada la iba a distraer de estos tiempos de oración.

Una vez ella misma dijo que no tenía éxito, que no podía encontrar a Dios. Pero a fines de julio, a mediodía, su madre escuchó orar a la niña en su cuarto a voz alta (esto no era usual; ella no había orado a voz alta anteriormente). Su voz expresaba una urgencia extrema, y su madre pudo escuchar claramente las palabras: "Por favor, querido Señor, ¡dame salvación! Te ruego, ¡perdona todos mis pecados!" Después la niña salió del cuarto, se sentó al lado de su madre y lloró con mucha angustia. Su madre la preguntó varias veces por qué lloraba, pero no respondió. Entonces su madre la preguntó si tenía miedo que Dios no le iba a dar la salvación. La niña respondió: "Sí, ¡tengo miedo que iré al infierno!" Su madre intentó tranquilizarla, diciendo que no llore, que sea una buena niña y que ore cada día, y que esperaba que Dios le iba a dar la salvación. Pero esto no la tranquilizó; ella siguió llorando fuertemente por un buen rato. Por fin dejó de llorar repentinamente, y dijo sonriendo: "Mamá, ¡el reino del cielo ha venido a mí!" Su madre se sorprendió por el cambio repentino, y por estas palabras, pero no dijo nada. Después la niña habló otra vez: "Hay otro que vino a mí, y otro, son tres. Uno es: Hágase tu voluntad, y hay otro: Deleítate en él para siempre." Parece que ella quiso decir, que eran tres pasajes del catecismo que habían venido a su mente.

Después de decir esto, la niña volvió a retirarse a su cuarto, y la madre se fue donde su hermano que vivía al lado. Cuando volvió, la niña la recibió alegremente: "¡Ahora puedo encontrar a Dios!", refiriéndose a lo que había dicho antes, de que no podía encontrar a Dios. Después dijo: "¡Yo amo a Dios!" Su madre la preguntó cuánto amaba a Dios, ¿más que a papá y mamá? Ella dijo: "Sí." Después preguntó: "¿Y le amas más que a tu hermanita Raquel?" Ella respondió: "Sí, más que todo!" Después su hermana mayor preguntó dónde podía encontrar a Dios. "En el cielo", dijo. "¿Cómo?", dijo su hermana, "¿tú has estado en el cielo?" "No", dijo la niña. Con esto parece que no era ninguna imaginación de ella misma lo que llamaba "Dios". Su madre preguntó si tenía miedo de ir al infierno, y si había llorado por esto. "Sí", dijo, "pero ahora ya no tengo miedo." Su madre preguntó si pensaba que Dios le había dado salvación. "Sí", dijo. "¿Cuándo?", preguntó la madre. "Hoy".

Ella estaba muy alegre toda esta tarde. Uno de los vecinos la preguntó como se sentía. "Mejor que nunca", dijo. El vecino preguntó por qué, y ella respondió: "Dios lo hizo." En la noche, antes de dormir, ella llamó a uno de sus primos pequeños que estaba allí, y le dijo: "El cielo es mejor que la tierra." El día siguiente, su madre la preguntó para qué Dios había hecho a ella. Ella respondió: "Para servirle", y añadió: "Todo el mundo debería servir a Dios, e interesarse en Cristo."

El mismo día parecía que los niños mayores estaban bastante afectados por el cambio extraordinario que había sucedido con Febe. Mientras Abigail, su hermana mayor, estaba allí, su madre aprovechó de la oportunidad para aconsejarla de prepararse ahora para el otro mundo. Con esto, Febe rompió a llorar: "¡Pobre Abi!" Su madre dijo que no llore, que ella esperaba que Dios iba a dar salvación a Abi; pero ella seguía llorando por bastante tiempo. Poco después, su hermana Eunice llegó, y otra vez Febe comenzó a llorar: "¡Pobre Eunice!", y lloró mucho. Después se fue a otro cuarto y encontró allí a su hermana Naomi, y rompió en llanto otra vez: "¡Pobre Amy!" Su madre se sintió muy afectada por este comportamiento en su hija y no sabía qué decir. Uno de los vecinos llegó un poco más tarde y preguntó a Febe por qué había llorado. Primero ella no quiso responder. Su madre le dijo que podía decírselo; y entonces dijo que había llorado porque tenía miedo que sus hermanas iban al infierno.

Desde este tiempo hubo un cambio permanente en la niña. Ella anhela el día domingo, y a menudo pregunta cuántos días faltan hasta domingo, y no se contenta hasta que uno le cuenta los días uno por uno. Ella desea mucho ir a la reunión del pueblo de Dios. Su madre la preguntó una vez por qué quería ir allí, ¿era para encontrarse con gente amable? "No", dijo Febe, "es para escuchar predicar al señor Edwards." Cuando ella está allí, no se distrae como los otros niños. Muestra una atención extraordinaria. También le gusta mucho ir a reuniones cristianas privadas, y está muy atenta durante la oración en casa. Una vez que estuve en su casa con otras personas más y le hablé algo de Dios, ella estaba muy atenta. Después de irnos, ella miró detrás de nosotros y dijo: "¡Deseo que vuelvan!" Su madre preguntó: "¿Por qué?" - "Me gusta escucharles hablar."

Ella tiene mucho temor a Dios y tiene miedo de pecar contra El. El año pasado en agosto, ella se fue con unos niños mayores a recoger ciruelas en el jardín de un vecino, sin pensar que algo estaba mal; pero cuando regresó con las ciruelas, su madre le dijo que no debía recoger ciruelas sin permiso, que esto era robar. La niña pareció muy sorprendida, y rompió en llanto y dijo: "¡No quiero estas ciruelas!" Después se volvió a su hermana Eunice y le dijo muy seriamente: "¿Por qué me has dicho que vayamos a ese árbol? Yo no hubiera ido si tú no me hubieras llevado." Los otros niños parecían no preocuparse mucho por ello, pero Febe estaba muy afectada. Su madre dijo que podía pedir permiso al vecino, y entonces no sería pecado comerlas, y envió a una de las niñas para este fin. Cuando regresó dijo que el vecino les había dado permiso, y su madre dijo a Febe que ahora podía comer, que ya no era robado. Esto la tranquilizó por un tiempo; pero después volvió a llorar fuertemente. Su madre preguntó por qué lloraba ahora, que habían pedido permiso. Tuvo que preguntar varias veces, hasta que Febe dijo: "Es porque, porque era pecado." Siguió llorando y dijo que no iba a volver allá aunque Eunice la invitara cien veces; y por un buen tiempo no quiso comer ciruelas porque le hacían recordar este pecado.

A veces ella se deleitaba mucho de textos de las Escrituras que venían a su mente. Especialmente una vez que se recordó de este texto: "Mira, estoy parado a la puerta y toco; si alguien escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré, y cenaré con él, y él conmigo." Ella habló de este verso en la familia con mucha alegría y a voz alta. Después se fue a otro cuarto donde estaban otros de los niños, y su madre la escuchó decir varias veces, con mucha alegría y admiración: "Imagínense, ¡es para cenar con Dios!"

Ella a menudo manifiesta una gran preocupación por otras almas; y suele aconsejar muy cariñosamente a los otros niños. El año pasado, un día la niña se acercó a su madre que estaba sentada al lado del fogón, con una expresión muy seria y pensativa. Por fin dijo: "He estado hablando a Abi y a Eunice." Su madre preguntó qué les había dicho. "Les dije que oren y que se preparen para morir, porque tenemos solo poco tiempo para vivir en este mundo, y tienen que estar listos siempre." Cuando Abi salió, su madre la preguntó si Febe había dicho esto. "Sí", dijo, "esto dijo y muchas cosas más."

Ella mostró también un gran espíritu de caridad, especialmente en esta ocasión: Un hombre pobre que vive en el bosque había perdido una vaca, de la que su familia dependía mucho. Este hombre estuvo en casa de Febe y contó de su desgracia y de las dificultades que su familia tenía. Ella sintió mucha compasión. Después de escucharle por un rato, se fue donde su padre que estaba en su taller, y le imploró que diera una vaca a aquel hombre: "¡Este hombre pobre ya no tiene vaca! ¡Los cazadores, o no sé quien, han matado su vaca!" Su padre dijo que no tenían ninguna vaca de sobra. Entonces ella le imploró que dejase a aquel hombre y a su familia vivir en la casa de ellos.

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